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ACTA DIURNA

El lunes 19 de Abril de 2010 ingresé al Hospital General “Jesús Kumate” de Cancún con pronóstico reservado. Tumor maligno de 21 centímetros habitaba en mi intestino grueso desde hacía tiempo y obstruía el recto.

Las heces eran sanguinolentas y no permitía que evacuara correctamente. Este cáncer es una enfermedad en la cual se encuentran células (malignas) en los tejidos del colon que forma parte del aparato digestivo constituido por el esófago, el estómago y por los intestinos delgado y grueso. Los últimos 6 pies del intestino se conocen con el nombre de intestino grueso o colon. El simple hecho de pronunciar la palabra Cáncer inhibe emocionalmente las expectativas de vida de cualquier individuo.

Por dos semanas anteriores a mi ingreso al hospital fui sometido a serie de pruebas médicas; desde una colonoscopía hasta ultrasonidos de abdomen y tomografías de todo el organismo para conocer hasta dónde el maligno había llegado.

Con esa incertidumbre ocupé la cama 34 del Hospital General administrado por el doctor Ignacio Bermúdez Meléndez y con ese ánimo me resigné a pensar que éstos serían los últimos días de mi existencia terrenal.

La paradoja era que toda mi vida reporteril fue salpicada de riesgos en innumerables frentes informativos de batalla y que ahora, a mis 53 años, terminaba en un lecho tranquilo, sin poder informar a mi comunidad de esta cirugía que podría llevarme como “Enviado Especial” al más allá.

Y que estando en el más allá” quizá me vería imposibilitado a narrar la Más Grande Experiencia Jamás Contada por medios convencionales. Entonces me entró la nostalgia. Un amigo me había dicho: “Para qué te preocupas. Mira, si estás enfermo tienes dos opciones, o te alivias o te mueres. Si te alivias, para qué te preocupas, si te mueres, tienes dos opciones: o te vas al cielo o te vas al infierno, si te vas al cielo para qué te preocupas, si te vas al infierno, no vas a tener tiempo de preocuparte porque vas a estar saludando a todos tus cuates”.

Con fundamentada razón, sentí que en dos días más pasaba a mejor vida. Recostado, con botella de suero en ristre llegaron a mi mente los excesos y aventuras reporteriles; la guerra de Nicaragua; la guerra civil en El Salvador, mi viaje al Oriente de casi un año haciendo reportajes para el diario La Prensa a bordo del buque Amparo, un carguero de Transportación Marítima Mexicana, (TMM) con oficiales ingleses, tripulación hindú y bandera panameña.

Mis viajes a Japón, China, La India. De cuando, para el mismo periódico, encarné varios personajes populares, como el aseador de calzado, el payaso de la merced y el trailero, que significó manejar un pesado trailer desde la ciudad de México hasta Villahermosa, Tabasco para conocer sus vicisitudes. Disfrazado, descubría mafias y vivía en carne propia humillaciones, vejaciones y extorsiones de autoridades en contra de estos infelices.

Mis reportajes urbanos en Proceso y El Universal, de habitantes de los barrios de Tepito, Chimalhuacán, Nezahualcoyotl. Recordé a Oscar Cadena, cuando en el programa de televisión Increíble nos disfrazamos de limosneros para un reportaje especial sobre el tema en la Zona Rosa de la ciudad de México.

Mis aventuras reporteriles con Juan Ruiz Healy en 60 Minutos; las crónicas en los días del terremoto del 85; el reportaje seriado “Operación Búfalo” en Ovaciones que dio inicio a la captura de narcotraficantes de la talla de Caro Quintero, Juan José Esparragoza “El Azul”, y “Don Neto”, Ernesto Fonseca Carrillo.

Los reportajes relacionados con los Servicios de Inteligencia Israelíes ( el MOSSAD ) que estaban detrás de todo el escándalo que generó la detención de la francesa ligada a una banda de secuestradores capturada en el Rancho Las Chinitas sobre la carretera federal México-Cuernavaca. Fueron pensamientos fugaces que se intercalaban con reportajes hechos para el legendario noticiero 24 horas de Jacobo Zabludovsky. Y ahora estaba aquí, literalmente, al borde de la muerte, viviendo en carne propia una cirugía de cáncer de colon de la que quizá no viviría para contarla.

Luego de una junta de médicos cirujanos encabezada por el reconocido Oncólogo Ricardo Ramos Solís, egresado de la UNAM con especialidad en el Instituto Nacional de Cancerologia de la Ciudad de México; Especializado en Colposcopia en México y Cuba y con 25 años de ejercer la Especialidad Oncologia y Quimioterapia y el doctor Raúl Almicar Zetina, jefe de Cirugía del Hospital General, se decidió que mi operación era urgente y se programó para el miércoles 21 de abril a las 9 horas. Me extraerían “al maligno” y con ello el riesgo de perder la vida aumentaba.

DIRECTORIO

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Director General

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