Impunidad crece.
El INEGI estima en 1.27% del PIB el costo de la inseguridad y del delito. El CEESP –que integra al cálculo lo que se invierte en “adquirir” la seguridad que el Estado falla en proveer– indica que el costo de la inseguridad es de 15% del PIB. Elige la cifra que te permita dormir más tranquilo.
Lo cierto es que México es un país donde la ley no se aplica y las instituciones que deberían velar por su cumplimiento están infiltradas por las organizaciones criminales. Dado que existe una certeza casi absoluta sobre la impunidad de cualquier delito, la norma se trivializa, la convivencia se complica, el espacio de lo público se achica.
En ese contexto, nos preocupa tremendamente la imagen que damos al mundo. ¡Qué vergüenza que en Europa piensen que somos unos salvajes!, cuando sólo tenemos “eventos de salvajismo aislado”. ¡Qué escándalo que en Estados Unidos nos vean como un país mermado por la corrupción, en el que cada quien se defiende como puede!, si tenemos playas tan bonitas y gente tan cálida. Ecos de la narrativa de un país idílico que –desde hace ya varios años– sólo escuchamos nosotros.
Hay un consenso entre los ciudadanos: no podemos seguir así. Empero, la historia reciente nos refuta.
Sí, sí podemos seguir así, descubriendo nuevas formas de cooptación, métodos de intimidación, crónicas de espanto y de cinismo. Nos acercamos al fin de la crisis mediática, al agotamiento de la energía social, al cansancio de la indignación, al hastío con el tema.
La única vía para reconstruir el Estado de derecho en México no es la firma de un nuevo pacto, sino la destrucción del pacto de impunidad que de forma transversal toca todo el sistema político. De ello depende la viabilidad económica, política y social de México en las próximas décadas, y no sólo la percepción internacional de nuestros avatares.
Si la generación anterior tuvo la encomienda de abrir el sistema, la nuestra es la de limpiarlo con indignación, vigilancia y persistencia. Empecemos por distinguir que los problemas de seguridad y los retos de la economía no son problemas dicotómicos, que entre ellos se tiende un puente llamado impunidad.
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