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El Poder Absoluto Enloquece


En lo que va del ya no muy incipiente sexenio Andrés Manuel López Obrador, diversos analistas tanto nacionales como internacionales, han analizado, criticado, cuestionado, e incluso aun otros, alabado o en el mejor de los casos justificado sus actuaciones.

El abogado Jaime Alejandro Pacheco Belmont, secretario general de la Barra Interamericana de Derechos Humanos para América Latina y El Caribe, tras señalar lo anterior, explica que estas reflexiones pueden integrarse a los tantos estudios sociológicos de este México que es dominado por un “político moralmente derrotado”. Sugirió a quien le de lectura a este análisis, que al final, pudiera compartirlo, eliminarlo o quemarlo, por su tendencia deliberativa.

En recientes días le di lectura a un libro titulado: “‘Cómo gobernar un país' (una guía antigua para políticos modernos), en el cual, Philip Freeman, recopila algunos textos importantes del gran Filósofo, Estadista, Orador y gran Abogado Marco Tulio Cicerón, “libro que no creo que haya ni siquiera hojeado nuestro Señor Presidente Obrador, afirmación que me atrevo a hacer vista la forma en la que conduce hoy en día las riendas de su Gobierno e intento de Transformación”.

Ya se ha mencionado que como contestatario se ubicaba en su terreno, cuadrilátero, incluso me atrevería a decir que en su zona de confort política y social.

No es lo mismo gobernar que criticar, no es lo mismo vociferar, gritar, creer que se tiene la varita mágica de la solución para llegar a un puesto que ha demostrado que si era por simple capricho y ambición personal.

Que llega lleno de rencores, con falacias e incongruencias; pero pasemos al análisis de lo que le recomendaría Cicerón si viviera y fuera uno de sus asesores (no omito reconocer que dudo que lo escucharía o que incluso este último rechazaría trabajar para él).

En primer término, se debe entender las leyes universales que gobiernan la conducta de los seres humanos. Esto no es difícil de entender si nos adentramos al ámbito del derecho natural, es decir, se deben garantizar todos los derechos inherentes a los seres humanos, como el derecho a la vida, a la libertad, etcétera, todos esos derechos que llevan al ciudadano a acercarse a la felicidad.

Mi pregunta es: ¿Lo hace este gobierno? Cuando vemos una gran carencia de Servicios, en el ámbito de salud que repercute en la vida de sus gobernados, o qué decir de la situación que vivimos ante el incremento de la inseguridad, la falta de certeza jurídica, el aumento del desempleo, la incertidumbre económica entre otras más.

En segundo término, debe prevalecer un equilibrio de poderes. Y es aquí donde el gran líder de oposición se convirtió en un tirano, instaurando virtualmente una monarquía presidencial (aunque suene un tanto ilógico hablando de formas de gobierno), pues al no haber un control o contrapeso de su gobierno -como lo dice Cicerón- se muta de dictador a tirano.

No existe un Gobierno con un real equilibrio de poderes. El Presidente se encargó de manera facciosa y antidemocrática de poner a sus pies y servicios a todos los poderes, el Legislativo, el Judicial y aun algunos autónomos como la CNDH. Como lo dice el libro en comento, “so pretexto de la necesidad de conveniencia o seguridad”.

En tercer término, “quien encabeza las riendas de un gobierno debe tener un carácter e integridad notable”. Es una premisa y una obligación la de poner por encima del interés personal, el interés del país. Olvidarse de caprichos y necedades, entender que hoy en día hay circunstancias diversas a las cuales nos debemos de ir acoplando o alienando. Ya no es la frase de campaña de “por el bien de todos, primero los pobres” (frase de Enrique González Pedrero).

No Señor Presidente, ya no está en campaña, ya no es oposición, es ahora Usted lo que tanto ambicionó; por lo tanto, ahora es, “Por el bien de todos, primero TODOS” (empresarios, campesinos, obreros, burócratas, etcétera), “porque si les va bien a todos, a México y a su Gobierno le irá también de la misma forma. Asuma su liderazgo y muestre su capacidad, o deje que otros lo hagan”.

En cuarto término, hay que tener cerca a los amigos... y más cerca a los enemigos. En este contexto, creo que su necedad y su arrogancia y su falta de humildad política le ha nublado la vista desde las alturas del poder y lo que está lejos lo ve cerca y viceversa.

Su orgullo y terquedad no le permiten aceptar que debe usar lentes para darse cuenta que tiene más enemigos dentro de su equipo y que su simpleza no le hace entrar en razón, que en política hay que generar puentes con sus oponentes, puentes, que en verdad sean para encausar el rumbo del país a buen puerto.

En quinto término, inteligente y perspicaz. “Cicerón decía que si los dirigentes no poseen un conocimiento meticuloso de aquello de lo que hablan, sus discursos no serán sino una cháchara de palabras vanas y sus actos estarán mal informados hasta extremos peligrosos”.

¿Le suena a algo de lo que hoy en día vemos con nuestro actual Gobierno? Cuantas incongruencias, inconsistencias, desinformación, falta de seriedad hay en cada declaración y/o acto de nuestro Señor Presidente. Está como el gran icono de la Televisión Mexicana que perpetuó la frase famosa “como dice una cosa, dice otra”.

En sexto término, hay que ser flexibles para obtener resultados, toda vez que Cicerón habla de flexibilidad ante las circunstancias que se viven. Decía que “negarse siempre a transigir constituye un signo de debilidad, y no de fortaleza”.

Hemos observado y constatado que el Presidente no negocia, no transige por el bien del país, hoy que vivimos una circunstancial en la cual, incluso podría aprovechar para demostrar su capacidad de negociación, e incrementar y no decrecer su capital político, vemos, cómo le da con el mazo a los burócratas, micro, pequeños y grandes empresarios, a los que les guste o no a los radicales, sostienen la economía del país, pudiendo crear lazos y vínculos para sanear las finanzas y reactivar realmente la economía.

Paulatinamente, el Presidente está descomponiendo el tejido social con sus políticas ya ni siquiera neoliberales, más bien inventos de magia económica como si fuera el otrora cómico Beto El Boticario, o como si fuera parte de Los Tres Chiflados, que queriendo componer una cosa descomponía diez más. No Señor Presidente, esto es un País, es México, es la gente que creyó en Usted. Póngase a la altura o simplemente de las gracias.

En séptimo término, no subir los impuestos si no es necesario. Para Cicerón, es esencial, garantizar a los ciudadanos sus pertenencias, sin concentrar las riquezas en unas cuantas manos, garantizando a sus gobernados todos aquellos programas y servicios que son necesarios e indispensables para garantizar la tranquilidad y estabilidad de la gente.

No soy economista –aclara el abogado Pacheco Belmont-, pero creo firmemente que los impuestos incluso se podrían reducir en un momento dado si se crearan políticas fiscales que garantizaran la correcta y equitativa recaudación, siempre y cuando también se incentivara el comercio, aun el que llaman informal, todos podrían con gusto contribuir si el gobierno fuera ecuánime en cuanto a ello.

Sin embargo, sigue habiendo condonaciones millonarias a los más ricos o poderosos y sanciones exorbitantes para los contribuyentes de bajo rango. Es decir, los que menos perciben.

En octavo termino, aprovechar la inmigración. Nos dice el libro que Roma pasó de ser un pueblecito a un imperio poderoso gracias a que acogió en su seno a nuevos ciudadanos a medida que se extendía por el Mediterráneo. En México podríamos apoyar a Ciudadanos de otros países con nuevas ideas, siempre y cuando empecemos por sanear nuestras políticas económicas y sociales. Para “no ser candil de la calle y oscuridad en su casa”.

En noveno termino, no es necesario pelear sin causa y sin justificación. Cualquier lucha, hay que hacerla basándose en la razón y no en la agresión. México no se ha caracterizado por ser un País Beligerante, que se tenga o deba entrometer en problemas externos pues se debe respetar la soberanía internacional. De la misma forma se puede aplicar a los problemas y luchas internas entre actores políticos, como se dijo en párrafo anterior.

En decimo término, CORRUPCIÓN. La corrupción no solo aniquila las formas y estilos de gobierno, lastima las arcas de recaudación financiera y es un flagelo latente en nuestro país.

La corrupción fue y es el estandarte de este gobierno como su lucha para combatirla y aniquilarla, pero vemos que solo es una simple fantasía, es como una palabra necesaria para adornar una frase.

Porque en la realidad vemos cómo se incrementa día a día esta, cómo está al servicio de quienes sirven a quien está sentado en la Silla Presidencial. Vemos cómo Salinas Pliego, Ana Guevara, Los Monreal, la tal Yeidckol Polevnsky, Epigmenio Ibarra, entre otros más, se vieron beneficiados con condonaciones fiscales millonarias; vemos cómo ante la inseguridad, los Carteles de la Droga tiene y gozan de privilegios, cómo coaccionan a Jueces y Togados Magistrados o Ministros a modo para que hagan lo que su contemporánea Alteza Serenísima de Macuspana haga lo que quiere.

Como podemos observar, si nos basamos a las máximas, principios o sugerencias de Marco Tulio Cicerón y lo comparamos con la forma de gobernar de nuestro Presidente, estamos condenados al desastre en nuestro México.

No se puede actuar como un tirano, la historia muestra que todos los lideres tiranos que quisieron imponerse en el poder terminaron derrocados, en el exilio unos, otros en la cárcel, otros muertos y otros olvidados y repudiados.

De tal suerte que López Obrador pretendió convertirse en un ser supremo que para muchos, su gobierno comenzó a ser un chachareo ya que la sociedad lo calificó de mil y una formas como el Superman de la Macuspana, El Kalimán de Comalcalco, El Kalimán chontalpo, El superhéroe Chontal, El superhéroe de la chontalpa, El súper-poderoso de la Chontalpa.

Y que si bien es cierto que acabó con el país, el poeta, dramaturgo y novelista francés Víctor Hugo escribiera su famosa obra de Los Miserables en ocho años, Andrés Manuel López Obrador en nueve meses hizo cincuenta millones de miserables.

“El poder absoluto te hace creer inmortal, sanador, juez, verdugo, incluso una mezcla de diablo y de Dios”, puntualizaría el abogado Jaime Alejandro Pacheco Belmont, en su análisis “El Poder Absoluto Enloquece”, rememorando la celebérrima del poeta y escritor mexicano Renato Leduc, “Sabía virtud de conocer el tiempo”.



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