Sin autonomía el conocimiento científico avanzaría poco
Poco podría avanzar una universidad como la nuestra si no se tiene autonomía, activo de la educación superior pública que evita la injerencia e intromisión de actores externos que podrían limitar las decisiones, libertad y capacidad de creación y pensamiento, destacaron especialistas de la UNAM en el “Coloquio sobre los 90 años de la Autonomía Universitaria”.
Sin autonomía, los académicos no contarían con la independencia para pensar y crear conocimiento; con ella, la Universidad Nacional estará, como siempre, en condiciones de contribuir a una sociedad y país más justos, equitativos, preparados y adaptables para el futuro, dijeron en la mesa “Autonomía y conocimiento: la investigación”.
En el auditorio Alfonso Caso, el coordinador de la Investigación Científica, William Lee Alardín, resaltó que ciencia, investigación y autonomía requieren de un ambiente de libertad de expresión, de cátedra, de asociación y de definición de metodologías, “pero sobre todo, libertad de elección del tema de estudio”.
En México, la mayoría de la actividad científica es financiada por el Estado, porque no contamos con un sistema que fomente y promueva que el sector privado se arriesgue en innovación y desarrollo tecnológico. “Mientras eso no suceda, es obligación del Estado financiar, generar las condiciones que permitan la diversificación y crecimiento de la inversión con todos los sectores del conocimiento”.
Para generar conocimientos que aporten soluciones a los problemas nacionales, es preciso tener la libertad que nos brinda en la práctica la autonomía, que “hará que la UNAM siempre esté en condiciones de contribuir a una sociedad y un país más justos, equitativos, preparados y adaptables a lo que viene”.
En su oportunidad, el coordinador de Humanidades, Alberto Vital, afirmó que la autonomía “se vuelve un deber y un derecho, un valor y un mandato para las personas y la sociedad. Sin un margen de autonomía, la creatividad jamás florecerá, ni crecerá la riqueza colectiva”.
Algunos aspectos deben regularse, como el deterioro ambiental y las desigualdades, pero otros, como la creatividad humana, deben darse en un margen de libertad, con un sentido de responsabilidad, resaltó.
En su intervención, el exrector José Sarukhán expuso que la autonomía de esta casa de estudios está matizada por el carácter público de la institución. “Nos permite y obliga a una total libertad de investigación y enseñanza, sin restricciones ideológicas, políticas o de cualquier otra índole”.
Esa libertad, abundó, conlleva responsabilidades para definir su misión y cumplirla. “Autonomía, nada más y nada menos, es la total libertad que los miembros de una universidad tienen para explorar todos los rincones del pensamiento humano y transmitirlos a sus estudiantes, pero siempre basados en los criterios de calidad académica y responsabilidad educativa.
“La autonomía de la UNAM nos lleva a asumir una responsabilidad en muchos sentidos: desde la calidad de la investigación y conocimiento que se genera, y la forma en que éstos se expresan hacia la sociedad, hasta la formación de estudiantes”.
Por ser una institución pública, la Universidad está obligada a enfocar una parte de su actividad académica a conocer las necesidades reales de la sociedad que la sostiene, y aplicar su capacidad a entender y contribuir a resolver sus problemas, comunicando el resultado de sus trabajos, pues de otra manera la colectividad nunca comprenderá cabalmente la trascendencia y papel de las universidades públicas.
Sarukhán subrayó que esta casa de estudios ha cumplido de manera extraordinaria con su doble misión: ser una entidad autónoma y pública. Es la única institución de educación superior (IES) que de manera sostenida, desde hace poco más de tres décadas ha dedicado entre 25 y 26 por ciento de su presupuesto a la investigación.
Antonio Lazcano Araujo, profesor emérito de la Facultad de Ciencias, destacó que la universidad pública sólo es concebible sin las presiones y ataduras de los poderes políticos y religiosos.
“Es alarmante la desmesura con que universidades públicas y centros de investigación sufren un arrinconamiento mediático y presupuestal, que las convierte en víctimas de campañas de linchamiento político, empeñadas en presentar a los investigadores como una corte de mandarines insaciables, ansiosos de privilegios”.
En la mesa moderada por Patricia Dávila, directora de la Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Humberto Muñoz García, del Instituto de Investigaciones Sociales y coordinador del Programa Universitario de Estudios sobre Educación Superior, recordó que la autonomía generó un espacio para que profesores e investigadores pudieran existir, coexistir y reproducirse como grupo universitario, junto con los estudiantes.
En el futuro próximo, “para la investigación científica a la UNAM le corresponderá elaborar proyectos que requieran del concurso de variadas disciplinas para resolver problemas de interés público. La autonomía otorga a la Universidad la capacidad de convocar y aliarse con autores decididos, de jugar uno o varios papeles para gestionar cambios”, concluyó.