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Amores perros

La dulzura del mundo se ve engarzada en las mieles del erotismo y la pasión, decía Neruda, “si nada nos salva de la muerte que el amor nos salve de la vida, para arrollar al mundo en el encuentro, bajo el fuego de los cuerpos”.


Fuera de la barrera de los sexos, el erotismo cobraba vida magistralmente entre la poesía y la carne del viejo poeta Paul Verlaine, con una marea silenciosa que lo unía hacia la expresión corporal del joven poeta niño terrible Nicolás Arthur Rinbaud, el primero abandona familia y estatus para convertirse en la invención del erotismo entre poetas malditos, con el encuentro erótico producido con el rebelde de todos los tiempos Arthur Rinbaud seducido por su amante Paul Verlaine.

Jean Nicolás Arthur Rinbaud el joven poeta francés que abandona las letras a los 19 años, hijo abandonado de un capitán de navío, poseedor de un premio de poesía a los 15 años, escapista de la casa de su madre y constructor del enorme poema “Una temporada en el infierno”, gran proclive de la juerga, inmerso en el ajenjo y el hachís transitando del romanticismo al parnasianismo constatario al poeta Víctor Hugo, fuera del sentimentalismo excesivo cultivando el arte por el arte mistificando al parnaso monte donde habitaban las musas, Rinbaud epígono de Theophile Gautier, rechazaba la sociedad de su tiempo refugiándose en lo exótico.

Se constituye en amante de Paul Verlaine, un amor perro, penetrante del alma humana, asfixiante de la ideología ortodoxa heterosexual de aquellos tiempos del siglo XIX, desemboca en la agresión física de Verlaine quien había abandonado a su esposa.

Tal vez porque Verlaine abandona a su esposa Mathilde, para sostener relaciones homosexuales con Rimbaud, viajando de Bélgica a Inglaterra y estando en Bruselas en julio de 1873, ante la amenaza de Rimbaud de abandonarle hiere a este último con una bala.

Recibiendo un balazo, la muñeca del niño poeta frente a un Verlaine arrepentido confinado a una mazmorra carcelaria por 2 años, para compurgar por su despliegue de sodomía y lesiones.

En ese escenario inicia su etapa de madurez publicando “Romanzas” sin palabras, con una poética basada en la música del verso, expresando el desgarramiento del alma humana, dividiendo su llama amorosa entre Rimbaud y Mathilde, así su peregrinar lo realiza entre Inglaterra dedicado a la enseñanza y Francia hasta 1877.

Después de una recaída en el alcoholismo, se instala en Gran Bretaña con su alumno favorito Lucien Létinois, para 1881 publica “Cordura”, un poemario de inspiración religiosa y tras la muerte de Lucien Létinois se entrega a una vida escandalosa, periodo en el que publica “Los poetas Malditos”, en 1884.

Sufre una nueva estancia carcelaria al haber intentado estrangular a su madre bajo los efectos del alcohol, ya para 1885, vuelve a París donde es a menudo hospitalizado, su lira oscila entre las liturgias intimas y los temas eróticos, fue elegido príncipe de los poetas, título contrastante con el estado de degradación de su vida.

Por su parte, Arthur Rimbaud el joven poeta quien desde los 19 años abandona la literatura para desencadenar su andanza interminable escapista de la casa materna, transitando por el caos, el sufrimiento el amor y la locura, en la búsqueda de un reconocimiento como persona aspirando la gloria en una vida disipada y ambiciosa que lo conduce de París a Londres, a Bruselas, viajando a Hamburgo y a Génova, se convierte en apostata abierto de la literatura, expresando que los libros sirven para esconder la lepra de las viejas paredes:

“Abandonaré Europa para siempre la brisa marina quemará mis pulmones, los climas lejanos curtirán mi mirada, nadaré, dormiré sobre la yerba”.

Viaja a África, con expresiones camaleónicas, se convierte en soldado voluntario Holandés para viajar a Java; deserta, transita en la selva y por segunda vez, intenta llegar a Alejandría en diversas peripecias y a pesar de todos los dramas arriba al África, en Abisinia, como vendedor de armas, ingresa al alijo de esclavos, enfrentando inclusive en sus viajes a violentas hordas de salvajes, hasta lograr su propósito de vender armas al Rey Menelik, teniendo dinero que reparte con supuestos acreedores quedando igualmente pobre y deprimido.

“Una temporada en el infierno”: eterna alma mía, observo tu voto a pesar de la noche sola y del día en llamas, bajo la alquimia del verbo.

Durante su travesía por el mar rojo, enferma de fiebre en Aden Yemen; es acogido por un exportador de café donde consigue temporalmente empleo; incómodo por la sequía y el calor agobiante, consigue trasladarse a Harar Etiopia, desempeñándose como encargado de una sucursal cafetalera, lugar en donde contrae la sífilis; sus ilusiones por África van en decadencia, poco le importa haberse convertido en una antología de los Poetas Malditos, pretende regresar a Francia, pero lo cercena un dolor de rodilla acusante de cáncer en los huesos.

El fin de todo hombre es una ruina desembocante de la demolición; para abril de 1891 sale de Etiopia en camilla improvisada, el dolor humano es siniestro y sus confines se encuentran en la muerte; en Marsella le amputan una pierna trastocándose su vida en una miseria con la visita de su muerte a los 37 años el 10 de noviembre de 1891.

En el centro de la Eternidad, nos encontramos frente a la magnitud de las letras traducidas en poemario, como una ráfaga de conciencia humana, que ilumina de abalorios la noche venciendo a la muerte y a la oquedad del silencio con el entorno alucinante que lame el recuerdo, con su lengua larga para oler la luz de la esperanza en la caja de pandora, incendiando como un tigre a la tristeza para imprimir un material por siglos, viajando desde el centro de la soledad humana hasta su periferia, en una región donde los objetos hacen brillar a los sentidos, incendiándolos de júbilo.

La poesía el Espartaco de la condición humana, en contraste a Neruda, el verso nos salva de la muerte.



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