CARTA ABIERTA AL PAPA FRANCISCO
El pasado 13 de diciembre le fue entregada en mano al papa Francisco una carta abierta firmada por más de 200 organizaciones y personas de México, donde se le informa de la realidad que se vive en el país y se le hace una serie de exigencias ante su próxima visita, entre ellas que se reúna con las víctimas de la violencia.
Te escribimos desde México, una región que hoy se debate entre el gozo y la tristeza, la angustia y la esperanza; un pueblo de muchos pueblos, donde la enorme riqueza natural y cultural que posee está siendo cercada y devastada por lo que hasta tú mismo has llamado la raíz de todos nuestros males: la desigualdad que nace de la voracidad incontrolable y violenta del capitalismo neoliberal.
La misiva enviado por medio de Observatorio Eclesial, le indican al Papa que le escriben desde los muchos lugares en que luchamos no solo para sobrevivir, sino para que el buen vivir, nuestra utopía del Reino, sea una realidad aquí y ahora para todas y todos sin excepción.
Te escribimos desde diversas expresiones de fe para decirte: ¡bienvenido! Y para alegrarnos de que hayas decidido caminar junto a este pueblo que cree firmemente en que la paz, la justicia y la verdad son posibles, y hoy más que nunca necesarias.
Te escribimos también con preocupación, porque como bien sabes, no sólo desde los pueblos hay expectativas de tu visita, sino también desde los poderes político y empresarial, poderes que en México se han configurado como opresores, cómplices de la injusticia y detractores de la dignidad humana; y que con seguridad querrán aprovechar tu estancia para legitimarse y legitimar un proyecto de nación que nada tiene que ver con la democracia sino con intereses individuales y egoístas que no solo están generando más pobreza y precariedad, sino también devastación ambiental.
También, con seguridad, esos poderes inicuos y contrarios a toda ética y a los principios evangélicos, intentarán que tu visita sea controlada, para que no puedas ver ni sentir cómo la tragedia y el horror han puesto su tienda entre nosotros y nosotras; puesto que ni la sociedad, ni las organizaciones sociales, ni el pueblo creyente han tenido voz ni voto en los preparativos de tu próxima visita, por más que lo hemos solicitado a autoridades civiles y eclesiásticas, tememos que tus encuentros con víctimas, migrantes y pueblos indígenas no sean más que apariencia y simulación, pues ya han sido así visitas papales, convirtiendo en folclore la vida y dignidad de nuestros pueblos e invisibilizando sus sufrimientos.
Por estas y muchas razones más es que te escribimos, para contarte de primera mano lo que aquí está aconteciendo, con la esperanza que no solo encuentre eco en tu corazón, sino también en las palabras y gestos que a este pueblo de espíritu firme dirijas.
En México, como en toda la región, vivimos una violencia exacerbada, producto tanto de una perversa e irresponsable guerra contra narcotráfico, como del capitalismo que busca desestabilizar para extraer sin resistencia las riquezas de una nación.
Es una violencia interminable, en ascenso, provocada por el poder y que ha cobrado más de 150 mil muertes, decenas de desapariciones forzadas, millones de comunidades desplazadas, y ha hecho invivibles e intransitables muchas partes del país, destruyendo el tejido social, generando miedo y terror, desmovilizando a la población, fracturando la confianza y la solidaridad.
Es una violencia que es provocada al unísono por el crimen organizado y el Estado, también criminal.