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Homenaje a la Morena del Tepeyac será virtual 2020


Radio Vaticano informó, para América Latina (30/11/2020 11:30) que por motivo de la pandemia, las celebraciones no serán presenciales; todas las intenciones enviadas serán colocadas en el altar de la Basílica. Y Ojo, mucho Ojo, con motivo de la pandemia, las celebraciones no serán presenciales, todos los propósitos o mandas enviados, serán colocados en el altar de la Basílica; este año, el homenaje a Nuestra Señora de Guadalupe será virtual, no presencial. El Santuario Guadalupano publica en su página web una serie de iniciativas que permitirá a los fieles participar en las celebraciones de la Morenita del Tepeyac.

En primer lugar, el santuario mariano ha pedido a todos los peregrinos que deseen visitar a la Virgen, que hagan visitas escalonadas al santuario, respetando los protocolos de salud, de diciembre a enero del próximo año, con objeto de evitar las concentraciones masivas. Todos los visitantes podrán dejar una vela, junto a la estatua de San Juan Pablo II, para que el 11 de diciembre sea encendida en el atrio de la Basílica, en señal de la propia presencia ante la Virgen. Podrán también llevar flores, cuyos pétalos serán recogidos y colocados en un espacio de la iglesia; siempre en recuerdo de su visita. Cada 12 de diciembre miles de fieles se congregan en México para venerar una imagen que suponen apareció por primera vez en 1531, acontecimiento que conmovió a varios Papas.

Según diversos investigadores, el culto guadalupano es una de las creencias más históricamente arraigadas en el actual México y parte de su identidad, y ha permanecido presente en el desarrollo como país desde el siglo XVI,​ incluso en sus procesos sociales más importantes como la Independencia de México, la de Reforma, la Revolución mexicana​ y en la sociedad mexicana actual, en donde cuenta con millones de fieles; algunos de ellos profesantes como guadalupanos sin ser necesariamente parte del catolicismo.​ Las raíces devocionales primigenias de esta imagen estarían en la Virgen de Guadalupe (Extremadura, España), por la cual tenían devoción los conquistadores españoles.

Según la tradición católica, el cuerpo de documentos históricos aceptados por la iglesia, y esencialmente la narración del Nican Mopohua, el llamado milagro guadalupano ocurrió de la siguiente manera: El santo Juan Diego Cuauhtlatoatzin nació en 1474 en Cuautitlán, entonces reino de Texcoco, perteneciente a la etnia de los chichimecas; su nombre era Cuauhtlatoatzin, que en su lengua materna significaba ‘águila que habla’, o ‘el que habla con un águila’.

Siendo ya adulto y padre de familia, atraído por la doctrina de los padres franciscanos, llegados a México en 1524, habría recibido el bautismo y el nombre hispano de Juan Diego, y su esposa se llamó María Lucía; siendo celebrado también el matrimonio cristiano. Su esposa falleció en 1529. El Nican Mopohua narra que el sábado 9 de diciembre de 1531, mientras se dirigía a pie a Tlatelolco, en un lugar denominado Tepeyac, tuvo lugar la primera aparición de la Virgen María, que se le presentó como “la perfecta siempre virgen santa María, madre del Dios verdadero”. La Virgen le encargó que en su nombre pidiese al obispo capitalino, el franciscano Juan de Zumárraga, la construcción de una iglesia en el lugar de la aparición. Como el obispo no aceptó la idea, Cuauhtlatoatzin volvió a ver a la Virgen ese mismo día y ella le pidió que insistiese (segunda aparición).

Al día siguiente, domingo 10, Cuauhtlatoatzin volvió a encontrar al prelado, quien lo aprobó en la doctrina cristiana y le pidió pruebas objetivas en confirmación del prodigio. Ese mismo día tuvo lugar la tercera aparición en la cual la Virgen María mandó entonces a Juan Diego que al día siguiente, lunes 11, fuera a verla para que le diera la señal que haría que le creyera.

El día lunes 11 Cuauhtlatoatzin no fue al Tepeyac porque halló a su tío Juan Bernardino enfermo, quien le pidió a Juan Diego que al día siguiente fuera a Tlatelolco en busca de un confesor, pues estaba seguro de que iba a morir; Juan Diego obedeció y salió en la madrugada del día martes 12 de diciembre de 1531, pero recordando que la Virgen lo tenía citado y temeroso de que lo entretuviera y no lo dejara ir en busca del confesor, quiso evitar su encuentro y así, en vez de seguir, derecho su camino, subió por entre el Tepeyac y el cerro al que estaba unido, pensando rodear el Tepeyac por la ladera que mira al oriente hasta llegar a donde ahora queda el frente de la Basílica y tomar ahí el camino de Tlatelolco. En su camino la virgen le salió al encuentro (cuarta aparición) y le explicó la situación de su tío, entonces le respondió la Virgen María: "Oye y ten entendido, hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón; no temas esa enfermedad ni otra alguna enfermedad y angustia. ¿No estoy yo aquí, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No soy yo tu salud? ¿No estás por ventura en mi regazo? No te apene, ni te inquiete otra cosa; no te aflija la enfermedad de tu tío, que no morirá por ella, está seguro de que ya sanó".

Juan Diego convencido de lo que le dijo, pidió a la Virgen que le diera la señal y el mensaje para llevarlos al obispo. La Virgen entonces le dijo que subiera a la cumbre del cerrito donde solía verla y que cortara las flores que allí encontraría, invitándole a subir hasta la cima de la colina de Tepeyac para recoger flores y traérselas a ella. No obstante la fría estación invernal y la aridez del lugar, Cuauhtlatoatzin encontró varias flores, entre ellas abundantes rosas de Castilla, extrañas por la temporada invernal y el terreno desértico, una vez recogidas las colocó en su “tilma” y se las llevó a la Virgen, que le mandó presentarlas al obispo como prueba de veracidad. Una vez ante el obispo el santo abrió su “tilma” y dejó caer las flores mientras que en el tejido apareció, inexplicablemente impresa, la imagen de la Virgen de Guadalupe, que desde aquel momento se convirtió en el corazón espiritual de la Iglesia en México.Fuente: Radio Vaticano…

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