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Los pies por delante…

Quienes caen en desgracia en la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla, no dejará de ser una auténtica pesadilla. Mucho se ha escrito sobre sus anécdotas. Es un lugar donde el anecdotario va más allá de lo inverosímil. Sus autogobiernos carcelarios se imponen, y entre los mismos internos se establecen reglas no escritas.

Frases como “no tenemos una opción de vida, ahora solo buscamos una opción de muerte” -porque para salir de este lúgubre lugar para aquellos que tienen declarada cadenas perpetuas, solo salen “libres” con los pies por delante…, es decir, en una bolsa de plástico en cuyo interior se guarda los restos del cadáver del infortunado preso.

Según un informe de la Comisión Especial de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, tras las visitas que sus diputados y periodistas de la “fuente” han desarrollado a través de tantos años y que por cierto “no son bastante gratas”, se observan auténticos cuadros de lástima humana.

Se ha llegado a la conclusión de que no se cuenta con auténticos centros de readaptación social donde verdaderamente se respeten los derechos humanos de los internos, que abatidos por el olvido y embargados por enfermedades crónicas y destructivas, están en espera de su liberación que podría ser la de su muerte.

En una evaluación general del Sistema Penitenciario Mexicano, la visión del Observatorio Internacional de Prisiones es contundente: “El sistema penitenciario actual representa un gran costo social que no readapta, no capacita para el trabajo, no educa, no dignifica a las personas y, lo más grave, no propicia la readaptación de daños causados a las víctimas ni a la sociedad”.

Entre los presos de todo el país hay un aforismo popular que afirma: “Si los reclusorios son la escuela del crimen, Santa Martha es la Universidad”.

Curiosamente, el modelo de construcción de la Penitenciaría de la Ciudad de México, ubicada en los límites de la Delegación Política de Iztapalapa, se basó en el mismo modelo de la Universidad Nacional Autónoma de México, aunque sin murales ni esculturas. Solo queda una parte del mural “Todos somos culpables”, de Antonio Belkin, porque la otra la mandó cubrir el general Juan Alberto Antolín Lozano, en su calidad de director, en la década de los 70’s, quien por cierto fue acusado de innumerables excesos y vejaciones de autoridad en contra de los internos

Antes de cruzar la puerta de “Santa Tacha”, como la llaman algunos ex convictos, quedan unos minutos para observar los cuadros de manera con acrílico que se exhiben en los puestos instalados los cuados días de visita; La Última Cena, Bodegones, Un Santo Cristo coronado de espinas junto a Mickey Mouse, y otras imágenes de Walt Disney.

El trabajo de pocos internos que en los reclusorios preventivos les retribuye un ingreso y que tal vez por su confinamiento y aprender un oficio de carpintería, han logrado crear auténticas obras de arte. Sin embargo, esos dineros que ganan con el sudor de sus frentes, en la Penitenciaría de Santa Martha Acatitla, la Universidad del Crimen de la Ciudad de México, ahora es negocio de la Dirección en turno.

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