Mal la negociación
Es necesario contar con un sector agropecuario sólido que permita contrarrestar los vaivenes de la economía interna y la situación internacional, por lo que urge analizar las consecuencias en la producción, comercialización, medio ambiente y la satisfacción de la demanda interna de alimentos.
Felipe Torres, del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM, dijo que desde 1994, cuando se negoció el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), a la fecha, México ha tenido un promedio de importaciones anuales de alimentos de 20 mil millones de dólares. “Tenemos una economía agrícola dependiente de los suministros externos y que no repunta en términos de crecimiento”.
El analista del sector agroalimentario aseguró que desde hace por lo menos tres sexenios el país ha tenido un crecimiento agroalimentario muy bajo, a lo que se suman otros efectos económicos externos que no han permitido transformar al campo mexicano en un área de oportunidades para resolver el problema de la demanda interna, y lo han convertido en un reproductor de pobreza.
Las recientes coyunturas no sólo han bajado aún más las expectativas de crecimiento, sino que han incidido en el probable incremento de la inflación, indicó.
Al participar en el XXXVII Seminario de Economía Agrícola. El sector agroalimentario en México ante un nuevo TLCAN, organizado por el IIEc, expuso que en el caso de la alimentación en México se combinan el desempleo con la falta de crecimiento, y el deterioro del ingreso por la competencia salarial, en un marco de incremento de las expectativas inflacionarias.
“Cuando aumentan los niveles de infusión, digamos en cinco por ciento, los costos de la canasta básica crecen casi 10 por efectos inflacionarios. Por ello, es necesario contar con un sector agropecuario sólido que permita contrarrestar los vaivenes de la economía interna, pero también los efectos internacionales que se vienen dando con el TLC”, explicó el economista.
Se suma ahora el problema de la vulnerabilidad por desastres naturales, como los recientes sismos, que pusieron de manifiesto la necesidad de contar con un acopio de volumen amplio, y una movilización rápida de los alimentos, lo que implica contar con una reserva estratégica alimentaria que nos permita hacer frente a estos eventos.
“Si tenemos una economía agrícola dependiente de los suministros externos, que no repunta en términos de crecimiento y, además, con falta de competitividad, es difícil contar con una reserva estratégica interna”, remarcó.
En el auditorio Ricardo Torres Gaitán del IIEc, explicó que en el caso de la Ciudad de México, Oaxaca y Chipas, la solidaridad social ha equilibrado esa carencia, pero esa coyuntura no pude durar mucho, por la misma cuestión del deterioro de la economía mexicana e ingresos familiares.
En ese sentido, el universitario remarcó que es obligación del gobierno y de los agentes económicos ayudar en la conformación de esa reserva estratégica.
Felipe Torres demandó reconstruir esa política alimentaria a partir de acciones que han funcionado. “Entre 1940 y 1970 el campo mexicano fue ampliamente superavitario.
Logró resolver el problema de la necesidad interna de alimentos, fortalecer el desarrollo económico a través de transparencia del campo y logró superávits importantes en trigo y maíz, productos de los que fuimos exportadores”.
Es necesario recomponer las dimensiones coyunturales de los problemas emergentes, junto con la demanda interna sostenida; recuperar los elementos que ya funcionaron dentro del desarrollo económico y permitir la seguridad alimentaria antes de que se convierta en un factor de vulnerabilidad de la seguridad nacional.
Por ello, concluyó, frente a una probable renegociación del TLCAN, impuesta por el actual gobierno estadounidense, en México se deben analizar las probables consecuencias en la producción, comercialización, medio ambiente y la satisfacción de la demanda interna de alimentos.