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Crónica Policiaca el debate de hoy


Mucho se podrá decir de lo ocurrido el jueves pasado en la ciudad de Culiacán, pero poco habrá de conocerse de lo que realmente sucedió.

La capital de Sinaloa, es desde hace años, muchos, donde se enarbola más la vida del narco que la de un estudiante, de un profesional.

Los jóvenes se quieren ver como lo muestran imágenes superfluas que se reflejan en las mismas calles y avenidas Culichis: autos y camionetas de lujo, conducidos por hombres con vestimenta de marca, paseando por los calles y avenidas con altos decibeles en música de banda, acompañados de bellas mujeres, operadas, con joyas en manos, cuellos y una que otra arma en baño de oro.

Una vida de dinero y poder que dura mientras el narquito, como se les llama a quienes se inician en esta carrera delictiva, no sea detenido, si le va bien, o masacrado por el grupo contrario al cartel para quien trabaja.

Muchachos que en lo antros pagan cuentas arriba de 50 mil pesos que les permite rodearse de mujeres que, con tal de divertirse, aceptan su compañía en la que predomina el alcohol y la droga.

Son esplendidos con el servicio porque les gusta estar bien atendidos por los meseros, hacen y deshacen, y cuidado que alguien se atreva a bailar con las chicas de su compañía, porque a la salida, son baleados “para que no se pasen de…”

En ese mundo de las drogas estos jóvenes narquitos, poco a poco se van vinculando al cartel de Sinaloa, conocido también como el cartel del Pacífico, fundado en 1992 por Joaquín Guzmán Loera, Héctor Luis Palma Salazar, Ismael Zambada García y Luis Contreras Artillado y son usados como sicarios y defensores del grupo delictivo a cambio del lujo que siempre han querido tener.

Estos jóvenes fueron los mismos que salieron a las calles el jueves 17 de octubre con armas de grueso calibre para amenazar a sus mismos paisanos de muerte y violencia para la ciudad, si las autoridades federales, que no del estado, liberaban al hijo del Chapo, detenido horas antes en un operativo fallido encabezado, hasta donde se sabe, por la guardia nacional.

Ninguna autoridad ha dicho con certeza qué paso ese día y ha dejado correr versiones que van y vienen. No se sabe si Ovidio Guzman fue detenido como cumplimiento de una orden de aprehensión, de extradición o de manera fortuita cuando los elementos de la guardia nacional fueron agredidos con balas cuando pasaban por un domicilio donde se encontraba el hijo del segundo matrimonio del Chapo.

Cuatro días después hay dos versiones nuevas; una, que el muchacho delincuente fue capturado en un bar de la ciudad, la otra, que fue en la casa de su novia ubicada en el fraccionamiento Tres Ríos, cuando ambos disfrutaban el estar juntos.

Lo único cierto, es que este operativo fallido puedo ser fatal para muchos inocentes y mostró el evidente fracaso del titular de la Secretaria de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, Alfonso Durazo en su actuar, porque en los hechos no garantizó seguridad pública y menos protección ciudadana.

En este hecho, Durazo Montaño dejo entrever su falta de experiencia y capacidad para llevar a cabo la detención de un delincuente de poderoso cartel, porque no hubo inteligencia policial ni logística.

Lo que se intentó fallidamente fue querer detener a Ovidio Guzman en su casa, en su ciudad, en su terreno, al lado de los suyos, lo que desató una inmediata respuesta de desafío a las autoridades, porque en minutos ya se tenía la orden por radio de matar a niños y mujeres familiares de militares, cuya unidad habitacional, fue prácticamente tomada por los sicarios que amenazaban con explotar dos pipas llenas de gasolina.

La amenaza del cartel se vio también en calles, avenidas, centros comerciales, desde donde se disparó al aire miles de balas para atemorizar a la población Culichi. El narco se puso en contra de sus mismos paisanos amenazando con matarlos si la guardia nacional no les daba al chapito.

Al final la decisión de entregar a Ovidio con los suyos sirvió para tranquilizar a la jauría que poco a poco fue dejando las calles y avenidas para volver a las alcantarillas a donde permanece.

Hoy el debate es si el presidente Andrés Manuel López Obrador actuó con pantalones o no. Yo creo que tomo la mejor decisión, la más difícil de lo que va de sus primeros 10 meses, el cambio de un delincuente para frenar la violencia y muerte en Culiacán. De no hacerlo, hoy estaríamos frente una matazón de la cual nunca sabremos sus dimensiones.

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