TLCAN y amenazas de Trump
El TLCAN y amenazas de TrumpSen. Dolores Padierna En los 24 años del TLCAN, México se ha ubicado en una “zona de confort” que al final de camino ha resultado muy peligrosa.No sólo se desaprovecharon a cabalidad las ventajas que ofrecía la integración regional, sino que hubo conformismo con un crecimiento económico mediocre, se desatendió el mercado interno, se generó un desarrollo económico desigual entre regiones y grupos de población, no se ha hecho lo necesario para diversificar el comercio exterior e irresponsablemente se han descuidado otros temas como el combate a la corrupción y la inseguridad, que le han restado competitividad al país, han degradado el desarrollo social y aumentado la vulnerabilidad a los embates externos.México debe ser firme en su posición negociadora. Las amenazas de Trump, como la imposición de aranceles al acero y aluminio, no deben ser pretexto para ceder a los caprichos de Trump. De concretarse, seguramente tendrá impactos negativos para el país; sin embargo, México debería utilizar los instrumentos que le permite el propio TLCAN para aplicar medidas compensatorias, aunque ello implique poner en riesgo las negociaciones.Desde ya, México debe reaccionar a las amenazas, como ya lo hicieron la Unión Europea y China, señalando de manera específica los productos estadounidenses a lo que impondría aranceles en el caso de que se concreten los de acero y aluminio. Bajo ninguna circunstancia esto puede considerarse una contra amenaza, ya que está legítimamente prevista en el TLCAN.La última ocurrencia de Trump fue la de aplicar un arancel de 25% a las importaciones de acero y de 10% a las de aluminio. Un primer anuncio fue que se aplicarían a todos las importaciones. Después, dijo que se exentaría a México y Canadá, por “causas de seguridad nacional”. Posteriormente también exentó a otros países por considerarlos “amigos”, como la Unión Europea, Australia, Corea del Sur, Argentina y Brasil.El pasado 23 de marzo, volvió sobre el mismo tema diciendo que las exenciones serían temporales y se aplicaría a partir del 1 de mayo, en el caso de que no se lleguen a “acuerdos” que beneficien a los Estados Unidos. Esta posición es muy ambigua ya que no especifica que es lo que pretende y cuáles serían las características de los “acuerdos”. Es posible que en fechas próximas vuelva sobre el tema y modifique su posición, pero no deja de ser una amenaza latente que debe tomarse en cuenta.Trump no se ha dado cuenta o no quiere reconocer que su principal rival en materia de acero y aluminio, como en muchos otros, es China y más aún la sobreoferta que existe a nivel mundial de estos productos y que aplicar aranceles a las importaciones de otros países no va a reportar beneficios sustanciales a Estados Unidos.Sin embargo, Trump utiliza esta nueva amenaza para propósitos distintos a los que aparentemente persigue. Bajo el supuesto que la medida se concrete, sería benéfica para los productores de acero y aluminio de los Estados Unidos, pero ocasionaría un aumento en los costos de estos insumos para las industrias estadounidenses que los consumen, lo que a final de cuentas repercutiría en un incremento de precios a los consumidores finales.En los 24 años del TLCAN, México se ha ubicado en una “zona de confort” que al final de camino ha resultado muy peligrosa.
No sólo se desaprovecharon a cabalidad las ventajas que ofrecía la integración regional, sino que hubo conformismo con un crecimiento económico mediocre, se desatendió el mercado interno, se generó un desarrollo económico desigual entre regiones y grupos de población, no se ha hecho lo necesario para diversificar el comercio exterior e irresponsablemente se han descuidado otros temas como el combate a la corrupción y la inseguridad, que le han restado competitividad al país, han degradado el desarrollo social y aumentado la vulnerabilidad a los embates externos.
México debe ser firme en su posición negociadora. Las amenazas de Trump, como la imposición de aranceles al acero y aluminio, no deben ser pretexto para ceder a los caprichos de Trump.
De concretarse, seguramente tendrá impactos negativos para el país; sin embargo, México debería utilizar los instrumentos que le permite el propio TLCAN para aplicar medidas compensatorias, aunque ello implique poner en riesgo las negociaciones.
Desde ya, México debe reaccionar a las amenazas, como ya lo hicieron la Unión Europea y China, señalando de manera específica los productos estadounidenses a lo que impondría aranceles en el caso de que se concreten los de acero y aluminio. Bajo ninguna circunstancia esto puede considerarse una contra amenaza, ya que está legítimamente prevista en el TLCAN.
La última ocurrencia de Trump fue la de aplicar un arancel de 25% a las importaciones de acero y de 10% a las de aluminio. Un primer anuncio fue que se aplicarían a todos las importaciones. Después, dijo que se exentaría a México y Canadá, por “causas de seguridad nacional”. Posteriormente también exentó a otros países por considerarlos “amigos”, como la Unión Europea, Australia, Corea del Sur, Argentina y Brasil.
El pasado 23 de marzo, volvió sobre el mismo tema diciendo que las exenciones serían temporales y se aplicaría a partir del 1 de mayo, en el caso de que no se lleguen a “acuerdos” que beneficien a los Estados Unidos. Esta posición es muy ambigua ya que no especifica que es lo que pretende y cuáles serían las características de los “acuerdos”.
Es posible que en fechas próximas vuelva sobre el tema y modifique su posición, pero no deja de ser una amenaza latente que debe tomarse en cuenta.
Trump no se ha dado cuenta o no quiere reconocer que su principal rival en materia de acero y aluminio, como en muchos otros, es China y más aún la sobreoferta que existe a nivel mundial de estos productos y que aplicar aranceles a las importaciones de otros países no va a reportar beneficios sustanciales a Estados Unidos.
Sin embargo, Trump utiliza esta nueva amenaza para propósitos distintos a los que aparentemente persigue. Bajo el supuesto que la medida se concrete, sería benéfica para los productores de acero y aluminio de los Estados Unidos, pero ocasionaría un aumento en los costos de estos insumos para las industrias estadounidenses que los consumen, lo que a final de cuentas repercutiría en un incremento de precios a los consumidores finales.