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La seducción perversa


Seducir para controlar y dominar, es la parte oscura del género humano, quien despliega esa conducta se trastoca en un sujeto de apariencia encantadora, servicial, amable, siempre capaz de complacer los caprichos de su víctima, un personaje que revela afecto, entrega, pasión, encanto, visualmente un buen amante, pero internamente es un demente, un vampiro del alma, quien engaña a sus víctimas para hacerlas caer en sus redes, esto implica una locura moral.

El estigma de la psicopatía humana, se expresa en los deseos de control y dominación en contra de los demás sujetos, a quienes pretende aniquilar al ingresar en su límbico, para constituirse en un ventrílocuo del alma en la que penetra, haciéndola caer a sus pies para degradarla como si se tratara de un títere después de haberse constituido en su vampiro.

Quien pudo ser el sujeto ameno y divertido, complaciente y afectivo, camaleónicamente se convierte en el fantasma que abandonó a su títere, desprecia a un objeto decadente, es posible que se trate de personajes con un padecimiento psiquiátrico a niveles de psicopatía.

Hannibal Lecter, el médico loco quien disfruta engullendo el hígado y el cerebro de su presa, un acercamiento a la peor condición humana, y una búsqueda para desentrañar el origen del mal, construye al guión “The Silence of The Lambs” (El Silencio de los Corderos).

La perversidad no puede existir en los animales, porque carecen de razón y por ende de libre albedrio, solo el ser humano hace destilar la psicopatía sin remordimientos, incapaz de sentir, renunciando a manejos maniqueos.

Los psicópatas no criminales detentan sangre fría en la seducción, escrutando a su presa, detectando sus debilidades, se trastocan en seductores, utilizan el mejor de su cebo, difícil de esquivar, primero miman a quien engullen.

Descubren la carencia sentimental, económica, social o moral de sus víctimas, para acometer a satisfacerlas, se convierten en los bienes que producen la adecuación utilitaria que ocupan sus presas, para el despliegue de sus necesidades y satisfacción de sus fines, afinidades, gustos, placeres, es decir ese tipo de Hanibal’s, orquestan su conducta a modo del requerimiento de sus víctimas.

A su víctima le hace falta un padre, se disfrazan en paternales y afables; si tienen problemas económicos los satisfacen, son todo un mimetismo sociológico, penetrando en el dominio de la mente de quien acosan, para después manipularla de acuerdo a sus intereses y antojos.

Ese seductor Hanibal es irresistible, colma de atenciones a sus títeres, se vuelve confidente, comprensivo, es un alma gemela.

Las redes las teje como fino alfarero, su manejo lingüístico se torna encantador, establece relaciones viento en popa, su juego perverso es utilizar y manipular a quienes le rodean, mediante establecer un dominio sobre voluntades.

Elías Azar, el embajador plenipotenciario, con despliegue mágico de aptitudes logró penetrar en el límbico de más de cincuenta Magistrados, de las cortes tribunalicias del Poder Judicial Defeño, para dominarlos y someterlos a su antojo.

Dispuso porque sí de cuatrocientos millones de pesos del erario público, para comprar las voluntades de esos Magistrados y semi eternizarse en ese Poder Judicial, poniendo a los pies de su séquito el usufructo fideicomisario de esos dineros, mediante la compra y explotación del edificio de Fray Servando 32.

Efectivamente, cuatrocientos millones de pesos del erario público, a los pies del séquito de incondicionales, quienes en su condición de operadores de justicia, mediante sufragio directo apuntalaron el ejercicio de su poder.

El seísmo de septiembre 19 (2017) “S-19”, se erige en espada flamígera delatora del latrocinio, operadores de justicia mediante la figura jurídica del fideicomiso, convertidos en arrendadores de una edificación ruinosa y acreedores de la casa de justicia, en donde operan como togados, sin pasar inadvertido, que su usufructo fiduciario no fue bien habido, fue saqueado de las arcas patrimoniales del propio tribunal que representan.

Dinero del Tribunal Defeño, pasado al patrimonio privado de los togados por obra y gracia del alquimista Elías, para mimar a su séquito de hombres de negro destinados a preservar su poder, mediante el sufragio en el pleno del poder.

El panorama antes imbricado, con un dedo frente al sol, lo pretende tapar el mandatario legal y gerente de Edgar Elías, un Magistrado de mediana estatura, con barba de candado, muy al estilo de los gánster’s de Chicago, de apellido Pérez, quien declara sin remordimiento alguno:

-“En mi condición de Presidente del Tribunal de Ciudad Mancera, hago extensivo, mi independencia de juicio, y manifiesto abiertamente que en mi función se carece de conflicto de intereses”.


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