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FUGA de “Inesxpugnable" Fortaleza las Islas Marías

SEGUNDA DE TRES

José Revueltas describe las islas como una prisión con muros de agua, infestada de tiburones que son los más fieros guardianes para impedir cualquier fuga, sin embargo aún de ese lugar se han dado varias escapatorias.

A principios de 1989, las autoridades de las islas dieron por muerto al recluso Carlos Miralrio Mujica. Ese fue el reporte oficial y no hubo mayor explicación, sin embargo en septiembre de 1990 dicha versión rodó por tierra, al publicar su captura un medio de circulación.

Según los antecedentes de Miralrio Mujica, llegó el 2 de agosto de 1988 a las Islas Marías. Había estado internado en el Reclusorio Sur por robo y lesiones, pero no se llamaba Carlos, sino David Cortes Quintero.

Sin embargo se descubrió su verdadera identidad y porque había fingido ser otra persona: había asesinado a dos hombres, uno de ellos era policía. Lo sentenciaron a 26 años y fue enviado a las Islas Marías.

Al llegar a la colonia penitenciaria, puso en práctica una de sus mejores habilidades, hacerla de trovador: tocando la guitarra y cantando, con tan buena suerte que le simpatizó al director en turno, todo un bohemio, que lo hizo personaje infaltable para amenizar sus fiestas y celebraciones.

A fines del año de 1989, el director lo mando llamar. Había organizado su fiesta decembrina y quería que él tocara y cantara. Sin embargo no fue una fiestecita, fue una bacanal en la que tanto el director como los demás funcionarios, terminaron en calidad de bultos.

Según la averiguación 4ª/1330/990-06, Carlos se aprovechó de eso y se hizo de bolsas de plástico de varios tamaños, cajas de cerillos, un encendedor, un machete, un cuchillo, y otros implementos. Salió de la Isla Madre hacia la Isla Magdalena. Después, en una balsa que fabricó con quiotes, se dirigió hacia la Isla Cleofas y luego hasta el Puerto de San Blas en otra balsa.

Para ello rompió unas hieleras y se amarró las tapas al pecho. En las bolsas de plástico metió los cerillos, el encendedor y algo de comida sobrante de la fiesta y se arrojó al mar. Cuando veía cerca los tiburones se quedaba quieto, como si fuera una tabla, para que no le hicieran nada.

Ello le llevó una travesía de 13 días, hasta que después, vía terrestre, llegó al Distrito Federal, hoy Ciudad de México. Los directivos del penal lo dieron por muerto y así lo informaron a sus familiares. Por eso, cuando Carlos llegó a su casa no lo podían creer, estaban frente a un muerto.

Posteriormente se reunió con José Malfavón Espinosa, uno de sus amigos, al que conoció años atrás en la penitenciaría de Santa Martha Acatitla y llevaron a cabo el robo de famosos cuadros y figuras religiosas en el Convento de Regina Coeli, situado en Bolívar y San Jerónimo, en pleno Centro Histórico de la capital de la República Mexicana.

Tiempo después, los agentes de la procuraduría capitalina dieron con el comprador de uno de los cuadros, prosiguieron con sus pesquisas y así llegaron hasta los ladrones. Carlos fue detenido en la colonia Obrera, llevaba una pistola 9 milímetros.

Nuevamente dio un nombre falso, pero al verificar sus antecedentes, descubrieron que “el muerto”, según reporte de los directivos de las Islas Marías, estaba más vivo que nunca.

Pero no fue la única evasión de las temibles Islas Marías.

Adrián Martínez Gómez, fue trasladado a las Islas Marías tras la masacre del 19 de febrero del 2012 en el Cereso de Apodaca, donde 44 reos fueron asesinados y 37 más escaparon.

Fue sujeto a proceso y el juez de la causa, desde mayo del 2012, hizo varios requerimientos a la dirección del penal para realizar diligencias en torno al caso, pero no hubo respuesta. Los oficios siguieron llegando a los directivos de las islas que simplemente no contestaban.

Finalmente, el 11 de diciembre de 2016, es decir, tres años y siete meses después de que Adrián había sido requerido una y otra vez, el Juez Primero de lo Penal fue informado que Adrián estaba “desaparecido” desde el 7 de mayo del 2012.

En este caso no se supo cómo pudo escaparse Adrián o si murió en el intento, ya que nunca se volvió a saber de él.


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