Elsabueso Mexiquense
Anti-corrupción impermeable
Por razones desconocidas, pero fácilmente imaginables, los senadores tiraron por la borda la experiencia y el método que derivó en la elección del Comité Ciudadano Anticorrupción: integrar una Comisión de Selección impermeable al trueque de la partidocracia. Acaso por ello. Justamente por ello. Porque el ocupante de la séptima silla, el titular de la fiscalía especializada, tendrá que ser “el brazo ejecutor del combate a la corrupción”… Y los partidos, empezando por el gobernante jefaturado por Enrique Peña Nieto, no podían permitir(se) tamaña autonomía… anomalía… extravagancia…
En tales condiciones, los senadores decidieron improvisar un Comité de Acompañamiento Ciudadano integrado por siete personalidades de reconocido prestigio, pero más sensibles o menos quisquillosas con los procedimientos parlamentarios. Figuras como el citado Ugalde, que asumen la condición perfectible de todo ordenamiento y consideran que las limitaciones de tiempo o autonomía no constituyen impedimento alguno: “No hay razón legal, ni política ni de otra índole para posponer nuevamente el nombramiento de tan importante cargo.
En efecto, no hay razón alguna para postergar por tiempo indefinido el nacimiento de una Fiscalía “autónoma” que nació a medias y podría morir sin serlo plenamente. Solo que tanto enredo, tanto sobresalto, tanto obstáculo y tanta ocurrencia no augura nada bueno. Aunque sería fantástico que las bancadas en el Senado designaran ya, sin excusa ni pretexto, al fiscal anticorrupción que inaugura la “autonomía” y, en el mismo giro, se comprometieran a reformar lo reformable (Constitución, transitorio, ley, lo que fuere) para garantizar que esa autonomía no será de papel ni su ejercicio estará atado a la discrecionalidad de un procurador subordinado al Ejecutivo que aspira a ser el primer fiscal general “autónomo”, con pase automático o por su lindo perfil.
Sería fantástico y estimulante, esperanzador y positivo, enternecedor e incluso realista (más vale pájaro en mano…). Solo que, bien visto, quedan pocos informadores y comentaristas, líderes de opinión y ciudadanos simples que aún confíen en las promesas de un Senado que postergó por tres años lo que era una obligación legal —hasta en “tres ocasiones dejaron vencer el plazo”—1; en el compromiso de bancadas y partidos refractarios al acompañamiento civil genuino y crítico; en la integridad y consistencia de aquellos mismos que inventaron el enredo y lo vendieron como auténtico avance democrático.
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