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El führer mexicano


La sociedad se llevó un palmo de narices porque francamente nunca adivinó el marasmo de lo que le estaría pasando a López Obrador, “el cabecita de algodón”, el hombre que ahora detenta la Presidencia de la República”.

Y más que presidente se considera el nuevo Robín Hood de los desposeídos, afirma filósofo del periodismo radiofónico y televisivo en redes sociales, pero lo que sí se reconoce es que Andrés Manuel tiene una imaginación infinita que seguramente envidiaría Albert Einstein.

Y aunque la mayor parte de sus ideas rayan en la locura, o en el paroxismo que no es otra cosa que el grado de mayor exaltación de un sentimiento, un estado de ánimo o una sensación, por desgracia sus huestes le creen a pie juntillas todo lo que diga.

La noción del paroxismo se refiere a una exageración de algo, y el concepto suele emplearse con referencia a la expresión enardecida de una opinión o un sentimiento, aunque también aparece en los estudios de la medicina, entendiéndose como una manifestación violenta como una enfermedad.

El paroxismo por lo tanto puede considerarse como una figura retórica que consiste en exagerar y reflejar con pasión desmedida algún cuestionamiento. Y lo peor de todo es que los paroxismos suelen aparecer vinculados al fanatismo. En el ámbito de la política, los paroxismos pueden surgir por parte de los admiradores de un líder carismático, o de los seguidores de un déspota.

Pero Sigmund Freud​ que fue un médico neurólogo austriaco de origen judío, padre del psicoanálisis y una de las mayores figuras intelectuales del siglo XX, llegó a la conclusión que esta enfermedad surgía como respuesta a un trauma reprimido, y que aflora sin remedio a través de ataques que aparecen inexplicables.

Nadie pensaba que las reacciones de que ahora quien detenta la Presidencia de la República, tengan un origen de una deformación de la concepción de la realidad.

De Adolfo Hitler se dijeron muchas cosas, por la misma causa, y también ocurrió con Juan Domingo Perón en Argentina, o del propio Hugo Chávez en Venezuela, que ahora ha sido destrozada por el sátrapa de Nicolás Maduro, que por cierto, es el modelo que sigue celosamente Andrés Manuel López Obrador.

O para citar un caso de actualidad, ahí tenemos a Donald Trump en Estados Unidos. Y lo cierto es que la presidencia de este tipo de comportamientos, son los que conducen a los pueblos al desastre social, político y económico.

Por desgracia, en la transición de un “nuevo gobierno”, México siguió corriendo por el mismo camino de la mala suerte. Pero dejando los rasgos de personalidad del Presidente de la República Andrés Manuel López Obrador, la información estadística es contundente: con seis meses de caídas consecutivas, la mayor parte de los componentes de las tasas de crecimiento, son negativas, con una tendencia a la baja generalizada y un ciclo económico en la misma situación. La simulación del tabasqueño no ha tenido fronteras, destacando que “la economía de México iba bien” .

La industria mexicana, en el llamado Peje-sexenio, cayó en recesión, y aunque lo pretendía ocultar, los estudios macro son evidentes: las cosas no van bien, y mantener el ritmo ocurrencial del Presidente de la República, llevaría sin duda al desastre económico, político y social.

Los grandes proyectos estratégicos y de inversión del Presidente de la República, son de carácter industrial, y no debe olvidar el gobierno que el conflicto entre Estados Unidos y China, tiene un trasfondo industrial y de innovación tecnológica, y que México solamente podrá enfrentar de forma exitosa, fortaleciendo la industria nacional, no destruyéndola como lo comenzó hacer el señor López Obrador desde el inicio de su terrorífico gobierno.

Así de simple pronosticarlo: el caldo de cultivo de los primeros meses de la administración pejista, ha llevado consecutivamente a México a la senda del fracaso en fracaso.

López Obrador se negaba a reconocerlo frente a los analistas que tienen doctorados en materia económica, cuando el tabasqueño reprobó ciencias en economía cuando fue fósil de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Si bien la sociedad lastimada por tantas mentiras que ha sido sometida por sus políticos a través de todos los tiempos, la vox populi inteligente, siempre acertó que “México estaba mucho mejor sin López Obrador”, ya que éste el único dominio que tuvo desde su “lucha social” de 18 años, era recurrir a la movilización de clases empleando métodos propios del hampa, consiguiendo llenar sus arcar personales con fondos que robaba bajo el término de la concertacesión a los gobiernos priistas que han seguido siendo sus rivales ideológicos.

Con una mezcla de ironía e incredulidad, el texto del Plan Nacional de Desarrollo del pejismo, se enmarcó en una galería de clubes aderezados por su eterna condena al pasado neoliberal, es decir, se engendró como el reflejo de un gobierno que no solo carece de visión de futuro, sino que tampoco entiende el pasado, por lo tanto, es un incapaz de mejorar el presente y los proyectos de contar con una mejor nación.

El presidencialismo pejista inició su navegación entre las buenas intenciones y las pésimas ideas, lo que destaca el freno de desarrollo nacional.

Las simulaciones del pejismo han sido un matiz interminable, sus caprichos de destruir de lo que ya está bien construido, es otra de sus bases del desastre anunciado.

La tensión de padecer el síndrome-autócrata al muy estilo Adolf Hitler -el führer que pretendió dominar a toda Europa en los tiempos de la II Guerra Mundial-, en México, con el führer-mexicano y con su gobierno populista, se semiparalizó. “Tenemos un virus políticamente que está orillando a toda la nación, a los efectos mortales”, alertaría el parlamento mexicano de San Lázaro.

Es momento que el Presidente –subrayó- asuma su responsabilidad como Jefe de Estado, como Jefe del Ejecutivo, no como un vengador del pasado neoliberal, ni un ilusionista de espejismos retóricos.

“Que quede claro: México no votó por un presidente para que sea poeta y que en el aire las componga…, sino es para que gobierne con eficacia. Entiéndalo Presidente, por el bien de México. México es más grande que cualquier interno de dictadura”.

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