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Llegada de Maduro a México podría traer descontento


Nicolás Maduro Moros, genocida, creará conflictos sociales en México, si Andrés Manuel López Obrador lo apapacha con el cuento de asistir a la ceremonia de ascensión presidencial del Primero de Diciembre.

Si llega a México, López Obrador le reconocería como “presidente” de Venezuela cuando el Tribunal Supremo de Justicia de esa nación, decretó la total destitución por delitos de corrupción propia y legitimación de capitales, exhortando a la INTERPOL, la captura inmediata del autócrata venezolano.

El oficio emitido por el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela –que muchos considerarán una Fake News-, publicitado en redes sociales, no dejará de constituirse como una tendencia y reflejo por el crecimiento de la caravana humana de latinos que emigran aterrorizados de sus países para llegar a México, nación que le ha dado cobijo solidario a tantas generaciones de extranjeros haciendo válida la vigencia de la Doctrina Estrada.

La Doctrina Estrada (nombrada por su autor como Doctrina mexicana),​ es el nombre del ideal central de la Política Exterior de México desde 1930. Su nombre se deriva de Genaro Estrada, Secretario de Relaciones Exteriores durante la Presidencia de Pascual Ortiz Rubio, que la redactó y publicó mediante un comunicado de dicha dependencia de Estado, el 27 de septiembre de 1930.

Esta Doctrina se manifiesta en contra de que los países decidan si un gobierno extranjero es legítimo o ilegítimo, especialmente si este proviene de movimientos revolucionarios. La doctrina Estrada contradecía la costumbre de su época de que cada país debía reconocer al gobierno de otro país para que este fuera considerado válido o legítimo.

Igualmente se mostraba en contra de la doctrina Tobar y del intervencionismo, solo que en la actualidad, la situación geopolítica mundial, drásticamente ha cambiado porque también ha repercutido por el nefasto modelo neoliberal político y económico de todas las naciones, generándose corrientes migratorias hacia los confines de sitios más seguros que no violenten los Derechos Humanos de millones de personas que huyen de sus territorios por el fenómeno de la oclocracia.

De acuerdo a la definición aristotélica, por oclocracia se entiende una de las tres formas en las que degenera una democracia. ¿Cómo se llega a esta degradación?

Una vez que el concepto de pueblo, manoseado hasta la saciedad –todo apendejado, presumirían los filósofos modernos-, cambia su significado y pasa a significar e identificarse con la plebe, y ésta se caracteriza por tener una suerte de voluntad llena de vicios, incoherente, a veces hasta irracional, que se hermana con las engañifas, en ese mismo instante la democracia deja de serlo para convertirse en oclocracia.

Venezuela y otros países del continente, sufren de ese fenómeno y no es privativo que lo padezca, por igual o peor, de ninguna otra nación, ya que como se están viendo las cosas en México, también correría el riesgo de perder sus avances democráticos y la consolidación de sus instituciones que un agente político en campaña siempre se pronunció por mandarlas al “diablo”.

Ejemplos los hay de sobra. Quienes asumen la representación de esa plebe dicen actuar “en nombre del pueblo”, cuando en realidad es plebe, y para convencer a esa masa confusa e irracional usan todo tipo de mecanismos demagógicos; apelan cotidianamente a los sentimientos más primarios del ser humano, atacan la razón como su peor enemiga, manejan el miedo como arma de sujeción y prometen todo aquello que a esa plebe le falta.

Y esa misma plebe ahora sufre las graves consecuencias de haber votado por quien veía “pajaritos” (Léase el caso de Nicolás Maduro tras la muerte de su émulo dictador Hugo Chávez).

El ejercicio del domingo 28 de octubre (2018), sobre el NAIM, dio pie al banco suizo UBS para sospechar que acudió al “pueblo sabio” (¿…plebe…?) no para determinar la inconveniencia de Texcoco o la conveniencia de Santa Lucía, sino para que, en un futuro no lejano, esa figura (pedir la opinión ciudadana) la utilice para conseguir que, “por aclamación popular”, extienda su mandato (…)

La falta de respuesta a los banqueros suizos cayó en suelo fértil porque si la Constitución ya permite la reelección de diputados federales y senadores, ¿qué impediría la reelección de gobernadores y del Presidente de la República?, y más aún cuando tiene el Congreso a su favor.

Ese otro mecanismo -al muy estilo führer-, echaría asimismo abajo el espíritu maderista con su frase ”Sufragio Efectivo, No Reelección”, misma que fue plasmada en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, para evitar que políticos ambiciosos se eternizaran en la Primera Magistratura de la Nación. La historia de México es basta y saturada de peligrosos ejemplos

Lo cierto es que ante esas ambiciones unipersonales y haciendo creer a la plebe del pueblo, la existencia de “salvadores terrenales” (Léase el Mesías de Macuspana), se deja a la suerte sobre el futuro renacimiento del fantasma de José de León Toral, autor material del asesinato del presidente reeleccionista Álvaro Obregón, ocurrido el 17 de julio de 1928.

La moneda de la democracia en México está dando, peligrosamente, tantas vueltas necesarias en el aire, que sin vaticinarlo, si cae “águila” o “sol”, desde ahora se puede asegurar que el régimen obradorista (2018-2014), tendrá visos de contrapesos, aun cuando siga presumiendo y explotando las figuras de los ex presidentes Benito Juárez García, Francisco I. Madero y del general Lázaro Cárdenas del Río, quienes desde sus propios retratos congelados, serán admirados por esa plebe cuyos cerebros han sido inteligentemente manipulados por Andrés Manuel López Obrador.

Entre el lema: ”Sufragio Efectivo, No Reelección” y el fantasma de José de León Toral, no existe tanta diferencia, traduciéndose por igual, el renacimiento fantasmal del criminal michoacano Mario Aburto Martínez, quien por órdenes de la Mafia del Poder, fue acusado oficialmente y declarado culpable del asesinato de Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la Presidencia de la República Mexicana, al terminar éste un acto político el 23 de marzo de 1994, en el paupérrimo barrio de Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California, México.

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