La luxuria del poder político de la 4T
.BLAS A. BUENDÍA. …………………………
“A mí no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”, frase boñiga de “quien ya se fue…”
Todo sistema de gobierno totalitario desconoce, atenta, destruye, impide y corrompe la justicia, alertó la Academia de Derecho Penal del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, por lo que llamó a la Élite del Poder Económico, a ungirle al Ejecutivo federal sacudirse de la estupidez que heredara de Andrés Manuel López Obrador.
El bloque comunista, acusó, efectivamente es parte de la cotidianidad de ese tipo de gobiernos retrógradas, toda vez que la historia —sin equívoco alguno— ha demostrado a las nuevas generaciones que los socialistas juegan con la vida de sus gobernados como si fueran animales irracionales o marionetas que no tienen ni alma ni corazón, o algo más peor, gobernar con sentido boñiga.
Hace milenios, el escritor, teólogo y filósofo cristiano San Agustín de Hipona (Imperio Romano de Tagaste, 13 de noviembre de 354—Hipona imperio romano de Occidente, 28 de agosto de 430), siempre se distinguió por defender la libertad y la existencia de una sola voluntad, expresaba: “La única diferencia existente entre una asociación política y una agrupación de delincuentes era la justicia”.
Aquellos sistemas cuya forma de gobernar sea absolutista es, según el parecer de San Agustín, una asociación de agraviadores de la ley que actúa y detenta el poder por encargo del líder, que resulta ser el jefe de esa proterva hermandad.
El primer paso de la Cuarta Transformación de la Nación cimentó la plenitud de su poder político en la realización de acciones tendientes a nulificar los verdaderos controles legales e institucionales, tan es así, que su líder Andrés Manuel López Obrador de manera vergonzosa y por demás demencial, expresó: “A mí no me vengan con el cuento de que la ley es la ley”.
Esa forma de prescindir los destinos de nuestra Nación por parte de quien fuera el presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos, convirtió su poder en un poder irresponsable, insensato y arbitrario o, lo que es lo mismo, ofensivo al Estado de Derecho, a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y a sus Leyes Secundarias.
Después de proponer y obtener su Reforma al Poder Judicial Federal, Andrés Manuel López Obrador, en sus tribunas mañaneras proclamó: “El pueblo sabio (que soy yo) ha actuado con una gran responsabilidad política, moral e histórica de todo aquello que ha acontecido”.
Quedó así la intriga aperturada y expedita para emprender el camino de la impunidad política.
Así quedó “jurídicamente” organizada la gobernanza del crimen al servicio de la voluntad de Andrés Manuel López Obrador y sus secuaces, como un Estado de Excepción permanentemente liberado de los cotos que con anterioridad le imponía la Carta Magna y la Ley de Amparo Reglamentaria de los artículos 103 y 107 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Desde ese preciso momento la Cuarta Transformación de la República se convirtió en un Estado exento de control e inmune a la ley y a la justicia.
Desde el Movimiento de Regeneración Nacional, Andrés Manuel López Obrador, jocoso, pregonó reiteradamente y a los cuatro vientos: “A mí no me vengan con los cuentos de que la ley es la ley”.
Nunca cambió en su forma de pensar para destruir a la justicia, a sus instituciones y a la Nación, transmutarse en un auténtico Traidor a la Patria.
México, en muy cercana fecha, tendrá jueces, magistrados y ministros de todo talante, cualquiera que sea su moral y conocimientos.
Es decir, las salas judiciales se transformarán en salas de ejecución inmoral y de relevante impudicia, casi resucitando la época de Tomás de Torquemada (1420—1498), quien fue un presbítero dominico español, confesor (de consigna) de la reina Isabel la Católica y primer inquisidor general de Castilla y Aragón en el siglo XV.
Para no dejar cabos sueltos y con base a lo anterior, ya lo dijo un General de Tres Estrellas: “Queremos formar una milicia de abogados, una milicia de la justicia, unida a los ideales firmes de la Cuarta Transformación de la Nación para llegar al Estado que cimentó nuestro caudillo López Obrador”.
La pregunta sin respuesta es: ¿Por qué se perdió la regla general que refiere: “Donde quiera que exista un derecho y ese derecho sea vejado habrá que hacer valer ineludiblemente una defensa imprescindible para tutelar absolutamente ese Derecho?”
En este ejercicio de ideas, a veces, las preguntas más profundas y complejas no tienen respuestas fáciles o claras. La falta de respuesta podría fincarse en un llamado a la reflexión personal; un desafío para buscar más información; un recordatorio de la complejidad del tema; o, una oportunidad para explorar nuevas perspectivas.
Frente a esa inquietud en que todo sistema de gobierno totalitario desconoce, atenta, destruye, impide y corrompe la justicia, lamentablemente es cierto, ya que en el bajo mundo se advierte que “el poder no se presta, solo se ejerce a cualquier precio para seguir gozando de impunidad”.
Los sistemas de gobierno totalitarios, abundando en el tema, suelen caracterizarse por su falta de respeto a la justicia y los derechos humanos.
A continuación, se presentan algunos aspectos que ilustran cómo estos sistemas boñigas afectan la justicia, más aún en manos de la Cuarta Transformación cuya presidenta es la Doctora y Científica Claudia Sheinbaum Pardo.
Desconocimiento de la justicia
Ignoran por completo la separación de poderes
No reconocen la independencia del Poder Judicial
No respetan los derechos fundamentales de los ciudadanos
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