Tercia de ases a cárcel
Jorge Gaviño tiene sus horas contadas para irse del Metro; A Mancera, Gaviño y Espino Arévalo, se les debería fincar responsabilidades por omisión y colusión como servidores públicos por las constantes fallas del Metro que han puesto en riesgo la vida de miles y millones de usuarios
Si esos funcionarios capitalinos tuvieran vergüenza, por ética profesional deberían de presentar su renuncia de forma irrevocable, y en bloque, al presidente de la República por su evidente incapacidad para gobernar, mantener y proteger a uno de los transportes más importantes y torales de la capital de la República, como es el Metro de la Ciudad de México que transporta a 5.2 millones de pasajeros
¿Qué vale más la vida de niños, mujeres, hombres y ancianos quienes han sorteado graves peligros que ya representa el Sistema de Transporte Colectivo-Metro-Ciudad de México por su casi medio siglo de funcionalidad constante, o la arrogancia y acendrada apatía de sostener a inexpertos funcionarios que por cuestiones de ética profesional ya debieron haber renunciado?
…Y que por vergüenza calificada, al igual el líder charro sempiterno del sindicato del STC, Fernando Espino Arévalo –finalmente todos cómplices-, paralelamente a la crisis que sufre este importantísimo transporte, han tenido la extraordinaria desfachatez de cometer malas acciones que redunda en el enriquecimiento ilícito y los graves delitos de omisión y colusión de funcionarios, penados severamente por la Ley Federal de los Servidores Públicos.
Para rematar, se tuvieran una pizca de ética entre los funcionarios, hasta el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa, en paquete, deberían de presentar ante el Presidente de la República, sus dimisiones por las connotadas incapacidades que denotan cada uno de esos malos funcionarios públicos en sus esferas de alta responsabilidades.
Sus obligaciones constitucionales rayan también en lo absurdo, ya no velan por la seguridad de la ciudadanía, o de plano, callan y cierran las pestañas de sus ojos, por la colusión existente entre los mismos funcionarios y que de algún modo se transformaría en una especie de delincuencia organizada oficial.