Elsabueso Mexiquense
Transparencia, falta de voluntad
La nueva Ley General de Transparencia, reglamentaria del artículo 6 Constitucional, entrará en vigor el 5 de mayo. El Congreso obligó a la autoridad laboral y a sus Juntas de Conciliación a hacer pública toda la información sobre el registro de candidatos, asambleas, tomas de nota y contenido de los contratos colectivos. Hasta ahí, bien. Pero esa cruzada moralina está entrampada por dos poderosas razones: el artículo 123 Constitucional, que defiende la autonomía sindical en cuanto al manejo interno de sus recursos, y el Convenio 87 de la Organización Internacional del Trabajo, ratificado por México desde 1950,que aboga por la libertad absoluta de todos los derechos inherentes a la sindicalización.
Entonces, todos los empeños de la batida de marras deberán constreñirse a la rendición de cuentas de los líderes sindicales sobre los bienes, recursos, embutes y guardaditos que provengan del aparato gubernamental y ahora deban demostrar los destinos lícitos de tales embrollos. Por donde se le vea, una tarea para la araña.
Es como tirarle piedras a su tejado, habiendo sacado previamente a sus más incómodos moradores. Inician una batida por la moralidad sindical, cuando a los más corruptos y corrientes ya los dejaron ir, como Víctor Flores, el corrupto sindicalista ferrocarrilero, y otros, como Carlos Romero Deschamps, el petrolero, que se encuentran protegidos a piedra y lodo por los grandes intereses gubernamentales, ya son parte de la élite depredadora.
Se trata, según explican desgañitándose los feroces defensores de la pureza sindical en todos los foros televisivos, de que los líderes demuestren los destinos de las cuotas gremiales de los trabajadores para el mantenimiento de las organizaciones, como una rendición de cuentas indispensable para la salud pública. La batalla por la mentada transparencia es un fuego fatuo. Una hipocresía lamentable y dañina.
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