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Una vía para erradicar la Inequidad de Género en el Sistema Educativo de México


En la actualidad, se habla de educación con perspectiva de género, y probablemente hemos la hemos escuchado mencionar, pero ¿qué significa? Para poder responder a esta pregunta primero debemos comprender a grandes rasgos el contexto de la educación en nuestro país. Originalmente, nuestro sistema educativo fue diseñado con una fuerte influencia europea, la cual promovía un modelo social planeado por hombres y para hombres, quienes según la forma de organización social de esos tiempos eran los actores política y económicamente reconocidos, mientras que a las mujeres se les asignó el papel de madres y cuidadoras. Fue así, que el enfoque educativo se centró en la figura masculina y su función dentro de la sociedad. Según Lagarde en su investigación sobre los mecanismos de represión patriarcal en la sociedad mexicana, las mujeres vivimos múltiples formas de cautiverio determinados por las normas, instituciones, modos de vida y la cultura masculina de nuestro país.

El académico Francisco Fuster hace un interesante análisis de dos propuestas de la Ilustración para la educación de las mujer europea: la de Rousseau y la de Mary Wollstonecraft. El primero propuso un modelo educativo en el que al referirse al rol de la mujer y el hombre en la sociedad afirmaba que: “Uno debe de ser activo y fuerte. El otro pasivo y débil […] Establecido este principio, de él se sigue que la mujer está hecha especialmente para agradar al hombre. […] Si la mujer esta hecha para agradar y para ser sometida, debe hacerse agradable para el hombre en lugar de provocarle”. Mientras que Wollstonecraft refutó la obra de Rousseau en su libro Vindicación de los Derecho de la Mujer en el que sostenía: “debo declarar que creo con firmeza que todos los escritores que ha tratado el tema de la educación y los modales femeninos, desde Rousseau hasta el doctor Gregory, han contribuido a hacer a las mujeres más artificiales, caracteres débiles que de otro modo no habrían sido y, como consecuencia, miembros más inútiles de la sociedad. […] las mujeres, no solo criaturas morales, sino también racionales, deben tratar de adquirir las virtudes humanas por los mismos medios que los hombres, en lugar de ser educadas como una especie de fantásticos seres a medias, una de las extravagantes quimeras de Rousseau.” (Fuster, 2007)

Ahora bien, desde la perspectiva del sistema de educación, el reconocido pedagogo Paulo Freire, desde el año 1968 escribió en su libro “pedagogía del oprimido”, sobre una pedagogía dominante que responde a las necesidades de la clase dominante e identificó un modelo de opresión estandarizado y naturalizado en el ámbito educativo, donde se daba una relación entre el docente y alumno marcada por la jerarquía y el saber. A pesar de que Freire se refería a los campesinos, podemos encontrar una clara similitud entre la pedagogía del oprimido y los modelos educativos mexicanos que claramente responden a los intereses de la clase dominante, que en este caso se identifica como la sociedad patriarcal. Esta pedagogía dominante es una que ha robado a las mujeres de igualdad de oportunidades tanto en el ámbito académico como en el social, y que nos condena a estar siempre por debajo del varón. Derivado de ello, la educación con perspectiva de género, según Azucena Solís, busca superar estereotipos de género y formar personas tolerantes y respetuosas de los derechos humanos a partir de modelos educativos no sexistas y más democráticos (Solís, 2016).

En la persecución de este ideal, el Instituto Nacional de las Mujeres mencionó en el 2004 la necesidad de incorporar “el proceso de resignificación simbólica que incorpore la diversidad como un principio pedagógico que enriquezca a las personas; esto representa un reto educativo, pues significa desarrollar, promover y construir alternativas creativas y estratégicas que incorporen la perspectiva de género en las diversas realidades y contextos que conforman nuestra sociedad mexicana”.

No obstante, en la actualidad se siguen propiciando desigualdades y la reproducción de conductas sexistas en el ámbito educativo. En su Informe sobre la Implementación del Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género en la UNAM junio 2018-2019, la Universidad Nacional Autónoma de México dio a conocer que durante este periodo 436 personas levantaron una queja por posibles hechos de violencia de género y se lograron identificar 385 personas agresoras.

El 99.3% fueron mujeres agredidas y el 94.5% de los agresores fueron hombres. El 59.5% de las mujeres agredidas tienen entre 18 y 24 años y el 20.8% entre 25 y 35 años.

76.8% de ellas fueron alumnas, 14.4% personal administrativo y 2.8% personal de confianza.

Estos datos ilustran que las principales receptoras de violencia de género dentro de la universidad son mujeres, siendo específicamente las alumnas quienes se encuentran en una posición de mayor vulnerabilidad. Mientras que el 44.4 % de los agresores son alumnos, 22.3% académicos y 17.4% personal administrativo. Los tipos de violencia que se presentan con mayor frecuencia son: sexual 70.9%, psicológica 43.8%, física 23.2%, acoso 11.7%, violencia patrimonial 8%.

Es evidente que el entorno educativo continúa replicando sistemas sociales de opresión y dominación de las mujeres, en el que el varón continúa recibiendo una educación para la autonomía mientras que la mujer es educada en la dependencia y la sujeción al hombre.

Las mujeres de nuestra sociedad tienen el derecho a una vida con igualdad de oportunidades, y a formar parte de una sociedad respetuosa de sus derechos humanos y las diferencias de género. A su vez, las niñas y niños tienen derecho a una educación libre de mecanismos de discriminación y desigualdades educativas que les permita desarrollar todo su potencial en un ambiente libre y seguro, por lo que la educación, sobre todo a nivel básico, aún tiene muchos retos por superar y cambios por implementar.

La escuela es un importante agente de cambio que tiene el encargo social de educar en la paz, la igualdad de género y la inclusión, y quienes formamos parte de los procesos educativos no solo debemos evitar reforzar los estereotipos de género sino debemos ayudar a transformar mentes y crear espacios seguros donde cualquier individuo pueda desarrollarse plenamente sin importar su sexo, identidad de género, orientación sexual, credo, origen étnico, discapacidad y contexto socioeconómico. Para que las mujeres podamos habitar en una sociedad con equidad de género se precisa de un sistema educativo que ayude a superar los estereotipos de género y a desactivar la violencia para que finalmente las mujeres podamos ser liberadas de nuestros cautiverios.

Bibliografía

Solís Sabanero, A. (2016). La perspectiva de género en la educación. En J.A. Trujillo Holguín y J.L. García Leos (coords.), Desarrollo profesional docente: reforma educativa, contenidos curriculares y procesos de evaluación (pp. 97-107), Chihuahua, México: Escuela Normal Superior Profr. José E. Medrano R.

Universidad Nacional Autónoma de México (2016). Protocolo para la Atención de Casos de Violencia de Género en la UNAM. Oficina del Abogado General. 11-18. [fecha de Consulta 13 de junio de 2020]. Disponible en: http://igualdaddegenero.unam.mx/wp-content/uploads/2018/10/informe-anual-2018.pdf

Fuster García, F. (2007) Dos propuestas de la Ilustración para la educación de la mujer: Rousseau versus Mary Wollstonecraft. A Parte Rei. Revista de Filosofía. 50, 1-11. [fecha de Consulta 13 de junio de 2020]. Disponible en: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/fuster50.pdf

Freire, Paulo (1970) Pedagogía del oprimido. Tierra Nueva. [fecha de Consulta 13 de junio de 2020]. Disponible en: www.servicioskoinonia.org ›FreirePedagogiadelOprimido

Lagarde y De Los Ríos Guadalupe Marcela. (2005) Los Cautiverios de las Mujeres: Madresposas, Monjas, Putas, Presas y Locas, Ed. Universidad Nacional Autónoma de México. [fecha de Consulta 14 de junio de 2020]. Disponible en: https://desarmandolacultura.files.wordpress.com/2018/04/lagarde-marcela-los-cautiverios-de-las-mujeres-scan.pdf

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