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México a un paso de ser un país de tercera edad


La buena mujer secó las lágrimas que mojaron su rostro y rodaron hasta su pecho. No era la primera vez que Magdalena, la anciana viuda había llegada hasta las oficinas de una institución bancaria que, de acuerdo con la publicidad oficial, administra los ahorros de toda la vida, para obtener “una vejez digna.

Luego de varias horas de larga espera, la mujer de la tercera edad abandonó las instalaciones del banco con la desilusión, el coraje, y enorme y profunda tristeza, sentimientos que la hacían sentirse el ser más infeliz sobre la tierra.

Una vez más había pasado toda la mañana en aquellas oficinas públicas a las que iba cada rato desde hacía dos años, fecha en la que falleció su también anciano esposo, con el propósito de tramitar la entrega de sus afores.

Ese ahorro de toda la vida productiva de su ahora finado compañero.

Nuevamente le hizo falta un documento. Nadie le dijo que debía llevarlo. Era como si los empleados de ese lugar hicieran todo a propósito para divertirse, para alargar el tiempo; para enredar los trámites, para demostrar superioridad sobre ella y sobre la gente que formaba desde temprano una larga fila para que al llegar a ventanilla la regresaran con el mismo argumento: le falta la ficha de admisión de tal o cual papel. Por no decir: necesita traer el acta de nacimiento de su gato o su perro.

O la burla, le falta el primer recibo de pago, un documento que, de tenerlo, sería con fecha de por lo menos 50 años de antigüedad.

Por eso el llanto de esa mexicana anónima, esa anciana ignorada por las inhumanas empleadas del Banorte Afore XXI, que se habían burlado de ella; su llanto era de enojo, de incredulidad, de abandono, de ganas de mandar todo a la basura y evitarse esos momentos tan difíciles, tan dolorosos, tan duros.

Sin embargo, se preguntaba: ¿seré capaz de triunfar en este empeño que me está costando tanto? ¿Es preferible dejarlo todo así y olvidarme de algo a lo que tengo derecho?

Podría permitir que la burocracia indiferente y deshumanizada le obligue a renunciar a esos ahorros acumulados durante muchos años por su compañero de toda la vida en el mal llamado Afore, y al que la publicidad oficial le machaca: es para “un retiro digno”.

¡No, no! Sería muy injusto. Reclamó ese dinero es mío, mi esposo lo ahorró y así sean cien pesos, no tienen por qué quedarse con ellos.

Y expresó con firmeza: Voy a seguir luchando hasta conseguir me los entreguen.

Aún con los ojos nublados por el llanto, volteó el rostro hacía aquellos que aún se sostenían en la abigarrada fila, con la esperanza de que, al llegar a ventanilla, las noticias fueran buenas.

Con su rabia a cuestas y la decepción a flor de piel, tuvo la energía para mandarles buenos deseos y como otras veces, salió de ahí con la vista hacia abajo después de haber recibido la nueva negativa a la solución de su caso.

Ella, como tantos y tantos mexicanos que llegaron a la edad de retirarse, a la mal llamada “tercera edad”,

Ella Malena, la mexicana sin nombre, la que, como miles de mexicanos y mexicanas trabajaron durante muchos años, sin fallas, sin regateos, sin poner mala cara a nadie, sin altanerías y sin la prepotencia como las aplicadas por las “servidoras públicas”, que le han tocado en cada ocasión que va a preguntar si ahora ya le entregarán sus ahorros, ese dinerito acumulado en la Afore, (Administradora de Fondos para el Retiro).

Con la mejor disposición y de buena fe, su esposo ahorró para eso, como le dijeron en su trabajo. Su viuda, ilusionada con la idea de que ese dinero le serviría para su digno retiro.

Pero no ha sido así, siempre le ponen u otro obstáculo; su dinero y entiéndase así: su dinero, el que le heredo o le benefició su esposo, sigue guardado en aquella oficina de pesadilla sin la menor luz de salida.

Y así como esta buena mexicana, hay miles; tal vez millones, que dejaron su salud, sus mejores años en el empleo cumpliéndole al jefe y a su familia.

Que creyeron en contar con un apoyo económico cuando sus fuerzas y capacidades disminuyeran. Pero la realidad es otra.

Lo más preocupante es que quienes dirigen los destinos de este país no se han dado cuenta, o no quieren admitir que México envejeció que ya no es una nación de jóvenes como lo fue hace muchos años; que un alto porcentaje de su población rebasa los 60 años y que deben producirse políticas públicas dirigidas a este sector.

Las filas de ancianos tramitando la entrega de sus afores, cosa que rara vez ocurre, cada vez más insignificantes, apegadas a unas leyes elitistas que únicamente funcionan favorablemente para unos cuantos, para los privilegiados o para los recomendados.

No sirvió de nada de buscar a la responsable de la oficina, una persona a que solo sabe que se apellida Sánchez, un apellido tan común, como los cientos o tal vez miles de ancianas, unos en silla de ruedas, otros con muletas, los más acompañados por un nieto o un vecino.

Pero todos tienen un común denominador; que les hagan el favor de entregarles sus ahorros

Todos tiene la cara de un viejo triste, desconsolado y solo. Y no la de un hombre o una mujer de la tercera edad o más, que deberían estar disfrutando de su retiro, de sus ahorros, de sus pensiones.

¡Pobre México envejecido, cansado, sin apoyo! Sin forma de salir de este problema que parece estar olvidado por quienes tienen en sus manos la facultad de resolverlo.

¿Por qué tanto abandono? ¿Por qué no mirar esos rostros que nos están narrando una realidad tan dramática y cruel? ¿Por qué nuestros ancianos no son tomados en cuenta? ¿Por qué hacer como que hacemos y no hacemos nada?

Nos piden notar que México es un país moderno, de avanzada, en el que cada año se anuncian que se crean muchos nuevos empleos.

Esperemos que, en algunos años, cuando esos trabajadores de las Afores se retiren, no tengan que andar rogando por sus ahorros, como ocurre en estos días con miles de mexicanos, hombres y mujeres.

La mujer de nuestro relato, de nombre Magdalena, no es la única que llora cada vez que intenta resolver una situación que no debería tener el menor problema ni atorarse en nada. Son muchos los mexicanos a quienes la impotencia convierte en un ejército de quejosos, de llorones, de gente desesperada.

México se volvió un viejo con muchos achaques, los más, derivados del mal trato, la incomprensión, la ausencia de justicia social; el abandono, el desinterés.

De acuerdo con los datos del INEGI, en tres años más, en el 2022, nuestro MÉXICO, nuestro amado MEXICO, Tendrá casi el 30 por ciento de personas que superen los 65 años o más.

Nuestro México, tan sufrido, tan heroico, tan aguantador, Ya es un país viejo. Y todavía le machacan que la actual administración es la esperanza de México.


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