Encuestadoras a modo deben de corregir sus pronósticos
. FEDERICO BERRUETO. ………………………….
De no corregir sus pronósticos las casas encuestadoras tendrán que salir el 2 de junio en la noche con un “usted disculpe”. Es una historia que se ha repetido en varias ocasiones, notoriamente en la elección de 2012, cuando se difundió una ventaja considerablemente mayor a la que resultó. Con una excepción no hubo explicación. Si se repitiera la historia en la elección próxima sería buen precedente al menos la disculpa.
Las encuestadoras en sus cortes de enero dan ventaja considerable a Claudia Sheinbaum. Una de ellas 80% y 17% para Xóchitl Gálvez. Al momento, la síntesis o promedio de encuestas de Oraculus ofrece el resultado 64% CS; 29% XG y 6% JAM. Debe advertirse que los resultados son inconsistentes con la evaluación del acuerdo presidencial que, en el último corte de El Economista, elaborado por Consulta Mitofsky es del orden de 55.6 el acuerdo con el presidente y 44.4 el desacuerdo. En otras palabras, Claudia Sheinbaum va 9 puntos por arriba del acuerdo y Xóchitl Gálvez 15 puntos por debajo del desacuerdo. Si se considera la evaluación del gobierno en varios rubros sensibles al votante, la aprobación baja considerablemente, particularmente en seguridad y corrupción.
Hay mucho por delante. El oficialismo se esmera en presumir que lo que viene ratificará las cifras de los encuestadores, y para no pocos válidas, aunque nada puede asegurarlo. En realidad se desconoce la situación por tres consideraciones: primero, buena parte de los votantes no tienen definido por quién votar; segundo, las encuestas muestran las intenciones de voto de quienes responden, los reportes no informan sobre el rechazo, que debe de ser de al menos 40%, una proporción importante y no puede asumirse que son abstencionistas o que reproducen la misma intención de voto de quienes responden; tercero, el sector indeciso, blando o llamado switcher, es tan grande como para alterar el resultado de manera imporante.
Las encuestas normalmente sobreestiman al oficialismo, situación que los lleva a la sospecha, con o sin razón. Así sucedió en 2012 con Peña Nieto y más recientemente con Morena en la elección del Estado de México. En Durango, en 2022 los sondeos de opinión se equivocaron en pronosticar el triunfo de Morena y en Tamaulipas sobreestimaron al oficialismo. Pregunta obligada es si la verdadera contienda tiene que ver más con la aprobación/rechazo del presidente López Obrador que con la intención de voto en las encuestas convencionales.
Por experiencias anteriores y por la realización de estudios a profundidad sobre el estado emocional del votante, el poder predictivo de la elección estará más próximo a la aprobación del presidente López Obrador y al estado de ánimo o humor social de la población, aspecto difícil de medir con técnicas convencionales cuantitativas.
Otro aspecto que ignoran los resultados de las encuestas es el efecto de las elecciones concurrentes, particularmente la elección de alcaldes que habrá en todo el país, con la excepción de Durango y Veracruz. En 2024 no hay candidatos presidenciales fuertes del perfil de Fox, Peña Nieto o López Obrador; por tanto, lo local tendrá mayor peso respecto a las elecciones anteriores, particularmente la de presidentes municipales y alcaldes, las que más activan a los votantes. Los estudios y los precedentes anticipan un cuadro mucho más competitivo y plural que lo que indican las encuestas nacionales de los candidatos presidenciales.
El entorno, la concurrencia de elecciones locales, el humor social y las campañas mismas indican que la elección estará más competida respecto al día de campo que perfilan para Morena los estudios de opinión, y que sí impactan a las campañas, financiadores, medios y candidatos y sus equipos, no tanto a los votantes.
Las encuestas han sido sumamente imprecisas para anticipar el resultado; se entiende el interés noticioso, pero debiera acompañarse con un sentido de reserva y no la convicción de que es un pronóstico más o menos preciso de lo que resultará en la elección. Son previsibles cambios en las intenciones que deberán irse registrando. De no ocurrir una corrección o ajuste en sus números, es probable un escenario en el que el resultado sea diferente al del pronóstico, confirmando que las encuestas han dejado de ser factor de certidumbre para ser un recurso más en el engaño y manipulación del votante. De suceder, sería de esperar de los difusores y de sus autores al menos un “usted disculpe” y de ser posible una razonable y razonada explicación.
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