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Corrupción, explotación y la decadencia, bandera socialismo

. BLAS A. BUENDÍA. ……………………………..

El archimillonario Donald Trump, ex presidente de Estados Unidos, atacó el modelo socialista que a estas alturas de la segunda década del nuevo milenio, sigue siendo el arma mortal incondicional de los pueblos ignorantes, que en lugar de elegir otros mecanismos democráticos para sustentar el futuro de las generaciones venideras, optan por ser manipulados por los gobiernos morenistas kakistocráticos, formados por los más ineptos, los más incompetentes, los menos calificados y los más cínicos. Pruebas sobran y están a la vista de todo el mundo.

Esos pueblos, donde sobresale México, conforme a la copiosa e histórica votación de 30 millones de sufragios a favor del fratricida confeso Andrés Manuel López Obrador —que supuestamente había garantizado el bienestar nacional— el ribereño se trasformó en hipérbole, en un verdadero acicate que ya no es tolerable su régimen que nunca fue gobierno, sino una cleptocracia en el poder.

Guardando las proporciones históricas, ni Benito Juárez hizo tantas tarugadas como el obradorato, el cual erosionó los organismos institucionales solo por un capricho de llevarle la contra a este pueblo que se ha visto muy agraviado, sexenio tras sexenio.

El obradorato, empecinado en que sus rústicos agente políticos de México y el resto de Latinoamérica, está desfasado para transmutar a México en una de sus peores etapas políticas de su historia, ya que “su tirada” es envolver a las masas en la desdicha y seguir abrazando la industria de la pobreza extrema, cada minuto, cada hora y cada día, es mantenerlo en una espiral abismal de la indigencia, cuya bandera conlleva a la hambruna hasta desaparecer de la faz del Planeta Tierra a millones de connacionales.

Como nunca antes, Donald Trump no había hecho manifestaciones sobre el socialismo que aún se practica en muchas regiones del mundo, toda vez que en su reciente discurso pronunciado ante la cúpula empresarial norteamericana, habló sobre el tema “más claro que ni el agua” que, sin mencionar al neo-clasista socialista mexicano Andrés Manuel López Obrador, éste cumple a cabalidad la contundente frase del necio: “No hay peor ciego que el que no quiere ver…”

Poseedor de una fortuna superior a los diez mil millones de dólares, entre su riqueza monetaria, que se agrupa su industria de bienes y raíces, Donald Trump, conjugó: “El socialismo promete prosperidad…, pero produce pobreza... El socialismo promete unidad…, pero produce odio y discordia. El socialismo promete ‘un futuro mejor’…, pero siempre vuelve a los capítulos más oscuros del pasado. Eso nunca falla, siempre sucede”, remarcó.

Su disertación fue muy ovacionada, perfilándose como pre candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, por segunda ocasión.

El socialismo —siguió fustigando— es una tristeza y desacreditada ideología, arraigada en la ignorancia total de la historia y naturaleza humana, por lo que el socialismo siempre dará lugar a la tiranía.

Y en esta serie de argumentaciones, agregó: “Los socialistas profesan un amor por la diversidad, pero siempre insisten en la conformidad absoluta. Sabemos que el socialismo no se trata de justicia, no se trata de igualdad, no se trata de elevar a los pobres. El socialismo trata de una sola cosa: ‘Poder para la clase dominante’”.

Y cuanto más poder obtienen —puntualizó— más lo anhelan. Quieren manejar la atención sanitaria, manejar el transporte y las finanzas, manejar la energía, la educación, manejar todo…

Quieren poder para decidir quién gana…, y quién pierde…, quién está arriba…, y quién está abajo…, qué es verdad y qué es falso…, e incluso, quién vive y quién muere…, sentenció con sentido genocida ante cientos de la clase conservadora estadounidense.

En resumen —subrayó Trump— todos aquí sabemos que no hay nada menos democrático y el socialismo en todo y cualquier lugar en el que aparezca. El socialismo avanza bajo la bandera del progreso, pero al final solo ofrece corrupción, explotación y decadencia”, insistió.

En el entorno político y académico se desprende que la corrupción es en la gran mayoría de casos corrupción de dinero público, por lo que sus consecuencias afectan a todos.

Mientras que casos de corrupción en el ámbito privad, sólo afecta a los accionistas de las empresas involucradas, cuando nos encontramos ante corrupción con dinero público, los damnificados son la sociedad en su conjunto.

Reducir la corrupción en cualquier país es uno de los objetivos más loables que una sociedad puede perseguir, además de uno de los más demandados. Tanto es así que no podemos entender el auge de partidos, si no es por el hecho de que los votantes están hartos de una cleptocracia que lleva décadas llenándose los bolsillos con el dinero que tanto nos cuesta ganar y que tan gratuitamente despilfarran los políticos. Ya se sabe, “el dinero público no es de nadie”, pero al paso de los gobiernos, si son oclócratas, no es el Ejecutivo que se enriquece directamente, sino cuenta con sus allegados o familiares, que finalmente “todo queda entre la familia feliz, feliz, feliz”.

El fracaso del colectivismo. En su reciente y primera participación en el Foro Económico de Davos, el presidente de Argentina, Javier Milei, se expresó sobre el "estrepitoso fracaso de los modelos colectivistas", entre los que incluyó a todas las formas de gobierno occidentales.

“Todos. No hay diferencias sustantivas. Comunistas o socialistas, socialdemócratas, demócratas cristianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas, fascistas, nazis o centralistas, son todos iguales", aseguró ante el estupor general.

Frente a este panorama, la respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador no esperó el desayuno del día siguiente, y en un arranque de ira, se le fue a la yugular a su homólogo de Argentina, Javier Milei, a quien calificó de ser “un extravagante”, ya que sus propuestas para desaparecer al Estado no son nuevas.

En Davos, Milei tuvo una destacada intervención como verdadero y auténtico Estadista, a comparación del ribereño Andrés Manuel López Obrador, quien durante su frustrado mandato nunca asistió a convenciones internacionales como el del Grupo de los 20, o de alta envergadura globalizadora, porque sufre del síndrome del “miedo escénico” debido a que no habla inglés. Su ignorancia supina quedó una vez más revalidada.

El mandatario argentino, sin embargo, aseguró que "los socialistas se vieron forzados a cambiar su agenda. Dejaron atrás la lucha de clases basada en el sistema económico para reemplazarla por otros supuestos conflictos sociales igual de nocivos para la vida en comunidad y para el crecimiento económico.

"La primera de estas nuevas batallas —precisó— fue la pelea ridícula y anti natural entre el hombre y la mujer. El libertarismo ya establece la igualdad entre los sexos. La piedra fundacional de nuestro credo dice que todos los hombres somos creados iguales, que todos tenemos los mismos derechos inalienables otorgados por el creador, entre los que se encuentran la vida, la libertad y la propiedad", argumentó.

Luego, afirmó: “En lo único que devino esta agenda del feminismo radical es en mayor intervención del Estado para entorpecer el proceso económico, darle trabajo a burócratas que no le aportan nada a la sociedad, sea en formato de ministerios de la mujer u organismos internacionales dedicados a promover esta agenda".

Lejos de ser la causa de múltiples problemas, el capitalismo de libre empresa, como sistema económico, es la única herramienta que tenemos para terminar con el hambre, la pobreza y la indigencia, a lo largo y a lo ancho de todo el Planeta.

La evidencia empírica es incuestionable —apuntó— por eso, como no cabe duda de que el capitalismo de libre mercado es superior —en términos productivos— la doxa de izquierda, ha atacado al capitalismo por sus cuestiones de moralidad, por ser —según ellos— dicen sus detractores, que es injusto.

Dicen que el capitalismo es malo porque es individualista y que el colectivismo es bueno porque es altruista, y en consecuencia bregan por la "justicia social". Pero este concepto que en el primer mundo se ha puesto de moda en la última década, en Argentina —precisó— es una constante del discurso político desde hace más de 80 años. “El problema es que la justicia social no sólo no es justa sino que tampoco aporta al bienestar general”, reconoció.

Milei no dejó de flagelar el fenómeno antisocial que representa el socialismo en este nuevo milenio, pues consideró que “gracias al capitalismo de libre empresa hoy el mundo se encuentra en su mejor momento. No hubo nunca, en toda la historia de la humanidad, un momento de mayor prosperidad que el que vivimos hoy. El mundo de hoy es más libre, más rico, más pacífico y más próspero que en cualquier otro momento de nuestra historia. Esto es cierto para todos pero es particularmente cierto para aquellos países que son más libres, donde respetan la libertad económica y los derechos de propiedad de los individuos”.

En pocas palabras, sin que diera cuenta que sus aciertos le provocarían en el presidente mexicano pronunciar sus disertaciones incendiarias, Javier Milei lanzó un recurso de reflexión en la partición de la riqueza de cada país.

Dijo: “Aquellos países que son más libres son 8 veces más ricos que los reprimidos, el decir más bajo de la distribución de los países libres vive mejor que el 90% de la población de los países reprimidos, tienen 25 veces menos cantidad de pobres en el formato estándar, y 50 veces menos en el formato extremo, y por si eso fuera poco, los ciudadanos de los países libres viven un 25% más que los ciudadanos de los países reprimidos.

“Ahora bien —prosiguió— para entender qué venimos a defender, es importante definir de qué hablamos nosotros cuando hablamos de libertarismo. Para definirlo retomo las palabras del máximo prócer de la libertad de nuestro país, Alberto Benegas Lynch: ‘El libertarismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, en defensa de la vida, la libertad y la propiedad de los individuos’”.

Dicho de otro modo, el capitalista es un benefactor social que, lejos de apropiarse de la riqueza ajena, contribuye al bienestar general. En definitiva, un empresario exitoso es un héroe.

Este es el modelo que nosotros estamos proponiendo para la argentina del futuro. Un modelo basado en los principios fundamentales del libertarismo: la defensa de la vida, de la libertad y de la propiedad.

Ahora bien, si el capitalismo de libre empresa y la libertad económica han sido herramientas extraordinarias para terminar con la pobreza en el mundo; y nos encontramos hoy en el mejor momento de la historia de la humanidad, ¿por qué digo entonces que occidente está en peligro?

Digo que “occidente está en peligro” justamente porque en aquellos países que debiéramos defender los valores del libre mercado, la propiedad privada, y las demás instituciones del libertarismo, sectores del establishment político y económico, algunos por errores en su marco teórico y otros por ambición de poder, están socavando los fundamentos del libertarismo, abriéndole las puertas al socialismo y condenándonos potencialmente a la pobreza, a la miseria y al estancamiento.

Porque nunca debe olvidarse que el socialismo es siempre y en todo lugar un fenómeno empobrecedor que fracasó en todos los países que se intentó. Fue un fracaso en lo económico. Fue un fracaso en lo social. Fue un fracaso en lo cultural. Y además asesinó a más de 100 millones de seres humanos.

El problema esencial de occidente hoy es que no sólo debemos enfrentarnos a quienes, aun luego de la caída del Muro (de Berlín) y la evidencia empírica abrumadora, siguen bregando por el socialismo empobrecedor; sino también a nuestros propios líderes, pensadores y académicos que, amparados en un marco teórico equivocado, socavan los fundamentos del sistema que nos ha dado la mayor expansión de riqueza y prosperidad de nuestra historia.

El marco teórico al que me refiero es el de la teoría económica neoclásica, que diseña un instrumental que, sin quererlo, termina siendo funcional a la intromisión del Estado, el socialismo, y la degradación de la sociedad. 

Recapitulando, el mundo jamás olvidará que “el Estado tiene el monopolio de la violencia”, y en este aspecto, los autócratas están al acecho —como auténticos demonios—, para abrir las puertas al socialismo, atentando contra el crecimiento económico de las naciones, regular monopolios, destruir las ganancias, destrozar los rendimientos crecientes que automáticamente destruiría el crecimiento económico y crear nuevas castas de millonarios ladrones.

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