Exilio español: siembra intelectualy huella indeleble para México
Cuando se habla de historia de la educación superior en México se debería incluir la palabra España, pues nada referente a la educación de nuestro país se puede entender sin la influencia española, aseguró Javier Garciadiego Dantan, doctor honoris causa por la UNAM, así como profesor-investigador y exdirector de El Colegio de México.
La relación entre ambos países respecto a la generación de conocimiento y formación de instituciones académicas no se limita a determinados momentos refulgentes, “la hubo antier, ayer, la hay hoy y la habrá mañana”, dijo al ofrecer la conferencia El exilio español en México: memoria, identidad y legado, la primera de la Cumbre de Rectoras y Rectores México-España 2024.
“Hoy, las relaciones no se limitan a compartir alumnos, docentes y proyectos. Nuestras relaciones están entrelazadas por el trabajo, la vida, el esfuerzo y la muerte”, manifestó.
En el auditorio Alfonso Caso de Ciudad Universitaria, y ante más de 100 autoridades universitarias de ambos países, el también exintegrante de la Junta de Gobierno de esta casa de estudios consideró que en algunos momentos históricos la influencia ha sido mutua, y así continuará siendo en el presente y futuro. “El exilio español nos dejó una siembra intelectual y una huella indeleble que aún perdura”.
Al hacer un recuento de la educación en México, el historiador se remontó a mediados del siglo XVI, cuando en la hoy Ciudad de México, que acababa de ser la vieja Tenochtitlan, se fundaba la Real y Pontificia Universidad de México, creada para la instrucción de “criollos y naturales”, término que abarcaba a indígenas y mestizos. Por parte de España la petición la recibió Carlos V y la autorización la concedió Felipe II.
En 1553 la institución inició sus labores con seis cátedras que con el tiempo se incrementaron. Su creación fue importante para la urbe y para el nuevo país: las poblaciones que son asiento de una buena universidad adquieren una distinción innegable, una cultura superior en base a su sociedad educada. “Las universidades convierten a los vecinos en ciudadanos, esto es, en seres informados, responsables y comprometidos”, subrayó.
El siglo XVIII tuvo en nuestras tierras una ilustración menos atrevida, innovadora, antiautoritaria y secularizante que en Francia, Escocia, Prusia y Estados Unidos, apuntó el especialista.
“Las universidades mexicanas y españolas compartimos parte de nuestros respectivos pasados y muchos de nuestros perceptibles futuros”, aseguró.
Dijo que en ese siglo la influencia francesa en España, y años después en México, trajo la formación de varias instituciones vinculadas a la ilustración francesa. “Por ejemplo nuestra Academia de San Carlos, fundada en 1781, a imagen y semejanza de la de San Fernando en Madrid, ambas dedicadas a las artes plásticas y la arquitectura”.
Garciadiego Dantan enfatizó que el siglo XIX fue de rompimientos y alejamientos entre ambas naciones. “Nos confrontamos políticamente y nos distanciamos en los asuntos intelectuales; desapareció la Real y Pontificia Universidad de México. Fue un siglo anárquico, plagado de conflictos políticos, ideológicos, económicos y hasta militares, donde México careció de universidad”.
Exilio. Para la fundación de la Universidad Nacional en 1910 se habían retomado las relaciones con las universidades españolas y se invitó a la Universidad de Salamanca como madrina, por haber sido su modelo en el siglo XVI.
“Justo Sierra solicitó a Miguel de Unamuno que asistiera, pero vino Rafael de Altamira, de la Universidad de Oviedo”, quien posteriormente regresó a México con el exilio republicano, fue profesor en El Colegio de México y en la UNAM, y aquí murió en 1952.
Una pléyade de españoles ilustres pobló la UNAM, el Instituto Politécnico Nacional, el Fondo de Cultura Económica y fundó la Casa de España, germen de El Colegio de México, institución resultado de esa semilla del exilio.
Garciadiego Dantan acotó que los años cuarenta del siglo pasado fueron, en términos culturales y editoriales, una fiesta en México.
“La influencia de admirables españoles que llegaron exiliados tras la guerra civil para el mejoramiento de nuestra educación superior, nunca podrá soslayarse. El desarrollo de la ciencia y las humanidades en México está íntimamente ligado a los científicos españoles que nos trajeron las olas del inmenso océano, según la versión del poeta Pedro Garfias”, finalizó.
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