México está muy dividido y muy Fragmentado
“Ojalá logremos superar las discordias, ojalá logremos superar las divisiones, estamos muy divididos, muy fragmentados y eso es grave, esto nos debilita y esto pone sombras en nuestro futuro”, alertó Don Sergio García Ramírez, durante el homenaje post mortem que le rindió el Poder Judicial de la Ciudad de México, que preside el magistrado Rafael Guerra Álvarez.
En su legado literario, propuso: “Recomendaría a los jóvenes juristas, pero también a los jóvenes médicos, a los jóvenes ingenieros, a los jóvenes filósofos, jóvenes artistas, obreros y campesinos, que con amor hagan lo que más se pueda para lograr una conciliación, una toma de conciencia mejor de la que tenemos en este momento y para eso, hay que fomentar la unión, la unidad, la unidad nacional”.
Don Sergio, con sus amplios conocimientos que lo distinguían como un Estadista, si la suerte lo hubiera asistido por parte de los agentes de poder en la regia época priista, con plena seguridad hubiese sido un extraordinario Presidente de la República, íntegramente paradigmático.
En sus memorias, Don Sergio García Ramírez puntualiza: “No se trata de evitar que la gente piense con libertad, no, en plena libertad, pero una unidad fervorosa hacia las grandes causas de nuestro país”.
A lo mejor —precisó— lo que estoy diciendo se ha dicho mucho y es muy retórico pero sigue siendo válido, “porque si no lo hacemos, las consecuencias pueden ser, más bien, sean negativas; en cambio, si lo hacemos puede ser venturosas y el país tiene muchos recursos no solamente materiales, sino morales para salir adelante. Pues, ahora, yo casi, casi les preguntaría a ustedes, ¿qué es lo que ustedes piensan hacer?”
Del Alba al Crepúsculo… “Del Alba al Crepúsculo, Páginas de mi vida”, es una obra literaria que el propio Doctor Sergio García Ramírez tuvo la delicadeza de trazar la pureza del ocaso de su existencia, al dejar un importante legado que se antoja describirlo como “una premonición poética”.
Construyó un edificio de su vida que fue ampliamente fructífera y reconocida internacionalmente al escalar, en materia jurídica, más allá del pináculo que lo distinguió dentro del Derecho a nivel internacional.
Un reconocimiento a un singular jurista y gran humanista, un hombre del Renacimiento que destacó con excelencia en la gran variedad de actividades que desarrolló a lo largo de sus 85 años de existencia.
Don Sergio, como se le conocía con afecto en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM, su última y amada morada laboral, dejó un “Pliego de Anticipaciones”.
En la academia, despegó como alumno brillante de la Facultad de Derecho de la UNAM, titulado con Mención Honorífica en la licenciatura en 1963 y primera mención Magna Cum Laude (Con gran honor), el doctorado en 1971. En la docencia fue inspirador maestro sobre todo de derecho procesal penal.
El Poder Judicial de la Ciudad de México, que encabeza el magistrado Rafael Guerra Álvarez, en compañía del ministro Juan Luis González Alcántara-Carrancá; de la esposa de Don Sergio, Doña Carmen Valles Septién viuda de García Ramírez; jueces y magistrados de este órgano autónomo, rindió merecido homenaje post mortem al maestro y catedrático que ofrendó toda su vida, emprendedor del Derecho en beneficio de la colectividad.
En su obra literaria “Del Alba al Crepúsculo, Páginas de mi vida”, Don Sergio García Ramírez puntualiza el origen, sentido y destino de esta que fue su última misión, una gestión que servirá para las siguientes generaciones de Abogados en sus diferentes ramas del Derecho.
Imagen integrada. Bajo el rubro de “Dos palabras”, Don Sergio, describe: “Estoy muy lejos del alba, que apenas recuerdo, y en la inmediata cercanía del ocaso. No lo conozco ni lo sabré hasta que alguien me indique la puerta que deberé abrir y el camino que habré de recorrer.
“Doy cuenta de mi vida, ya larga: más de ochenta años de andar caminos. De cada uno he tomado enseñanza y experiencia. Ahora miro hacia mí, muy adentro, y pongo mis recuerdos bajo la mirada de los lectores.
“Atraigo memorias antes de que la memoria se desvanezca. He intitulado este ejercicio: Del alba al crepúsculo. Disto de aquélla y transito en éste, cerca del punto en el que el crepúsculo se convierte en ocaso, y el ocaso, en oscuridad y silencio.
“No he podido ‘ni podría’ mencionar todas las estaciones y personas que han aparecido en el curso de ocho décadas. Refiero mis puntos de vista sobre los hechos y los dichos de México, mi tierra, y los mexicanos, mis compatriotas.
“Más allá de las anécdotas, intento consideraciones que contribuyan a entenderlas y explicarlas. Lo hago a mi manera, por supuesto. También expreso mis gratitudes, que son numerosas. Con éstas abastecí mi existencia. En fin, por todo y a todos, gracias. Y adiós”, concluye el hombre que se caracterizó por su humildad —que donde quiera que éste, en el Alba de nuestro espacio sideral—, nos deja un mandamiento que habrá que seguir su paradigma en las Letras Jurídicas que forman el gran espacio del Derecho.
En el evento, desarrollado en el Salón Benito Juárez del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, los ponentes hicieron suya la ideología de Don Sergio, que lejos de tratarse de institutos políticos, quedó fehaciente una serie de sus pensamientos.
“México es nuestra casa, es nuestra tierra, nuestro origen y finalmente es nuestro destino, la inmensa mayoría de los componentes de esta enorme población, los mexicanos, esta es nuestra casa, este es nuestro hogar y que nos entreguemos con fervor a su mejoramiento, a servirlo, a su desarrollo, que procuremos que todos aquellos valores en los que decimos creer y seguramente creemos, la libertad, la justicia, la generosidad, el bien común, que todo eso se materialice en esta nuestra casa que es México, el mejor desarrollo, el mejor porvenir.
“Esto es lo que creo yo donde deben hacer las nuevas generaciones en cuyas manos está el destino del país, también, las viejas generaciones (porque) algo tenemos todavía que hacer con esas manos, que no son manos cansadas, son manos expertas pero que no son las manos del futuro, son manos del presente en el mejor de los casos, pero ustedes que tienen en sus manos jóvenes y fuertes el destino del país, lo que podrían hacer y tendrían que hacer es eso, primero amar mucho a México y con ese amor, con ese fervor, cultivar el futuro, procurar que los valores en los que creemos, se entrañen en el país, se arraiguen en el país y presidan el porvenir.
Con sentido de Estadista, Don Sergio García Ramírez puntualiza en su memoria histórica: “No se trata de evitar que la gente piense con libertad, no, en plena libertad, pero una unidad fervorosa hacia las grandes causas de nuestro país.
“A lo mejor lo que estoy diciendo se ha dicho mucho y es muy retórico pero sigue siendo válido, porque si no lo hacemos, las consecuencias pueden ser, más bien, negativas; en cambio, si lo hacemos puede ser venturosas y el país tiene muchos recursos no solamente materiales, sino morales para salir adelante. Pues, ahora, yo casi, casi les preguntaría a ustedes, ¿qué es lo que ustedes piensan hacer?”, puntualizó.
Relacionó lo jurídico con lo político. A lo largo de su vida, realizó importantes contribuciones en el ámbito jurídico y filosófico. Nacido en la meca del conocimiento y del saber, la Ciudad de Guadalajara (Jalisco), el primero de febrero de 1938, y fallecido en la Ciudad de México, el 10 de enero de 2024 —a 22 días de cumplir 86 años—, Don Sergio García Ramírez, fue un extraordinario jurista mexicano. Único en su género. Un auténtico académico de letras de tiempo completo, con una prolífera carrera judicial. Emérito de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México.
Con una amplia carrera política, fue entre otros cargos, secretario del Trabajo y Previsión Social, Procurador General de la República y aspirante a la candidatura a la Presidencia de México, así como juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, de la Organización de Estados Americanos, presidente de la misma en el periodo comprendido de 2004 a 2007 y consejero del Instituto Federal Electoral.
Emérito mexicano es el que se esmera por ser único y original, sin necesidad de imitar a nadie porque tiene por naturaleza un gran talento, saca a flote su espíritu creativo, que se ve expresado en sus creaciones, y no existe comparación alguna con las demás. Sus pares, con sus 85 años de edad, extrañarán su paciencia y su atinada sabiduría en las ramas del Derecho.
Decidido, resuelto, con los ojos sagaces del que sabe observar, con el cuerpo, la mente y el espíritu dispuestos hacia el objetivo, prudente pero agresivo y con la suerte de su lado, se sumó durante su vida, muchas dudas que lo sacaron del marasmo al imbuirse en la filosofía del Derecho.
Se decidió por este último laberinto del saber y conocimiento jurídico, alentado por sus primeras oportunidades laborales, lo que no le impidió desarrollarse también en el ámbito literario, dejando para las nuevas generaciones una diversificación de 60 obras literarias.
Integrado una de las primeras generaciones de la licenciatura en Derecho de la UNAM que cursaron estudios íntegramente en Ciudad Universitaria, experimentó el saludable cambio del sistema educativo privado y católico, al laicismo y libertad de la universidad pública, cambio que lo forjó aún más en la responsabilidad y la fuerza de carácter de un joven brillante con aspiraciones altas, que pasó de cultivar sus conocimientos generales en los grandes clásicos de la literatura y la historia universal, a desarrollar su agudeza y criterio jurídico con los grandes clásicos del Derecho nacional:
Alfonso Quiroz Cuarón, Celestino Porte Petit, Eduardo García Máynez-Espinosa de los Monteros; Niceto Alcalá Zamora, por citar solo algunos de los grandes maestros que comprobaron el enorme talento de un joven que supo recibir con humildad su sapiencia, para después, con la misma humildad, multiplicarla.
Fallecido a los 85 años por causas naturales propias de la edad, en un hospital de la capital de la República, Don Sergio se tituló en 1963; en 1971 obtiene el grado de Doctor en Derecho por la UNAM, magna cum laude.
Como es fácil adivinar, en la Universidad, Don Sergio se destaca no sólo por su desempeño en el aula, sino por las actividades extracurriculares que realiza, entre las que sobresale la edición de revistas estudiantiles con entrevistas, reseñas, artículos, sobre temas y personalidades de trascendencia en la época.
Siendo ya, a los 33 años de edad, Procurador General de Justicia del entonces Distrito Federal (hoy Ciudad de México), después de haber iniciado su carrera en el Sistema Penitenciario figurando como el último alcaide de Lecumberri, área en la que cosechó éxitos prominentes como el prototipo de la Penitenciaría del Estado de México, de la que fue Director y la que convirtió en una cárcel modelo merecedora de ser visitada y estudiada internacionalmente.
Con una carrera jurídica en ascenso, García Ramírez trabajó en la entonces Secretaría del Patrimonio Nacional, en las de Gobernación y Educación, de las que fue subsecretario; en el Consejo de Menores y en la Secretaría del Trabajo, de la que fue Secretario al final del sexenio del presidente José López Portillo, etapa difícil por el desplome de la economía y la nacionalización de la banca.
Estableciendo un récord al parecer irrompible, estuvo los seis años del periodo de Miguel de la Madrid al frente de la Procuraduría General de la República, cargo que consideró de gran nobleza, al configurarse como Procurador, Abogado y Consejero de la Nación.
Bajo su dirección, la Procuraduría creció, se transformó, de manera exponencial pero sensata; se duplicaron las Agencias del Ministerio Público, se crearon las delegaciones al interior del territorio, se fortaleció al Instituto Nacional de Ciencias Penales.
Al final de este periodo, el Partido Revolucionario Institucional —en el que militaba desde 1961—, decidió por primera vez en su historia realizar un proceso interno de selección para la candidatura a la Presidencia de la República, por lo que Don Sergio García Ramírez trabajó como precandidato, como lo hizo con todos sus proyectos, con gran intensidad y prudencia.
Con las reformas de 1992, se le presenta un reto interesantísimo y gratificante en una materia trascendental para nuestro país, que culmina con la fundación del Tribunal Superior Agrario, del que fue Presidente y en el que dejó su sello imborrable.
Fiel a sus orígenes, fiel a su alma mater, fiel a sus principios, fiel a su instituto político, forma con otros compañeros la Corriente Renovadora que trata de democratizar al PRI, que sentía, “había perdido la línea de la democracia, ya que se había alejado del pueblo”.
Algunos años después, acepta la invitación de la lideresa del Revolucionario Institucional, Dulce María Sauri Riancho para fungir como Secretario General, nunca con la intención de llegar a la presidencia, sino de colaborar con lealtad, a tratar de mantener unido lo que se desmoronaba.
En 1997 fue designado como juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Autor de más de 60 libros y numerosos artículos, nunca se desvinculó de la Universidad Nacional Autónoma de México y particularmente, del Instituto de Investigaciones Jurídicas, del que fue investigador titular.
A pesar de lo abrumador de sus responsabilidades y de lo absorbente de sus obligaciones como funcionario público, nunca descuidó su vocación académica, que fue su derrotero y su objetivo desde sus primeros años de estudiante.
Erudito y amable, compartió sus conocimientos y experiencia en foros, seminarios, congresos, en los que hizo sus conferencias magistrales, charlas inauditas por su profundidad siempre amena. Todo un hidalgo de las letras jurídicas.
Don Sergio García Ramírez detentó el poder sin corromperse, haciendo gala al pensamiento de Salvador Díaz Mirón: “Hay plumajes que cruzan el pantano y no se manchan…”, es decir, siempre estuvo poseído de sabiduría sin envanecerse, sin despegar los pies del piso.
Si bien su legado y contribuciones al derecho y la justicia perdurarán en la memoria colectiva, donde quiera que esté, Don Sergio García Ramírez, pasó a la eternidad como un prócer de las letras jurídicas, haciendo gala al lema de nuestra Máxima Casa de Estudios: “Por mi raza hablará el espíritu”.
Significando que nuestra raza seguirá con la plena certeza de elaborar, por siempre, una cultura de tendencias nuevas, de esencia espiritual y libérrima, ya que su vistoso y modernista Escudo Nacional, de color azul y oro, tampoco se verá afectado pese a los mediáticos movimientos políticos que buscan desmoronar a nuestra gloriosa UNAM, y transformar el modelo de país que México aún goza de él, que es su independencia, su autonomía y su libertad.
Por ello, recobra mayor vigencia los preceptos del artículo 136 de la Carta Magna, que a la letra dice: “La Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan pronto como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia. Los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, así como los que hubieren cooperado a ésta, serán juzgados con arreglo a la Constitución y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido”.
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