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Una historia de “coyotes” topónimo y glifo


Coyoacán es una villa esplendorosa, un conjunto polifacético en donde conviven su centro histórico, sus nuevas colonias y sus pueblos ancestrales, por lo que urge mantener su historia, tradiciones y dar a conocer a las nuevas generaciones, el tesoro maravilloso que tienen en sus manos.

Esta alcaldía es testigo mudo de determinar la existencia de grupos de habitantes asentados sobre terreno coyohuaque de varios siglos antes de la era cristiana.

Coyoacán está ubicada en el corazón del Distrito Federal, es uno de los espacios emblemáticos de la ciudad de México.

De acuerdo a la historia, comentó que después de la caída de Teno- chtitlán, Coyoacán se convirtió en un territorio de mestizaje y continuó siendo un importante enclave cultural que participó en la conformación de la nación mexicana.

Esta localidad, lo largo de la historia fue punto de encuentro entre las tradiciones más arraigadas y el impulso de la modernidad.

Esta alcaldía ha sido en el último siglo un imán para los pintores, músicos, historiadores y poetas, y un punto de referencia obligatorio para numerosos visitantes del mundo entero.

Anualmente, esta entidad ha sido visitada por miles de turistas nacionales y extranjeros, para admirar sus calles, construcciones, monumentos y muchas cosas históricas que guarda.

El vocablo Coyoacán es el resultado de una serie de transformaciones que en su escritura y pronunciación sufrió la palabra náhuatl Coyohuacan, de cuyo significado se tienen varias acepciones, entre las que destacan las siguientes significa “coyote flaco”. “lugar de los pozos de agua”. “territorio de agua del adive o coyote”.

La versión más aceptada es la que lo define como: “lugar de los que tienen o poseen coyotes”, basándose en la explicación del topónimo original, que se compone de tres voces nahuas: coyotl (coyote), hua (posesión) y can (lugar).

Coyoacán estaba consagrada a una de las más importantes deidades del panteón mexica, Tezcatlipoca (“espejo humeante”), cuyo nahual (facultad que se atribuía, principalmente a las deidades mesoamericanas de transformarse por las noches en animales para interactuar con los humanos) era precisamente, ese cánido depredador.

A la llegada de los españoles, los invasores aseguraban “Hay en estas tierras un animal que se dice coyotl, algunos le llaman zorro, y otros le llaman lobo, y según sus propiedades a mi ver no es lobo ni zorro, sino animal propio de esta tierra, es muy velloso, de larga lana; tiene la cola gruesa y muy lamida; las orejas pequeñas y agudas, el hocico largo”, comentaban.

El jeroglífico coyoacanense representa a un coyote sentado visto de perfil, afilado, con la lengua de fuera y un círculo a mitad del cuerpo, por lo que durante mucho tiempo se pensó que hacía referencia a un coyote hambriento y sediento.

Al establecerse los primeros habitantes del valle de México, el nivel del gran lago estaba por encima de los 2 240 metros de altitud, la zona suroeste de la cuenca tenía mayores precipitaciones y escurrimientos. Los primeros pobladores eran agricultores y buscaron zonas elevadas y libres de inundación como Copilco y Cuicuilco.

Los vestigios de cerámica rescatados se deduce que Cuicuilco se inició probablemente durante el Formativo Medio como una pequeña aldea que compartía la tradición de la cerámica elaborada con arcilla de la cuenca de México

Se habla que también de Cuicuilco proceden las primeras representaciones de deidades con atributos reconocibles, como Huehuetéotl, dios del fuego, que siempre lleva sobre la espalda el bracero, hecho que puede interpretarse como el inicio de la religión institucionalizada.

Copilco “lugar de Cópil” o “lugar de la corona señorial” y Cuicuilco “lugar donde se esculpen o hacen esculturas” o “lugar de cantos y danzas”, fueron centros de gran importancia social, económica, política, cultural y religiosa de la zona sur del valle de México; sus habitantes pueden ser considerados como los primeros coyoacanenses.

Los vestigios fúnebres encontrados cerca de Copilco, en los albores del siglo pasado, nos remiten a una civilización que ya hacía uso de sencillos instrumentos para la pesca, el cultivo y la recolección de frutos.

La alfarería y el hilado y, sobre todo, una sólida creencia cosmogónica acerca de la inmortalidad del alma, forman parte de la historia ya que en esas fosas de forma cilíndrica, además de esqueletos, se encontraron diversos objetos de uso personal como vasijas, armas y metales que habrían de acompañar al difunto en su viaje al más allá. Probablemente se traten de algunas de las primeras tribus que se volvieron sedentarias.

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