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Poder enloquece.


Algunos dicen que el poder es más adictivo que las drogas más peligrosas, debido a que la sensación de tener más o ser más que los otros parece llegar a límites insospechados. Cuando el poder se convierte en el fin último de la vida, nada satisface al ser humano y se transforma en insaciable; cada vez quiere más y pierde el límite del precio que se paga y de las consecuencias del mismo. Hoy lamentablemente la mayoría de los políticos aspiran al poder solo para enriquecerse, nada que ver con servir al pueblo, al contrario, buscan extorsionar, abusar pues de la confianza ciudadana. Hay muchos casos, Nayarit en una muestra de ello.

Cuando el poder te enloquece puedes creer que las normas, las leyes y los acuerdos no se aplican para tu caso especial; que todo te es permitido o excusado por ser quien eres. Cuando te dejas seducir por este perfume, pierdes la concepción del valor del dinero y de los vínculos, sin que importe estar en un mundo honesto o deshonesto; puedes enloquecerte igual. Algunos les venderán el alma a ciertos mundos corporativos, viviendo el encanto de viajes, comisiones, dinero que sobra, el dulce sabor del reconocimiento y el veneno de cumplir las metas por encima de todo.

Si te dejas atrapar por la alucinación del poder, tal vez recibas dinero a cambio de no afectar con tus decisiones los intereses de ciertos grupos; incluso puede que seas capaz de pagar porque algunos “expertos” digan que la publicidad no aumenta las ventas de alcohol o tabaco en menores de edad; es posible que estés tan envenenado, que no importe el cáncer que tendrán los mineros; al fin y al cabo, cuando el poder te enceguece, el ser humano deja de ser humano y no vale nada. De algo tendrán que morir.

Cuando el poder es el fin último de la vida, nada basta y siempre quieres más, mientras más tienes, más quieres y menos te alcanza. Mientras el poder siga siendo la meta máxima, seguiremos matándonos, robando, descalificando e ignorando, corrompiendo, es decir, la impunidad seguirá permeando. El poder debe ser un medio para alcanzar un fin, el dinero es para algo, el cargo público es para algo, el reconocimiento y la fama son para algo, el poder empresarial es para algo, la sotana y el pastoreo son para algo, los micrófonos y los medios son para algo, no son para el silencio cuando el poder está en riesgo, ni para el ruido cuando de conservarlo se trata.

El poder sería mucho más útil y llenaría la vida de sentido si tuviera un “para qué” constructivo, es decir, si fuera un medio para alcanzar un fin trascendente, una manera de verdaderamente servir a la población. El narcisismo está generando mucha molestia en la sociedad.

elsabuesomexiquense@gmail.com

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