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AMLO, personaje de opereta ni mente privilegiada, ni un gran estudiante




Andrés Manuel jamás brilló como estudiante; es decir, en buen romance, jamás destacó como mente privilegiada, y si alguno de sus partidarios lo dudase, para eso están los archivos correspondientes, dijo a título personal el abogado penalista Alberto Woolrich Ortiz.

El también presidente de la Academia de Derecho Penal del Colegio de Abogados de México, A. C., subrayó: “Para muchos, más no para todos, Andrés Manuel López Obrador resulta ser un pésimo gobernante al igual que un pertinaz farsante, un personaje de opereta.

“Por tanto sin mayor análisis de su muy compleja personalidad, se puede sostener como frustrante el hecho de que un personaje de su apantallante talento, no sea catalogado por la cabalidad del pueblo como un gran Presidente de la República, ni de nada”, apuntó.

Previamente, consideró que “no podemos ni debemos de olvidar la inteligencia y sensibilidad desbordante de La Bruyere. Era como bien refiere Don Francisco Rodríguez, ‘una mente inactual’. Su lucidez le atormentaba muy seriamente en una época en que tantas ilusiones resultaran mutiladas. Era un hombre irrepetible, admirado y querido hasta por sus adversarios más radicales”.

Uno de sus pensamientos lo retrata cuando dijo: “El necio es un autómata. Es una maquina movida por un resorte. Fuerzas naturales irresistibles le hacen moverse y dar vueltas, siempre al mismo paso y sin detenerse nunca. Jamás está en contradicción consigo mismo, quien le ha visto una vez, le ha visto siempre”

Para muchos –remarca el prestigiado penalista Woolrich-, más no para todos, Andrés Manuel López Obrador resulta ser un pésimo gobernante al igual que un pertinaz farsante.

“Quienes le conocieron y trataron años atrás desde la época luminosa en la que fueron tomados los pozos petroleros, desde entonces no sólo intuyeron, sino que supieron a ciencia cierta, que el referido era solamente un personaje de opereta, sin subsistencia real alguna”.

Su amistad con Don Nicolás Reynés Berazaluce, en aquél entonces funcionario de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal, lo influenció para expresar discursos en nombre del muy sufrido pueblo tabasqueño, pero a pesar de esas piezas oratorias, que como bien decía Don Luis de Gonzaga y Sevilla, “olían a lámpara de aceite”.

Con sentido crítico, mencionó que Andrés Manuel jamás brilló como estudiante; es decir, en buen romance, jamás destacó como mente privilegiada, y si alguno de sus partidarios lo dudase, para eso están los archivos correspondientes.

Por tanto, sin mayor análisis de su muy compleja personalidad, se puede sostener como frustrante el hecho de que un personaje de su apantallante talento, no sea catalogado por la cabalidad del pueblo como un gran Presidente de la República, ni de nada.

Sin embargo, no obstante de haber recorrido todos los municipios que conforman el territorio nacional, no dejó de insistir jamás en llegar a ocupar el sitial de Presidente de la República, para el que se sentía inusitadamente preparado.

Desde ahora, puede decirse, sin eufemismo alguno, que jamás lo será. Su tiempo ya pasó y lo desperdició. “México al que dice servir no le dio, no le permitió, no le concedió esa oportunidad, porque el pueblo ahora lo conoce bien. El que ha tratado a Andrés Manuel López Obrador alguna vez, le ha visto todo.

“Posiblemente concluya su mandato pensando que es un iluminado sin serlo, posiblemente pensará que es ‘respetuoso’ de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. Ese será y desde ahora lo sostengo, el fin de su popularidad pueblerina”, sentenció.

Como Presidente de la República –refiere Woolrich-, traicionó su palabra empeñada para combatir eficazmente a la narco-política y a la corrupción imperante en la esfera de procuración e impartición de justicia, como desde siempre lo ha hecho; “él, en el fondo, desprecia nuestra Carta Magna, como desprecia a las instituciones de la Nación. En cuestiones de ley se encuentra ayuno el controvertido personaje tabasqueño”.

Al reclamar que la obsesión de continuidad en el poder que con necia porfía pretende alcanzar en futuras elecciones, precisa que “nos habla de sus bien marcados desajustes emocionales y morales”, aunque lamentó: “¡Cómo siento y lamento que el pueblo bueno, votara por él, sin conocer sus verdaderos adentros!”

Desde un observatorio crítico, el abogado Alberto Woolrich todavía desmenuza a tan singular personaje de la política mexicana. “A Andrés Manuel no le importa nada ni nadie, no le importa la ley, no le importa nuestra Constitución, no le importa el pueblo, no le importa México. Sólo se considera inteligente e iluminado. Desprecia todo y a todos.

“Su talento y su ironía –subraya- no son de esta época; él hubiera lucido e iluminado mejor en la Revolución Mexicana, en donde seguramente hubiese acabado fusilado por el pueblo, por los Dorados de Doroteo Arango”.

“¡Pobre México!, ¡pobre Andrés Manuel!, deberá conformarse con su tribuna mañanera. En fin, no quisiera en verdad que mis premoniciones se cumplan, como lo he expresado; sin embargo, no tengo al respecto dubitación alguna. Sólo lamento haber votado por un iluminado que jamás iluminará el destino de mi México”, concluyó.

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