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El espía que llegó del sur

.RICARDO BEISAGA. ………………………………………..

El ex embajador Víctor Manuel Rocha rompió a llorar al ser acusado de espiar para Cuba, y vio, entre lágrimas, como su esposa Karla Wittkop, su hija y la abogada Jacqueline Arango, abandonaban la sala durante su comparecencia inicial en el edificio de Justicia Federal James Lawrence King, de la ciudad de Miami, el día lunes 4. Un Gran Jurado presentó en las últimas horas los cargos contra Rocha, de un total de seis delitos, que en conjunto llevarían a una pena máxima de cárcel de 60 años si es hallado culpable.

Rocha tenía una audiencia el miércoles 6 en un tribunal de Miami, la segunda en el proceso desde que fue arrestado el pasado 1 de diciembre, pero el juez Edwin G. Torre la pospuso para el próximo martes 12 de diciembre. En esa audiencia le serán presentados formalmente todos los cargos al colombiano Rocha, que se nacionalizó como estadounidense en 1978.

Manuel Rocha está acusado de conspirar para actuar como agente de un gobierno extranjero sin notificación previa al Fiscal General, y de utilizar un pasaporte obtenido mediante una declaración falsa, otra por conspiración de ese mismo crimen y «defraudar a Estados Unidos». También tiene cinco cargos por fraude electrónico, tres por «hacer una declaración falsa en una solicitud de pasaporte», cuatro por «uso de un pasaporte obtenido mediante una declaración falsa» y uno por «declaraciones y representaciones falsas», según el documento de la acusación.

El ex embajador fue arrestado en Miami después de confesar sus actividades a un agente del FBI que se hizo pasar por otro espía cubano. Según consta en el escrito de acusación, entre 2022 y 2023 hubo tres reuniones entre Rocha y un agente especial del FBI que fingió ser «Miguel», un representante de la Dirección General de Inteligencia de Cuba.

En esos encuentros, que fueron grabados y se llevaron a cabo en español, el ex diplomático se refirió constantemente a Estados Unidos como «el enemigo» y confesó que su mayor preocupación cuando trabajaba para el Departamento de Estado fue «fortalecer la Revolución» cubana. «Para mí, lo que se ha hecho ha fortalecido a la Revolución. La ha fortalecido inmensamente. No podemos poner eso en peligro», le dijo a «Miguel» durante la charla que mantuvieron el 17 de febrero de 2023.

Rocha elogió a Fidel Castro como el «Comandante» y se refirió a sus contactos en la inteligencia cubana como sus «Compañeros» y a los servicios de inteligencia cubanos como la «Dirección». En el mismo documento el agente especial Haley incluyó revelaciones que Rocha le hizo a «Miguel» sobre sus actividades como espía del régimen cubano. En una reunión de noviembre de 2022, el ex embajador recordó el episodio del «derribo de las avionetas».

Recordemos que Rocha desde julio de 1995 hasta julio de 1997, sirvió como Oficial Principal Adjunto en la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana. El incidente que recordó ocurrió durante ese lapso de tiempo, en febrero de 1996, cuando el régimen de Fidel Castro derribó dos avionetas desarmadas operadas por miembros del grupo «Hermanos al Rescate», con sede en Estados Unidos. El episodio dejó cuatro hombres muertos.

«Fue un momento de mucha tensión», le reconoció Rocha a «Miguel». «Fue la época de los Hermanos al Rescate y otras personas similares que empujaban la política hacia provocaciones innecesarias», agregó. En ese momento, el gobierno cubano tenía gran interés en saber cómo podría responder Estados Unidos a un ataque contra el grupo que pilotaba los aviones, Hermanos al Rescate. El escuadrón, con base en Miami, sobrevolaba el estrecho de Florida en busca de emigrantes cubanos a bordo de balsas y, en ocasiones, entraba en el espacio aéreo cubano para lanzar panfletos antigubernamentales sobre La Habana.

En esa misma reunión admitió haber viajado a Cuba en «2016 o 2017» para reunirse con miembros de la Dirección General de Inteligencia en La Habana. Para llegar allí, reveló que viajó a través de Panamá y entró en Cuba «como dominicano». El documento del Tribunal del distrito sur de Florida señala que los registros de viaje confirman que, en enero de 2017, el ex embajador viajó a Cuba.

El 2 de enero de ese año, usando un pasaporte estadounidense con el número 530963729, voló desde el Aeropuerto Internacional de Miami a Santo Domingo, República Dominicana. El 3 de enero, utilizando su pasaporte de República Dominicana en lugar de un pasaporte estadounidense, voló de Santo Domingo a Ciudad de Panamá, y luego de Ciudad de Panamá a La Habana. El 7 de enero de 2017, utilizando su pasaporte dominicano, Rocha realizó el viaje de regreso de La Habana a Ciudad de Panamá, y luego a Santo Domingo.

Posteriormente a Miami el 8 de enero de 2017, utilizando su pasaporte estadounidense con el número 530963729. Dos meses antes, en noviembre de 2016, había viajado a La Habana directamente desde Miami con su pasaporte estadounidense. Las revelaciones que hizo Rocha durante los encuentros con el agente del FBI fueron corroboradas por las autoridades estadounidenses.

En la tercera reunión habían acordado un cuarto encuentro para el 8 de diciembre de 2023. Sin embargo, el pasado 1 de diciembre dos agentes del Servicio de Seguridad Diplomática (DSS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Estado realizaron una entrevista consensuada y voluntaria a Rocha. Durante la entrevista, el ex embajador mintió repetidamente.

Cuando se le mostró una foto de una de las reuniones, dijo que la inteligencia cubana le había contactado pero que solo había sido una vez. Sin embargo, cuando los agentes del Servicio de Seguridad Diplomática le dijeron que los entrevistadores poseían información de que se había reunido con esa persona en más de una ocasión, el ex embajador dijo que no quería hacer comentarios.

La Oficina del FBI en Miami sigue investigando el caso, con la colaboración del Servicio de Seguridad Diplomática del Departamento de Estado y de la Oficina del FBI en Washington.

El Fiscal General de Estados Unidos, Merrick B. Garland, dijo: «Durante más de 40 años, Víctor Manuel Rocha sirvió como agente del Gobierno cubano y buscó y obtuvo puestos dentro del Gobierno de los Estados Unidos que le proporcionarían acceso a información no pública y la capacidad de afectar la política exterior de los Estados Unidos».

En la querella criminal presentada por los fiscales, afirmaron que el diplomático, Víctor Manuel Rocha, había ayudado en secreto a la «misión clandestina de recolección de información de Cuba contra Estados Unidos sirviendo como agente encubierto y agente de la Dirección General de Inteligencia de Cuba», desde 1981 aproximadamente. En esa época ascendía en el Departamento de Estado y trabajaba brevemente en un alto cargo de la Casa Blanca.

Según los fiscales, Manuel Rocha, que actualmente tiene 73 años de edad, se habría reunido con miembros de la agencia de espionaje de Cuba en una fecha reciente, 2017, según una declaración jurada presentada ante el tribunal por Michael Haley, agente especial del FBI en Miami. Se le citó diciendo a Rocha que «lo que hemos hecho» era «enorme» y «más que un jonrón» utilizando un lenguaje beisbolero. Las conversaciones fueron en español y el FBI las tradujo.

La denuncia no dio detalles sobre cómo podía haber influido Manuel Rocha en la política de seguridad estadounidense, qué información podía haber enviado a Cuba o durante cuánto tiempo lo había investigado el gobierno. Pero describía tres reuniones celebradas aproximadamente durante el último año entre el ex diplomático y un agente encubierto del FBI que Rocha creía que era un representante de la Dirección de Inteligencia, la agencia cubana de espionaje.

La carrera diplomática de Manuel Rocha comenzó en 1981, cuando comenzó a trabajar en el Departamento de Estado. Entre 1989 y 1991, fue Primer Secretario de la embajada estadounidense en la Ciudad de México, entre 1991 y 1994 fue Jefe de Misión Adjunto en la Embajada de Estados Unidos en Santo Domingo, República Dominicana, entre 1995 y 1997 trabajó como oficial principal adjunto de la Sección de Intereses de los Estados Unidos en La Habana, Cuba, entre 1997 y 1999 fue jefe de Misión Adjunto en la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires, Argentina,  y entre 1999 y 2002 actuó como Embajador en Bolivia en la Embajada de Estados Unidos en La Paz, Bolivia.

Durante más de dos décadas, Manuel Rocha trabajó en asuntos relacionados con hispanoamérica en una serie de funciones en el Departamento de Estado durante el mandato de los presidentes Bill Clinton y George W. Bush, incluido un periodo como embajador en Bolivia de 2000 a 2002. Nacido en Colombia y criado en New York, Rocha fue asesor del mando militar estadounidense que incluye la región de Cuba de 2006 a 2012.

El caso ha provocado una evaluación interna para determinar qué secretos podrían haberse revelado y ha puesto en duda la eficacia de los programas de contraespionaje creados para descubrir espías, dijeron altos funcionarios. John Feeley, ex diplomático de carrera que trabajó junto a Víctor Rocha hace décadas, dijo que el caso podría estar entre las peores filtraciones de inteligencia de la historia reciente. «Manuel tenía literalmente las llaves del reino», dijo Feeley. «Si tenía que ver con Cuba, él lo veía».

El Fiscal General Merrick Garland dijo a la prensa en Washington: «Esta acción pone al descubierto una de las infiltraciones de mayor alcance y duración en el gobierno de Estados Unidos por parte de un agente extranjero». Y agregó que Rocha había «buscado un empleo en el gobierno estadounidense que le proporcionara acceso a la información no pública y la capacidad de influir en la política exterior de Estados Unidos».

Según sus amigos y conocidos, Rocha abrazó el socialismo en su juventud, eso no cabe duda, es más, esas influencias izquierdistas las traen de hispanoamérica, como sucede con la inmensa mayoría de la gente hispana. En una reunión en el mes de noviembre con el agente encubierto, Rocha dijo que había recibido instrucciones de la agencia de espionaje de Cuba de «llevar una vida normal» y que había creado la personalidad de una persona «de derecha» para evitar que se descubriera su trabajo como espía, según la declaración jurada.

Quienes conocen a Rocha de su época en Argentina, dicen que, su discurso lo vinculaba con los sectores más de derecha del partido republicano, en aquella época Rocha decía que él solo creía en Donald Rumsfeld, quien luego sería secretario de Defensa de George W. Bush Jr., y en Richard «Dick» Cheney, luego vicepresidente de Bush Jr., lo mismo sostiene Eduardo Gamarra, profesor de Relaciones Internacionales, que conoce a Rocha desde la década de 1980, «Todo el tiempo se presentó como un tipo de derecha» y «Se hizo cada vez más trumpista».

Víctor Manuel Rocha estudió en Yale y se licenció en Harvard y Georgetown en la década de 1970. Comenzó su carrera como funcionario encargado de Honduras en el Departamento de Estado en 1981, más o menos cuando, según los fiscales, empezó a trabajar para Cuba.

En Buenos Aires, Rocha, estuvo destinado desde 1997 hasta 2000, no fue embajador, pero cumplió funciones como máximo diplomático de los Estados Unidos. En aquel entonces el presidente Bill Clinton, estaba en colisión con el Senado de su país con la comisión de Relaciones Exteriores, liderada por el anticomunista republicano Jesse Helms, quien le negaba el acuerdo a los embajadores que proponía el presidente Clinton.

Rocha, un diplomático de carrera con el cargo oficial de encargado de Negocios, el segundo funcionario en importancia después del embajador, quedó entonces a cargo de la representación diplomática de los Estados Unidos en Buenos Aires. Rocha nunca vivió en el palacio Bosch que sirve de residencia a los embajadores de Estados Unidos, vivió con su familia, en una señorial casa en el barrio «Belgrano R».

En esa casona solía realizar comidas con decenas de invitados, entre las que se contaban políticos, empresarios y periodistas. Muchas veces esas reuniones eran limitados a la prensa argentina, con la que mantuvo una relación poco habitual en los diplomáticos estadounidenses. En esas tertulias Manuel Rocha solía escuchar a sus invitados, ahora, habría que preguntarse para quien recopilaba información, si para Estados Unidos o para Cuba.

Uno de esos invitados era el jefe del servicio de inteligencia del entonces presidente Carlos Menem, Hugo Anzorreguy. Menem, que había inaugurado las «relaciones carnales» con Estados Unidos, era un enemigo declarado de Fidel Castro, a quien le hacía ciertos desplantes en las cumbres iberoamericanas. Menem decía públicamente que Cuba sería democrática cuando Castro se alejara del poder. Otro de los contertulios era Carlos Escudé, un asesor muy cercano del entonces canciller Guido Di Tella. Creo que Rocha recopilaba información A1 para La Habana.

Una vez que Clinton obtuvo el acuerdo para el nombramiento de James Walsh, Rocha fue ascendido a embajador y enviado a Bolivia. En ese entonces el trasiego de cocaína de Bolivia a los Estados Unidos era el tema principal entre ambos países. Poco después, Manuel Rocha realizó la gran Braden, un grave error político, ahora con el diario del lunes, podemos afirmar con total seguridad que no hubo tal error, sino que sus declaraciones respondían a un plan perfectamente planificado en Cuba.

En las elecciones presidenciales del año 2002 en Bolivia, en la que participó Evo Morales, un candidato líder de un sindicato cocalero, indígena, anti estadounidense, en esa elección perdió, pero fue elegido en 2005. Pero antes de la votación de 2002, el embajador Rocha dijo públicamente que elegir a Evo Morales empeoraría las relaciones con Estados Unidos. «Quiero recordarle al electorado boliviano que si elige a los que quieren que Bolivia vuelva a ser un exportador de cocaína pondrá en peligro la ayuda de Estados Unidos».

Evo Morales aliado incondicional de Cuba, dijo luego, irónicamente, que Rocha había sido su mejor «jefe de campaña» para acceder al poder. Está comprobado que Rocha no dio nunca una explicación convincente en el Departamento de Estado sobre ese supuesto «error», tan grosero en una persona con probada sensibilidad política. Oto Reich, ex secretario de Estado adjunto que fue supervisor de Manuel Rocha en el Departamento de Estado, dijo que las declaraciones habían sorprendido a sus supervisores.

«Nunca lo aclaró con el estado», dijo Oto Reich, en alusión al Departamento de Estado. «Recuerdo que en aquel momento estaba molesto, sumamente molesto». Luego de su experiencia boliviana, Rocha se jubiló cuando tenía solo 50 años. Lo que hizo Manuel Rocha fue reproducir en Bolivia, más de medio siglo después, el enfrentamiento Braden-Perón de 1946. Como Perón en aquellas elecciones, Evo Morales fue elegido presidente de Bolivia.

El lema de campaña se redujo a la disputa Spruille Braden, embajador de los Estados Unidos y Juan Domingo Perón candidato a la presidencia. Al otro candidato nadie lo mencionó, muchos se atribuyeron esa frase o ese lema: «Braden o Perón», pero tengo conocimiento de que perteneció al escritor Miguel Ángel Speroni, quien acababa de llegar de vivir en el exterior, y en un bar de la zona del Congreso, garabateó la idea en un papel y se lo pasó a una persona con llegada directa al peronismo.

A Rocha se lo recuerda en Buenos Aires, de sus viajes a dicha ciudad, pero no en calidad de diplomático, ya se había jubilado, según él, ya que quería que sus hijos tuvieran la mejor educación posible en los Estados Unidos, y su sueldo de funcionario no era acorde y buscaba ganar dinero en la actividad privada. Entonces fungía como miembro de un poderoso estudio jurídico de Miami.

En otra ocasión, pasó por Buenos Aires con un proyecto verdaderamente delirante, en ese momento California sufría una grave crisis energética. Rocha quería ver al presidente Néstor Kirchner o a su canciller, el ex montonero Rafael Bielsa, para proponerle que la Argentina le comprara gas a Bolivia. Ese gas luego pasaría por el gasoducto que existe con Chile hasta llevarlo al Pacífico. En el mar de Chile estarían barcos de Estados Unidos aguardando el gas boliviano que lo convertirían en gas licuado y lo trasladarían a California.

Manuel Rocha cometía un error histórico, grave para alguien que había vivido tanto en Argentina como en Bolivia, eso era desconocer el conflicto internacional histórico entre ambos países. Por más que Evo Morales y Néstor Kirchner eran kamaradas ideológicamente, no se lo habría perdonado. Se desconoce si Rocha llegó a hablar con funcionarios K, lo que se sabe es que nunca se concretó.

En su último viaje a Buenos Aires convocó a más de un centenar de personas en un salón del elegante y exclusivo Jockey Club, para disertar sobre iberoamérica. Estaban ex funcionarios, políticos, empresarios conocidos y periodistas. En dicha reunión, llamó la atención cuando expresó su respeto al poder electoral del entonces presidente venezolano Hugo Chávez. «He aconsejado en Washington que no lo presionen a Chávez con un plebiscito sobre su continuidad porque lo más probable es que lo gane. No hay que subestimarlo».

Luego dijo algo que es acorde al verdadero socialista Rocha, al hablar de Cuba, se refirió a Fidel Castro de una manera que nunca se escuchó de un diplomático estadounidense, «Es el zorro político más inteligente de América Latina».

Manuel Rocha, llegó por primera vez a Santo Domingo en 1983 como agregado político en la embajada de los Estados Unidos. En Honduras, sirvió en una segunda ronda junto al embajador Robert Pastorino. Cuando Pastorino fue designado en la República Dominicana, Rocha volvió en 1991 una vez más, en la ocasión como segundo en la misión. Tuvo un papel destacado en la solución de la crisis política en las controvertidas elecciones de 1994, en la que Joaquín Balaguer se jugó el poder frente a José Francisco Peña Gómez y el posterior acortamiento del periodo a dos años por las acusaciones de fraude.

Víctor Manuel Rocha visitaba con frecuencia el país antes y después de abandonar el servicio diplomático y trabajó en varios puestos privados como consejero de asuntos internacionales. Casado con una dominicana, se estableció en Santo Domingo al ser designado presidente de la Barrick Pueblo Nuevo. A sus gestiones se debe el éxito de esa empresa minera en mejorar su imagen y acrecentar sus relaciones con el gobierno dominicano.

Hasta ahora, la infiltración más perjudicial era el espionaje de décadas en Estados Unidos, fue la de Ana Belén Montes, quien trabajó como analista principal en la Agencia de Inteligencia de Defensa, donde se especializó en Cuba, hasta su detención en 2001. Sobre esa cuestión escribí un artículo en esta misma revista en enero de 2023, con el título: «Ana Belén Montes».

El ex investigador de la Agencia de Inteligencia de Defensa que trabajó en el caso Ana Montes, Chris Simmons, dijo que sería muy difícil —si no imposible— que Estados Unidos obtuviera una evaluación precisa de los daños si el propio Rocha no facilitaba esa información. «Van a depender totalmente de su cooperación» y agregó: «Aunque sepan que va a mentir y minimizar, sigue siendo mejor que nada».

Christopher Wray, director del FBI, instó a realizar una exhaustiva investigación para determinar la extensión de las actividades de espionaje de Rocha y evaluar cualquier daño potencial causado a la seguridad nacional. El funcionario federal sostuvo que las acciones del ex diplomática no representan solo una violación flagrante del juramento de los funcionarios federales, sino también una traición a la confianza del pueblo estadounidense.

«Como todos los funcionarios federales, los diplomáticos estadounidenses hacen un juramento de apoyar y defender la Constitución de los Estados Unidos. Actuar como agente de Cuba, una potencia extranjera hostil, es una violación flagrante de ese juramento y traiciona la confianza del pueblo estadounidense», afirmó Wray.

El funcionario federal subrayó la importancia de la lealtad y la integridad de quienes representan a Estados Unidos en el ámbito internacional. Que un embajador esté involucrado en actividades de espionaje plantea graves preguntas sobre la seguridad de la información clasificada, la necesidad de revisar los protocolos de selección y monitoreo del personal diplomático.

La confianza depositada en los embajadores es fundamental para el funcionamiento adecuado de la diplomacia. La revisión de estos procesos podría implicar medidas más rigurosas de verificación de antecedentes, evaluaciones de seguridad continuas y salvaguardias adicionales para prevenir casos similares en el futuro. La revelación del espionaje de alto nivel por parte de un embajador estadounidense destaca la necesidad de mantener una vigilancia constante sobre la seguridad nacional y la integridad de las instituciones del gobierno.

No hacía falta conocer el caso del diplomático Víctor Manuel Rocha, como un recordatorio de la necesidad continua de medidas rigurosas para proteger los intereses y la seguridad de Estados Unidos en el ámbito diplomático. El caso Ana Belén Montes era suficiente para monitorear y revisar el caso de muchos diplomáticos y funcionarios denunciados, cuya investigación no se llevó a cabo, por negligencia o por complicidad.

El ex embajador y diplomático estadounidense Hugo Llorens, dijo que Rocha era «¡Traidor total! ¡Un hombre nefasto! Este es un tipo que vivió una existencia privilegiada en Key Biscayne con sus millones. Un tipo que se benefició enormemente del capitalismo con sus hijos asistiendo a las escuelas más exclusivas de EEUU y a campamentos de verano en España. Sin embargo, se proclama orgulloso revolucionario y llama enemigo a la nación que lo adoptó. Es la forma más baja del ser humano».

Hugo Llorens, escribió en respuesta a una publicación en la red social LinkedIn, de su colega Kathleen Doherty, quien compartió una noticia del diario New York Times sobre el arresto de Rocha. «Rocha fue mi primer jefe en el Servicio Exterior y uno de mis primeros mentores. Sensación de traición, enojo, pero no solo con él. ¡¿Cuatro décadas de espionaje y recién descubierto?!», escribió indignada Doherty, quien tiene una amplia trayectoria diplomática ocupando altos cargos en las embajadas de Estados Unidos en Roma, Moscú y Londres.

El silencio y su comportamiento lúgubre que rodeaba a Manuel Rocha, cuando compareció en la fiscalía, era totalmente diferente a la del diplomático elegante, locuaz y encantador que recuerdan muchos ex colegas y que constan en los archivos del gobierno. Rocha, nacido el 23 de octubre de 1950 en Colombia, tiene ciudadanía estadounidense y dominicana. Esta

El FBI comenzó a sospechar de Rocha en 2022 y un agente encubierto lo contactó en noviembre de ese año por WhatsApp para trasladarle «un mensaje de sus amigos en La Habana». Es increíble que Rocha no haya consultado por sus medios con gente de la inteligencia cubana sobre el contacto.  «Buenas tardes embajador, me llamo Miguel y tengo un mensaje para usted de sus amigos de La Habana. Se trata de un asunto delicado. ¿Está disponible para una llamada telefónica?», decía el mensaje. «No entiendo, pero puede llamarme», respondió Manuel Rocha.

Ese mismo día a la tarde hablaron por teléfono, una conversación que fue grabada por la inteligencia estadounidense. «Miguel» le comentó al diplomático que había problemas «en la isla» y en «nuestra embajada en Santo Domingo», y le pidió mantener un encuentro en persona. Acordaron encontrarse al día siguiente, el 16 de noviembre de 2022, frente a la Primera Iglesia Presbiteriana de Miami, en el barrio de Brickell, a las 10 de la mañana. Esa reunión también fue grabada en audio y video.

«Mientras se desplazaba al lugar de la reunión, Rocha realizó una ruta de detección de vigilancia (SDR) acorde con las técnicas de la DGI. Según mi formación y experiencia, el objetivo de una SDR es determinar si se está siguiendo u observando a una persona de camino a una reunión encubierta. Concretamente, las fuerzas del orden observaron que Rocha tomaba un camino indirecto, más largo y tortuoso hacia la iglesia, en lugar de ir directamente. Además, entre otras cosas, se detuvo durante la ruta en un lugar durante varios minutos para poder observar el lugar de la reunión desde una distancia segura. El uso por Rocha de técnicas de contra vigilancia es coherente con su formación previa en operaciones encubiertas», explicó el agente del FBI Haley.

Durante el encuentro, el presunto representante de la DGI se presentó como «un representante encubierto en Miami», cuya misión era «contactar con usted, presentarme como su nuevo contacto y establecer una nueva planta de comunicaciones». «Quiero que le digas a mis ‘Compañeros’ que aprecio y agradezco mucho esta alerta», comentó Rocha, y explicó que, durante su último contacto con la DGI, «pude viajar a la capital y estando allí tuve una larga reunión en La Habana».

Asimismo, le dijo a «Miguel» que en sus conversaciones iniciales no deberían hacer mención a «La Habana»: «Tenemos otro nombre. Nunca utilizamos La Habana. Suelo decir ‘La Isla’. Nunca utilizo C o H». Y agregó: «Desde que la Dirección me pidió que llevara una vida normal, he creado la leyenda de una persona de derechas». «Sé por mi formación y experiencia que una leyenda es un antecedente artificial de un agente o un rasgo de su biografía utilizado para mantener su condición de agente encubierto», explicó Haley.

Rocha dijo que su último viaje a la capital cubana había sido en «2016 o 2017». «Entré como dominicano», refiriéndose a que usó su pasaporte de República Dominicana en lugar de su pasaporte estadounidense.

Antes de terminar la reunión, el ex embajador estadounidense reveló detalles precisos de las cuatro décadas que prestó servicio al régimen cubano: «Fueron décadas (…), décadas que fueron profundas. Casi 40 años (…) de mucho peligro». «Me da mucho orgullo y satisfacción ver que gente como Miguel, que es mucho más joven, pero que están ahí haciendo esto, que no es fácil. No es fácil, es una lucha (...) Esto es un sacrificio enorme, con mucha tensión que tienes que manejar internamente, con autodisciplina, todo el tiempo», añadió.

Manuel Rocha aceptó reunirse de nuevo con el presunto representante de la DGI entre el 10 y 17 de febrero de 2023. El 17 de febrero era la «fecha de reserva». Rocha también propuso otro lugar de encuentro, en caso de no poder reunirse en Miami, y señaló la posibilidad de Santo Domingo, en República Dominicana, donde «la gente de bajos ingresos va al patio de comidas». Esto, para que Rocha no fuera identificado.

Finalmente se reunieron el 17 de febrero, en el mismo lugar de Brickell. Ese día Rocha utilizó las mismas técnicas de contra vigilancia, y «utilizó un billete de pesos colombianos como libertad condicional». En esa reunión habló de cómo obtuvo su empleo en el Departamento de Estado: «Fui poco a poco. Fue un proceso muy meticuloso, muy disciplinado. Yo sabía exactamente cómo hacerlo y obviamente la Dirección me acompañó. Ellos sabían que yo sabía cómo hacerlo. Es un proceso largo y no fue fácil”.

Además, celebró sus actividades a favor de la DGI y en contra de los intereses de Estados Unidos: «Para mí, lo que se ha hecho ha fortalecido a la Revolución. La ha fortalecido inmensamente. No podemos poner eso en peligro. Soy muy celoso con lo que hemos hecho y con lo que tengo que proteger, y con lo que hemos hecho». «Hicimos más de lo que se pensaba», y «la Dirección sabe» lo que hizo Rocha. Lamentó, además, «los golpes que el enemigo —en alusión a Estados Unidos—, le ha dado a la Revolución actual».

La tercera reunión entre Rocha y «Miguel» se llevó a cabo el 23 de junio de 2023, en el mismo lugar de las veces anteriores. Una vez más, el diplomático utilizó la misma técnica de distracción para llegar al punto de encuentro. El presunto agente cubano le planteó que «la Dirección» quería saber si todavía seguía siendo un «Compañero». Rocha se mostró molesto con la pregunta, y expresó su lealtad al régimen: «Nunca en 40 años he puesto en peligro a un Compañero. Ni a otros, nunca».

Prometió, además, proteger «todo lo que se ha hecho». «Siempre lo he protegido y siempre lo protegeré, y sé cómo protegerlo». Acordaron un cuarto encuentro el 8 de diciembre de 2023. Sin embargo, el pasado 1 de diciembre dos agentes del Servicio de Seguridad Diplomática (DSS, por sus siglas en inglés) del Departamento de Estado realizaron una entrevista consensuada y voluntaria a Rocha.

Cuando los agentes de los Servicios de Seguridad Diplomática de Estados Unidos se presentaron en su domicilio para interrogarlo, Rocha negó por completo haber contactado con ningún agente cubano. Durante la entrevista, el ex embajador mintió repetidamente. Por ejemplo, negó haber conocido a alguien con la descripción de la persona encubierta, incluso después de que se le mostrara una foto.

Cuando se le mostró una foto suya sentado frente al agente del FBI durante una de sus reuniones, Rocha dijo que el agente se le había acercado, pero sólo una vez. Sin embargo, cuando los agentes del Servicio de Seguridad Diplomática le dijeron que los entrevistadores poseían información de que se había reunido con esa persona en más de una ocasión, Manuel Rocha dijo que no quería hacer comentarios.

Fidel Castro y los izquierdistas nunca se resignaron a abandonar el proyecto de ocupar Bolivia, que fue frustrado con la caída del Che Guevara. Castro consideraba que la posición estratégica de Bolivia en Sudamérica era el terreno propicio para expandir su revolución. No es descabellado pensar en que Víctor Manuel Rocha fue un peón o una pieza fundamental en los planes de Fidel Castro para la región. Ya no se trataba de intentarlo por las armas, un camino clausurado.

Se trataba de respaldar a líderes populistas para que participen en elecciones democráticas y luego se apropien, desde adentro, de las instituciones para perpetuarse en el poder. Es la revolución por otros caminos que se hicieron posible con al arribo al poder político de personajes como Hugo Chávez, Maduro, Ortega, Evo Morales, Lula, los Kirchner, etc.

El historiador boliviano Carlos Brockman, dice en su artículo «Manuel Rocha y su frase que cambió la historia», que, durante una cena ofrecida a un grupo de periodistas bolivianos, el entonces embajador Rocha, al intentar justificar su declaración, comentó que la condición para mantener buenas relaciones con Estados Unidos «es total adhesión a los lineamientos de Washington. Colombia es un buen ejemplo...».

Evo Morales, quien figuraba cuarto en las encuestas, terminó en segundo lugar en la votación, con un margen muy estrecho respecto a su inmediato perseguidor, Manfred Reyes Villa. A tres días de las elecciones generales del año 2002, el gobierno boliviano, para contrarrestar la declaración de Rocha, afirmó que los ciudadanos «están capacitados para elegir a su presidente de forma libre y soberana». La inédita advertencia del diplomático tuvo lugar justo en el Chapare, la zona de cultivo de la hoja de coca, y fue calificada por los candidatos presidenciales como una «intromisión» en los asuntos internos de Bolivia.

Pero el daño ya estaba hecho, Morales subió en los últimos días previos a la elección, tras la declaración de Rocha, de un 11% en las encuestas iniciales a un 21.94%, a menos del 1% de diferencia con el ganador de esas elecciones, Gonzalo Sánchez de Lozada. Ese fue el inicio del ascenso al poder de Evo Morales que se concretaría en la siguiente elección en el 2006.

Con toda seguridad que la inteligencia cubana, y el mismo Rocha, estuvo al tanto del antecedente histórico de finales de la Segunda Guerra Mundial, en las inoportunas declaraciones del entonces embajador de Estados Unidos en Argentina, Spruille Braden, contra el entonces coronel Juan Domingo Perón. Braden lo acusó de ser aliado del Eje y de ser un nazi. Dichos ataques, en plena campaña electoral, consiguió que Perón lograra el aumento del apoyo popular al peronismo, que se mantuvo en el poder durante más de 70 años.

Un artículo de «The New Yorker» de 1961 recuerda las palabras de John Moors Cabot, Consejero de la embajada de Estados Unidos en Buenos Aires en aquel entonces, quien afirmó que «no creía que Perón hubiera perdurado tanto tiempo si Braden no hubiera causado tal revuelo». La detención del espía Manuel Rocha, es propio de una novela negra, de un thriller, contiene todos los ingredientes, la traición, la felonía, la mentira, todo el dramatismo de las novelas de John Le Carré.

El hombre no vino del frio, llegó al frio de New York, él y su familia llegaron del calor, la figura de Manuel Rocha, agente encubierto, surge de entre las sombras, dando a conocer una identidad que venía guardando celosamente y que sorprendió a muchos. El acto realizado por Víctor Manuel Rocha no constituye una simple traición, sino una alta traición a la Patria, algo que en tiempos no lejanos se pagaba con la vida.

Muchos ya se están preguntando, tontamente, que es lo que movió a Rocha a cometer semejante traición, no fue el dinero, fue la ideología. Si el gobierno no toma medidas drásticas, que debió tomarla luego de la detención de Ana Belén Montes, la cosa irá mal. Estamos en una nueva Guerra Fría y el mundo del espionaje está en su mejor momento, solo vean lo que sucede con los espías rusos, que se aprovechan de la porosidad del Estado argentino. En el mundo político las lealtades son cosas frágiles y más aún cuando de por medio está la ideología.

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