Política energética
La coordinadora del Grupo Parlamentario del PRD en el Senado, Dolores Padierna Luna advirtió sobre el gran error que comete el gobierno federal al apostarle a la “integración energética” con Estados Unidos, toda vez que ha entregado el petróleo y el mercado energético; descuidó la producción y el desarrollo tecnológico y desmanteló a Pemex y a CFE.
“El gobierno minimizó la participación empresarial del Estado para que floreciera una industria energética privada, plenamente integrada con la estadounidense. Ahora ni tenemos ni la una ni la otra, ambas están borrosas y en riesgo. Esa política pro estadounidense ha debilitado al Estado, cedido soberanía y sumido al país en una peligrosa vulnerabilidad. El escenario extremo de un embargo de energía debe hacernos reflexionar en el grave problema en el que México está metido”, agregó.
A consideración de la coordinadora parlamentaria, la estrategia de seguridad energética de casi tres décadas se viene abajo; el aliado confiable y seguro que la élite gobernante creyó tener a perpetuidad se ha transformado en enemigo declarado. “Donald Trump no dudará en utilizar la energía como un arma para obligarnos a pagar el muro o para exigirnos una nueva reforma energética para privatizar lo que aún no se ha privatizado”.
Padierna Luna insistió en que México debe abandonar inmediatamente la desventurada idea de buscar la seguridad energética en el marco de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. “Debe fijarse como objetivos la autosuficiencia y la soberanía energética; la recuperación de los recursos naturales entregados al extranjero; el desarrollo acelerado de fuentes renovables de energía; el renacimiento de Pemex y CFE, así como el abandono de pautas de producción y consumo copiadas del país vecino, derrochadoras, contaminantes e indolentes”.
“Hoy, México es más dependiente del gas y los refinados de los Estados Unidos que ese país del petróleo mexicano. En el caso de Pemex, el 54 por ciento de las ventas de gas natural proviene del extranjero; en cuanto a la gasolina, el diésel y el gas LP el peso de las importaciones alcanza 50, 42 y 28 por ciento respectivamente.
Para otros petrolíferos la dependencia externa alcanza 63 por ciento. En lo inmediato México se encuentra en estado de indefensión frente a decisiones unilaterales de los Estados Unidos, porque las importaciones no se pueden detener de la noche a la mañana, ni se puede cambiar de proveedor rápidamente. La energía no es parte de ningún tratado”, enfatizó.
La senadora perredista recordó que en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari se abandonó la política de autosuficiencia y se les dio la bienvenida a las importaciones, bajo la premisa de que los Estados Unidos serían un suministrador barato, seguro y confiable.
La decisión no estuvo ajena a la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la apertura de las compras del sector público, entre ellas las de Pemex y CFE.
“El gobierno argumentó que las adquisiciones externas permitirían reducir costos y servirían de puente mientras las empresas públicas lograban expandir la capacidad de producción local.
Sin embargo, ni en ese sexenio ni en los que siguieron se invirtió lo suficiente para alcanzar nuevamente la autosuficiencia. Salinas, por ejemplo, cerró la refinería de Azcapotzalco y nunca construyó una de remplazo.
Las importaciones crecieron y el mercado mexicano se volvió cautivo de los productos estadounidenses. No fue un proceso fortuito, fue deliberado”.
Refirió que a Ernesto Zedillo le tocó operar la apertura del sector eléctrico prevista en el TLCAN. Su contribución a la integración consistió, primero, en la liberalización de la industria del gas natural copiando el modelo estadounidense y, segundo, en la sobre explotación de Cantarell para enviar más petróleo del otro lado de la frontera, en pago de los apoyos recibidos durante crisis financiera de 1994-1995.
En su turno, señaló la legisladora perredista, Vicente Fox respaldó las ambiciones estadounidenses en América Latina, supeditó la seguridad energética de México a la seguridad energética de América del Norte y aceleró las exportaciones de petróleo crudo bajo el lema “a Estados Unidos el petróleo que quiera”.
Y aunque su propuesta de acabar con la exclusividad del Estado no prosperó, logró abrir la exploración y extracción de hidrocarburos al capital extranjero mediante contratos de riesgo disfrazados de contratos de servicio.
“Felipe Calderón tampoco logró modificar la Constitución pero la reforma energética de 2008 amplió las posibilidades para la inversión extranjera, al tiempo que hizo del gas importado el eje de expansión del suministro de energía.
Con Enrique Peña Nieto, el proceso integracionista dio un gran salto. Con la reforma energética de 2013 la exclusividad del Estado prácticamente desapareció. Hoy, firmas extranjeras tienen acceso a los recursos naturales y libertad para ejercer cualquier actividad relacionada con el suministro de energía, con excepción de las tareas técnicas que el Estado se reservó con la esperanza de garantizar condiciones de competencia.
El mercado de combustibles quedó abierto sin restricción alguna para ser inundado con productos estadounidenses, los más cercanos y competitivos. A Pemex se le ordenó reducir la producción para facilitar la competencia entre importadores privados”, finalizó.