Aspirantes discapacidad
Éste es el espíritu indoblegable de quienes superan un examen diario. La vida les sortea pruebas extraordinarias a estas 154 historias que en común creen en la educación para superarlas. Se trata de jóvenes con discapacidad, que acuden a la UNAM para obtener un sitio en alguna licenciatura de las que imparte esta casa de estudios.
La estrategia de atención personalizada a aspirantes de licenciatura con discapacidad se realiza desde el concurso de junio de 2015, en una sola sede: el Centro de Exposiciones y Congresos (CEC), a donde llegaron en dos ruedas laterales, con la mirada opaca, frotando un bastón al calce, con mangueras de oxígeno en sus fosas nasales o una extremidad de metal.
En punto de las 10 de la mañana, David López de Anda, de 20 años de edad, busca tras los 120 reactivos del examen forjarse un nuevo futuro en la licenciatura en Ciencias de la Computación; es el primer aspirante en recorrer el centenar de pasos de la entrada al recinto, aún con su debilidad visual, provocada por albinismo ocular e hipermetropía.
Examinada también, la Dirección General de Administración Escolar (DGAE), la instancia organizadora, aprueba con máxima calificación la inclusión, pues brinda a los aspirantes con discapacidad las facilidades adecuadas para combatir, en su examen de selección, desventajas ante una persona en circunstancias convencionales.
“La UNAM es grande por el esfuerzo que hace para atender a cualquier persona, de cualquier condición, para estar en igualdad de circunstancias. La única competencia aquí es académica, no se privilegia nada”, manifestó Ivonne Ramírez Wence, titular de la DGAE.
Hacemos que los aspirantes estén en circunstancias favorables en cuanto a confort físico, bien atendidos; la Universidad cuenta con equipo físico y humano para este cometido. Los chicos pueden venir con un acompañante, se les permite, pero somos muy cuidadosos que esta persona no lo asista en las respuestas, comentó.
El solicitante declara previamente en su solicitud tener alguna discapacidad y que desea ser provisto de alguno de los siguientes servicios:
Realizar examen en planta baja; movilidad con silla de ruedas en el lugar donde se realizará; movilidad con bastón o muletas; apoyo en la lectura del examen; apoyo en el relleno de alveolos; apoyo en la lectura y relleno de alveolos; instrucciones claras y fuertes y/o por escrito; autorización para el ingreso de un lector; y autorización para el ingreso de material didáctico.
El día fue un reto extra: lluvia, resolana, llovizna, aire frío. El mediodía barnizó de gris el CEC, convertido en un gigantesco salón con eco y sobriedad.
Cinco grupos, 83 mesas, y la voz de las instrucciones fue de Gloria Ibett González, directora de Gestión Estratégica y Primer Ingreso de la DGAE, quien pidió tras el micrófono un “Goya” en la víspera del examen para diluir la tensión.
Entre los aspirantes, Víctor Javier Pérez de Jesús, de 23 años, recorrió más de mil kilómetros desde Quintana Roo para llegar a la avenida del Imán, en Ciudad Universitaria. Sonriente, utiliza una prótesis férrea como pierna diestra; vino por un lugar para ingresar a la licenciatura 120 de la UNAM, la más joven: Traducción.
“Practicaba la natación y uno de mis sueños era ir a los Juegos Paralímpicos de Río de Janeiro, pero dejé los estudios por el alto rendimiento, pero ahora quiero retomarlos en la mejor universidad”, dijo.
Quién renovó sus sueños es Daniela Velasco Maldonado, egresada de la Preparatoria 9, medallista de bronce en 400 metros planos de los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 y finalista en los de Río de Janeiro 2016. Ella corre ahora mil 500 metros, cambió de guía y también lo hará de carrera, pero académica; la física dejará su lugar a la psicología si cumple con los aciertos.
Gustavo Torres, de la DGAE empuja la silla de Álvaro Hernández, quien tiene un padecimiento psicomotriz y busca un lugar en Ciencias de la Comunicación. Gustavo, leerá las preguntas y colmará de granito los alveolos que Álvaro le indique; para el universitario será ya su sexto examen de vida e inclusión.
Tan solo 90 minutos después de iniciada la prueba, José Emanuel Lara García, de 18 años, cruzó la puerta; su condición con síndrome de Asperger jamás ha sido un impedimento para alcanzar lo que busca: “ahora fui el primero en terminar y salir, pero quiero ser también el primero en entrar”, sonrió.