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Mafia de poder Metro

“No hay cáncer que dure 100 años”.


Quienes detentan el poder y crear castas aristocráticas al muy estilo Nerón, con el tiempo están confinadas a sufrir los fracasos, hundidos en el desprestigio total.

Los grupos minoritarios y antagónicos que buscan llegar a encumbrarse en el poder a través de las democracias, lograran hacerlo pero luego se olvidan de las bases a quienes deben de servir, y no servirse de ellas, que gracias a esta práctica deleznable, amasan fortunas inconmensurables.

La historia ha sido fiel pasajera en los balances de cada entidad con poder, y en el rubro de los sindicatos no se diga, ya que ante un ejército de trabajadores que asisten a sus centros laborales para ganarse el pan y la sal de cada día, lo hacen con la esperanza de que algún día tendrán su cuota de recompensa.

Ejemplificar a detalle en cada organización sindical sería interminable, pero en lo que se refiere al sindicalismo, sus dirigentes han explotado de forma suprema a sus afiliados, enlistándose en acciones de impunidad y corrupción. Más aún cuando está en boga la siniestra idea que vendría siendo una especie de delincuencia organizada pero a nivel intergremial.

Fernando Espino Arévalo, líder sempiterno del Sindicato “Nacional” de Trabajadores del STC, ha consolidado su feudo que hasta los mismos trabajadores –viéndose presionados por sus delegados-, avalan las fechorías y deshonestidades de su líder sindical, emulando el poder de los pejistas.

De tal suerte que de Fernando Espino Arévalo se han escrito muchas revelaciones de denuncia porque el “político” michoacano ha logrado fortalecer la sinergia de su gremio sin descuidar a la base, a la cual aprovechando la coyuntura, ejecuta negocios personales dentro del mismo sistema estructural del Metro de la Ciudad de México, redituándole extraordinarios dividendos.

No ha habido autoridad hacendaria que revele un estatus económico y financiero sobre el pago de sus impuestos como asociación sindical. Pese a que se tratan de organismos sindicales autónomos, Hacienda debería de realizarle una auditoría en general, a instancias promovidas por la propia Asamblea Legislativa.

El Metro de la Ciudad de México sufre una decadencia a grado tal que a sus casi 50 años, se halla en la curva de su existencia, y si los gobiernos de centro e izquierda mantienen el mismo ritmo desde que el PRI perdió la jefatura de gobierno en el Distrito Federal pasando la estafeta al PRD, a nivel federal fue coartada la sinergia presupuestal afectando a la sociedad en general.

Es decir, que ambos gobiernos siguen tomando como rehén a todos los capitalinos ya que éstos forman parte de un mosaico étnico que ya no creen en las posturas ideológicas del Revolucionario Institucional quedando en un amargo y demoledor recuerdo, y que aleatoriamente forma parte de toda una plataforma de complicidades entre los partidos políticos y el propio régimen. Una mafia del poder, comparada con el crimen organizado, solo que aquélla con indicaciones institucionales.

Todo este esquema es con base a que el Congreso federal mientras siga teniendo a través del maridaje que conforman el PRI y el PAN la mayoría, presupuestalmente seguirán castigando a la Ciudad de México contra los colores partidistas que representa actualmente el gobierno de Miguel Ángel Mancera Espinosa.

Expertos en materia de transporte urbano aplicados al Sistema del Metro, consideran que para tener un cambio verdadero se requiere de atención, servicios y liderazgos; una renovación quirúrgica con empatía, trabajo leal; con proyección y visión; con entrega y con la ayuda de 5.3 millones de usuarios para una reconstrucción en favor de los más necesitados.

Se advierte que el Metro ya no puede atender a tantos millones, que si bien es cierto que es el rector del transporte masivo, esos 5.3 millones podría llegar a 6.2 millones al sumarse las nuevas generaciones de jóvenes.

Proponen cambiar “lo que no sirve” y que en su momento lo que fue una innovación conforme a la transformación estructural de la ciudad; se debe conservar la experiencia de la Gran Familia Metro, impulsando una campaña asertiva, positiva y dedicada, en la aplicación y demostración plena a los primeros 100 días de un nuevo gobierno.

Quienes han sido directores del Metro, hoy en día están más que preocupados. Observan horizontes diferentes.

Francisco de Sousa Mayo conoce bien la funcionalidad del STC. “Me conocen bien los Trabajadores sindicalizados y los que no lo están”, y estima que una recomposición del gobierno-STC hacia los trabajadores, es implementar con urgencia, acciones y actitudes porque la sociedad está harta del maltrato de sus funcionarios, sobre todo el equipo de taquilleras que ha dejado mucho qué desear por ser las primeras en atender a los usuarios, y primeras en ofrecerles un dantesco maltrato.

“Regresar para mejorar, y aunque parezca raro, se requiere que volvamos a creer en el metro y su servicio”, refirió.

La sociedad exige al gobierno local implementar una estrategia publicitaria de recomposición e imagen del STC, ha grado que, aunque no parezca cierto, el sindicato mayoritario del Metro que manipula desde hace cuatro décadas el sempiterno líder Fernando Espino Arévalo y su camarilla, se han transformado en auténticos parásitos “que tienen bien amachinada y encabezan la Mafia del Poder del Sistema de Transporte Colectivo-Metro”.

Las paradojas siempre salen a relucir y el histrionismo sindical no se diga. Para Espino Arévalo, quien tiene un férreo control de sus agremiados que viven entre el miedo y la zozobra, presume que “hay que eliminar vicios y luego aumentar tarifas”.

Es el colmo que el señor Espino hable de esta forma, ya que si bien ha sido el manipulador del Metro por decenios, por culpa de él y su séquito, el servicio del Metro ha sido deficiente. Desde que Fernando Espino se adueñó del Metro, este servicio vive su crepúsculo.

Espino muestra su ignorancia constitucional al pedirle “peras al olmo”, en el estricto sentido “que el Metro administre de manera directa sus recursos, obtenidos por la venta de boletos”, por lo que se antoja cuestionar, ¿entonces para qué sirve la Secretaría de Economía local?, si éste ente gubernamental es el que tiene la rectoría administrativa del poder hacendario. O de plano es tal su poder de ambición de hacerse del dinero fácil, que ya está pensando en saquear las ganancias que se recaudan diariamente y que es el equivalente a cuatro millones de dólares.

El cinismo de Espino carece de analogía porque, dislexia y textualmente señala: “Aquí se trata de que le vaya bien al Metro y también al Sindicato (…)”.

Mucha gente y hasta los propios trabajadores coinciden: “¿Y por qué tendría que irle bien al sindicato, si no realiza puntualmente sus labores, aduciendo acusaciones banales que les faltan implementos para la manutención del Metro? Lo que ocurre que el saqueo es constante y el manejo de los concursos de licitaciones favorece al propio sindicato espinista.

El Metro está como está, y no hay autoridad que le promueva un juicio de procedencia para cuando menos desaparecer el sindicato de Espino que ha sido un cáncer social, toda vez que es culpable que 5.3 millones de usuarios padezcan todo tipo de incidencias -desde inundaciones, inseguridad para los usuarios y los inesperados cortos circuitos-, en un marco de cotidianas anomalías y pérdidas-horas-hombre dentro de la clasificación de desarrollo laboral.

Y como si se tratara de una premonición de que en el futuro inmediato pudieran registrarse un catastrófico choque de trenes en el subterráneo, predijo:

“…Pueden crecer los dos pero en orden (…) y así logramos que nunca se descarrilen (…). El uno no debe ser mejor que el otro a nivel institucional, juntos podemos progresar en beneficio de los Trabajadores garantizando a los usuarios un mejor servicio. ¡Por un Metro con orden...!”, malició Espino Arévalo, el eterno líder sindical, quien es rodeado de cuando menos 15 matones disfrazados como agentes de seguridad personal, a fin de que ningún trabajador se le acerque y le reclame la resolución de sus problemas con la parte patronal.

El subterráneo naranja asemeja a un minusválido de 50 años; y en su plena decadencia o en la curva de su vida, el Sistema de Transporte Colectivo requiere de un “segundo sótano”, aunque parezca insólitamente increíble.


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