La lucha por el poder pierde Todos los políticos Mexicanos
PESQUISA POLITICA
Si se quiere analizar a la izquierda mexicana tendría que admitirse que hoy toda ella es reformista, porque en el mundo se encuentra lesionada en sus aspiraciones más transformadoras y porque está en ayuno de revoluciones.
Toda izquierda es también populista en alguna forma, porque al menos en América Latina, lo más urgente es redistribuir el ingreso.
La diferencia entre supuestos “reformistas” y “populistas” tendría que buscarse en otro lado, especialmente en lo de siempre: el oportunismo.
Aceptar cualquier clase de momentánea ventaja política en cada oportunidad, muchas veces de carácter personal, a cambio de renunciar al de por sí precario programa democrático y social, es algo tan viejo como la izquierda misma.
En este terreno se ha entablado otra vez en México una disputa silenciosa pero aderezada con algo más fuerte, la pérdida de independencia de los partidos polpiticos.
Carecen de decisión propia, un partido se degrada a la categoría de grupo de presión, de tal forma renuncia a cualquier plan de poder.
El debate se encuentra como casi siempre en un plano pragmático.
La unidad de la izquierda no sería ahora lo que fue durante 25 años en México, es decir, una realidad orgánica, extraordinaria y asombrosa, la cual era cualquier cosa menos un mito o una obsesión.
Hoy, la unidad de acción entre las izquierdas serviría para elaborar un plan de poder.
La alianza electoral con PRD PAN no pudo ser en el año 2000. En aquella coyuntura Fox rehusó el pacto democrático pero logró la Presidencia con el solo apoyo de su partido.
Luego, ese gobierno fracasó en su principal materia, la lucha contra la corrupción, pues se corrompió.
Desde hace ya algún tiempo se ha visto que los gobiernos aliancistas derecha-izquierda colocan con frecuencia al PRD fuera de la realidad política, es decir, este partido deja de ser oposición pero tampoco se ubica en el gobierno.
Desde hace menos tiempo se ha visto que cuando al PRD le corresponde designar al candidato aliancista a gobernador, entonces se divide en dos candidaturas, que se convierten en tres por el concurso de Morena, y al final la alianza pierde frente al PRI.
El común denominador de todo esto es que el PRD siempre se divide en alguna medida cuando acude a sus citas con Acción Nacional. De seguir por ese camino no quedará nadie para apagar la luz.
Está visto que las alianzas con el PAN suelen traducirse en fracasos del PRI, pero el papel de la izquierda no es escoger a su derecha sino sustituir a ambas en el gobierno aunque para ello, en ciertas circunstancias, se haga necesario acercarse a una de ellas, la que no sea PRI por razones históricas.
El debate se encuentra en la táctica para alcanzar aquel objetivo sin hacer el juego a ninguno de los dos partidos derechistas, los cuales están aliados casi en todo pero nunca en las elecciones.
Lo que le falta a Morena es una actitud unitaria hacia la otra izquierda, un abandono de su pretensión exclusivista y, también, algo más de programa democrático y social así como la reivindicación de libertades.
Lo que le falta al PRD es una nueva dirección que reconquiste su propia independencia, renuncie al oportunismo y levante la bandera de la lucha a favor del Estado democrático y social de derecho, base fundamental de la unidad de la izquierda bajo cualquier modalidad.
Quienes renuncian a la unidad de acción de las izquierdas carecen de un plan de poder, no están en la lucha por gobernar sino en el mercado de la política.