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ENORME EJÉRCITO DE PARÁSITOS SOCIALES FRENTE A UNA “POBREZA INEXPLICABLE” PRIMERA DE DOS PARTES


Bien lo define el maestro Abdiel Ramírez, ciudadano del entrañable suburbio de San Ángel, localizado en la Delegación Tlalpan, que la Ciudad de México no solo se está convirtiendo en una desenfrenada ciudad de pordioseros, sino de parásitos sociales que contrasta entre lo que dice los gobiernos federal y local, que “todo va bien” y que el progreso de la nación sigue en marcha frente a un fenómeno de “pobreza inexplicable”.

México vive en pobreza 75 por ciento de la población, que se traduce en 95 millones de personas, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

La interpretación que la propia sociedad alerta, es que el país va en marcha como los cangrejos, sobre todo la capital del país desde que es gobernada por el Partido de la Revolución Democrática (PRD), dejándola llevar a la decadencia.

Atinan cientos de ciudadanos que están hartos de los miserables gobernantes que de izquierda no tienen nada, sino un nuevo clasismo que contrasta entre la opulencia y la situación social de las personas que no posee otros ingresos para vivir que los que le proporcionan las limosnas, es decir, muestran el rostro de la mendicidad que retrata les crueldad de sus vidas. Pero curiosa es una fotografía ver a un mendigo que hasta lap top posee, hallada entre la basura, la mugre y la pestilencia de los escondrijos separados de la sociedad.

Esos que también son calificados como “parásitos sociales”, dueños de calles, avenidas y banquetas de toda la capital de la República, se transforman en un lastre citadino que al caer el manto de la noche, desaparecen como por arte de magia para que al día siguiente, ese ejército de pedigüeños y/o “vividor de bienestar”, se vuelca como desgracia social para ensuciar el entorno de la ciudad.

La pobre ciudad de México sumida en cuadros de “pobreza inexplicable”, hay que reconocer lo que dice el maestro tlalpense Abdiel Ramírez, que “se está convirtiendo en tierra de pordioseros”, es decir, “de la misma manera que fueron las autoridades del PRD-Gobierno las que promovieron de forma clientelar el comercio informal, son estas misma las que impulsan a la vergonzante mendicidad” que no tiene color partidista, pero que es la repulsa de quienes aportan con su esfuerzo y trabajo.

Uno de los programas culturales es la música de organilleros, pero ¿sabe qué estimado lector?, les dan una credencial como empleados no asalariados (igual que a los llamados y bien identificados viene-viene o franeleros), y ¡les rentan el bandoneón!

Estos ciudadanos de la “pobreza inexplicable”, tienen que usar pantalones y blusa color caqui (como en los reclusorios), y desde niños “aprenden a poner una mirada de perrito a medio morir de hambre” cuando le extienden la gorra para pedirle al transeúnte “la cuota diaria” solo por escuchar su música que no dejará de ser un contaminante más de esta ruidosa ciudad aglutinadora de locos.

Pero una fórmula para deshacerse de ellos al paso, es instarlos para que se inserten en la lista del trabajo formal, que si bien es cierto que esos organilleros forman parte del comercio informal, lacónicamente éstos les recuerdan el 10 de mayo o se sienten “muy indignados”, porque su vagancia les reditúa mejores ganancias. Son libres y actúan a su albedrío. Su patrono es el tiempo, la inclemencia del clima su enemigo.

Comentaré que en una ocasión solicité a un organillero -que creo que ya se debió haber muerto porque se halla desaparecido por años-, si estaría dispuesto a participar en un programa de radio para que diera a conocer la otra cara de la moneda en cómo viven los organilleros de México.

Respondió de forma inmediata que su tiempo es oro y que si le interesaba cobraría dos mil pesos. Es decir, en vez de agradecer para difundir ¡gratis! el modus vivendi y operandi para que detallara realmente las necesidades de esos esforzados trabajadores, “salió más chingón que bonito”. Se le dio las gracias, y tan-tan.

Igual mecanismo es con los acordeoneros infantiles y juveniles que les rentan a los mestizos, a esos ciudadanos recién llegados del estado de Oaxaca, el aparato por 50 pesos. El genio superdotado musical de los niños mixes, es evidente y curiosamente sorprendente de observar a un peque mostrar sus talentos y destrezas musicales.

El alquiler del acordeón -instrumento musical de viento, de origen polaco, conformado por un fuelle, un diapasón y dos cajas armónicas de madera con un peso de cinco kilogramos aproximadamente-, es tocado con la “ingenuidad” de esos peques que son explotados por una banda de presuntos secuestradores de talentos.

La renta del acordeón -aparato musical popular en todo el mundo como en el país vasco, Navarra, Asturias, Cantabria, Galicia y el norte de Castilla (España); París (Francia); Europa central (Alemania, Austria); sur de Italia; la Costa Caribe de Colombia; Panamá; el Norte de México; noreste de Argentina; República Dominicana; Perú y Chile por su vinculación con el folclore-, es un negocio privado, que al igual asigna calles donde pedir y tocar, solo que al mestizo es maleado arraigándole los usos y costumbres de la corrupción, al entrarle con su “moche” al inspector de la calle, que en lo particular son servidores públicos deshonestos.


blasalejo@yahoo.com


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