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A 200 años ondear la Bandera de México

Saludo al doctor Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno de la Ciudad de México, y líder político de nuestra entidad federativa.

Ciudadano general secretario (de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda), bienvenido; compañeros magistrados, compañeros consejeros; compañeros de las fuerzas armadas, muchas gracias por su presencia y su apoyo.

Hoy se hace más necesario que nunca recordar que ya son 200 años de ver nuestra bandera ondear sobre piso soberano. Se hace más necesario que nunca el que busquemos en nuestra memoria el significado de esa historia que no es otra más que la nuestra. Un recorrido lleno de sacrificios y victorias, de sueños y esperanzas, y en ocasiones de anhelos frustrados, pero también de logros forjados con el esfuerzo de nuestro trabajo.

La bandera es, y será siempre, reflejo de nuestra nación; será siempre símbolo de nuestra lucha; el estandarte que representa una búsqueda infinita por nuestra identidad, que no es otra que una diversidad amplia, rica y variopinta, que es la que nos hace lo que somos todos los mexicanos.

Desde que Guerrero e Iturbide se unieron para darnos patria, el Ejército Trigarante representó la búsqueda de lo mexicano como nación que tenía el derecho de autodefinirse; de recorrer ese camino de búsqueda que aún se encuentra abierto y, que, quizá, nunca concluya, pero que debe ser puesto en relativa circunstancia.

En eso debemos resumir la narrativa de nuestra nación, en mostrarnos tan universales como las ideas, pero también debemos todos ser tan nacionales como nuestra tierra. La fusión de lo que fuimos y lo que debemos ser. Un pasado que no nos determina, sino que nos informa y nos auxilia, y un futuro que debemos construir nosotros sin permitir, bajo ninguna circunstancia, que venga nadie a destruirlo. Pasemos así, de la identidad a la diversidad por vía del respeto, por vía de la libertad, y por vía de la democracia, que nos hemos ganado todos los mexicanos, a pulso y con sangre, desde el momento en que tomamos esta bandera en nuestra manos como símbolo de libertad.

Enseñemos a quienes no lo entienden por ignorancia, por arrogancia o por enfermedades de poder, que esa es la única vía de nuestro diálogo, el único método y la única manera de dirigirse a un pueblo que tiene su propia historia, sus propios recursos, y que hoy reclamamos, todos unidos, respeto.

No nos refugiemos en la “epopeya de los vencidos” a la que algún día Aguilar Camín hacía mención. Aquella extraña admiración por la derrotas, por el caído, por el vencido. No podemos, ni debemos, asustados por el mundo actual (que tiene mucho de espantable), refugiarnos en la nostalgia de heroicidades irrepetibles. Optemos, mejor, en nombre del significado nacional que emite nuestro símbolo patrio, por aprender lecciones y evitar errores.

Lo mismo que hicimos cuando sostuvimos la bandera en nuestras manos, cuando la izamos a caballo, y reclamamos al mundo que nuestro nombre, que siempre llevaremos escrito en el corazón, nuestro nombre, era México.

Ese México, que reclamamos ayer y el que construimos hoy, y el que nos exige más que nunca que borremos los colores que definen las tendencias partidarias. Que eliminemos de nuestros corazones cualquier atisbo de separación o de rencillas provincias. El México que nos exige que en estos momentos demos nuestro apoyo solidario a quien representa al Estado mexicano, en este momento de trance crítico por el que atraviesa nuestro pueblo y nuestro gobierno.

Es momento de que aquellos que nos representan sientan el apoyo de los poderes judiciales, el apoyo de todos los partidos políticos, el apoyo de la sociedad civil y el apoyo del pueblo, todo de México, todo por México.

Que esta bandera simbolice los esfuerzos que hemos hecho, pero que también represente lo que estamos dispuestos a hacer. Que quien la vea sepa que no nos encontrará rendidos, ni hincados. Que no se confunda nuestra hospitalidad con la ingenua bonhomía. Pues esta bandera representa nuestra identidad. Representa lo que los mexicanos hemos sido, somos y queremos ser. Nos recuerda lo mismo el sacrificio de nuestros héroes que hicieron de México una nación independiente y libre, como el anhelo de lo que somos ahora.

Esta bandera nos acompañó entonces y nos unió hoy. Nos reclama que hagamos lo mismo ahora. Nuestra bandera, siempre presente, siempre erguida, siempre expectante de nuestras adversidades y vicisitudes, como también de nuestros logros y victorias.

Que nuestra bandera nos recuerde hoy que la unión no implica sumisión; que el trabajo dignifica, que la solidaridad nos engrandece como nación. Unión, trabajo y solidaridad, entre todos, y todos para con el jefe del Estado mexicano. Que sea nuestra bandera, la bandera de México, la que ha estado presente desde los inicios de nuestra historia independiente y soberanía, y que nos acompañe en estos momentos y la que nos recuerde quiénes fuimos, quiénes somos, pero, sobre todo, quiénes queremos ser. Como dijera alguna vez Andrés Henestrosa: “En ocasiones, cuando todo parecía perdido, siempre un hombre quedó de pie, con la bandera en el puño y el himno nacional en los labios”. Muchas gracias.

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