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Son arrogantes


Los que encabezan la cúpula de un partido, son inquisidores, y se consideran en posesión de la verdad. Para ellos, los escépticos somos siempre “borregos ignorantes”, o lo que es peor, cómplices de la cúpula de poder, fuente de la brutalidad de las atroces conspiraciones.

Son implacables. Son insistentes en la veracidad de una conspiración hasta el aburrimiento (acciones antijurídicas), independientemente de la escasez de evidencias, o de que éstas hayan sido ya desmontadas. En algunos casos, precisamente el hecho de haber sido ya desmontadas es la principal evidencia de la existencia de estas conspiraciones, y por ello los debunkers tratamos de desacreditar a los que las difunden utilizando cualquier tipo de artimañas oscuras y malintencionadas.

Son incapaces de responder a lo que se les pregunta. Para ser personas que abiertamente afirman cuestionarse todo, presentan grandes carencias a la hora de responder a las cuestiones que les planteamos los escépticos. Pero eso sí, los conspiracionistas carecen por completo de capacidad de síntesis, y para expresarse redactan párrafos de una extensión que disuade su lectura.

Suelen repetir las mismas frases una y otra vez. Expresiones como “¿quién se beneficia de esto?”, o como “una vez que hemos eliminado lo imposible, lo que queda, aunque improbable, tiene que ser la verdad” de Conan Doyle, son frecuentemente utilizadas por los conspiracionistas. Ambas frases tratan de eliminar su responsabilidad ante las conclusiones a las que llegan sus proclamas.

Son incapaces de aplicar o entender el principio de la navaja de Occam (entre dos teorías en igualdad de condiciones que tienen las mismas consecuencias la explicación más sencilla suele ser la correcta)

Los teóricos de la conspiración nunca tienen en cuenta que las pequeñas incongruencias en las explicaciones que rechazan, son mínimas en comparación con los enormes vacíos de la historia alternativa que plantean.

Son arbitrarios al seleccionar evidencias. Un conspiracionista jamás utilizará una fuente respetable, ni una revisión por pares, ni un argumento científico. En cambio, sí que usará los argumentos esgrimidos en un video de youtube, portal en el que todas las conspiraciones ven la luz. Y hacen esto porque tienen la “mente abierta”, no como los escépticos, que siempre nos negamos a admitir las evidencias más irrefutables.

Nunca se retractan. No verás nunca a un conspiracionista admitir que alguna de sus proclamas estaba equivocada, o que un escéptico la haya desacreditado (Léase Andrés Manuel López Obrador). Cuando alguien les puntualiza que algo ya está desmontado desde hace tiempo, recurren a la técnica de la inundación, que consiste en abrumar aportando un nuevo montón de datos, relacionados o no con el tema en cuestión, para no reconocer su error, y poder huir entre la confusión.

Siempre llegan a la misma conclusión. Tienen una habilidad especial para identificar, con razón o sin ella, partes que no encajan en una explicación oficial. Utilizan estas partes que no encajan para rechazar la totalidad de la explicación, lo que para ellos constituye una evidencia irrefutable de la existencia de una conspiración. Hacen esto sin tener en cuenta la importancia de las piezas que no encajan, o si realmente encajan o no.

Si hubo una conspiración, ¿por qué no puede haber más? Referencian casos como los seis de Birmingham, la matanza de Bolonia, la carta de Zinoviev y alguna otra para validar sus teorías, proclamando que no es la primera vez que una conspiración se fragua, sin pararse a pensar que las conspiraciones que están planteando son mucho más complejas e improbables que las que utilizan de referencia.

Siempre ven la conspiración detrás de todo. Nada más explotar una bomba, nada más aparecer un cadáver, la misma gente aparece con las mismas teorías, proclamando que hay muchas preguntas sin respuesta.

Pero a pesar de todo los queremos. La vida sería mucho más aburrida sin los conspiracionistas, que aunque daltónicos, siempre tratarán de tomarse la pastilla roja, que para el Caso Francisco de Souza, es azul, por aquello de los colores blanquiazul del Partido Acción Nacional.

Para ejemplo, los conceptos que se vierten en la “Cédula de Publicación” emitida por el Partido Acción Nacional de la Ciudad de México, cuyo líder Mauricio Tabe, se integra a esta clase de conspiracionistas que vienen traicionando por omisión en contra del importantísimo legado de Manuel Gómez Morín.





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