México requiere de impolutos jueces y no los afines a 4T
. BLAS A. BUENDÍA. …………………………………..
En el México convulsionado actual, recapitulando las añoradas cátedras del brillante Doctor en Derecho, Don Ricardo Franco Guzmán, cuando uno litiga en materia penal se encuentra que las relaciones entre jueces y postulantes no son del todo cordiales como deberían de ser.
Hay jueces que ven a los postulantes como sus enemigos naturales y así a la inversa. La verdad es que son posiciones condenadas a entenderse, pero no siempre es así. Hay órganos jurisdiccionales que denigran a la justicia.
Al hacer un análisis concienzudo, la Academia de Derecho Penal del Colegio Nacional de Abogados Foro de México, que preside el prestigiado penalista Alberto Woolrich Ortiz, explica que “las relaciones entre litigantes y juzgadores no mejoran mucho cuando existen actuaciones de jueces ignorantes, corruptos, arbitrarios, prepotentes, como aquellos que sin justificación pasan por alto el contenido de las normas insertas en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como es lo obligado. Es más, interpretan lo que dice la ley a su burda conveniencia y capricho”, asentó.
Destaca que infinidad de abogados penalistas “hemos y han vivido largas esperas para desahogar una importante audiencia, después de esas incomodas e incomprensibles dilaciones en los pasillos de los recintos de justicia, la víctima y sus asesores, por un lado, el imputado y sus defensores por el otro, el agente del ministerio público en la aproximación, todos observando con respeto, esperan la llegada del juez”.
Cuando el togado ingresa a la sala —precisa el jurista Woolrich— lo primero que expresa es: “Hagan favor de sentarse”, lo cual indica con un gesto incomprensible para las partes, con posterioridad examina “sus papeles”, presuntamente derivados del motivo de la audiencia planteada por algunos de los auditóriums.
Pasa una página, después hojea la otra, después otra y por último otra más, para concluir la lectura. Entonces, sin dirigirse a nadie en particular, exclama:
—“¡Qué barbaridad!— Los argumentos y la ley no tienen ni pies, ni cabeza. Desde luego lo voy a rechazar. —“¿Quién se atrevió a redactar nuestra Constitución Política?”—
Continúa su perorata como respuesta acusatoria inmediata: —“Esos de la Asamblea Constituyente ya se murieron”—.
Posterior a ello, esas togas de indignidad, inician hábiles alocuciones que contienen solo verborrea jurídica, para justificar su ineptitud.
La justicia no los acompaña. Ellos se encuentran ocupados en otros menesteres. “¡Vaya forma de impartirla!”, externarían los clásicos del Derecho.
Por fortuna, también nos ilustró el decano de los abogados penalistas y catedráticos de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, que para ello, subrayó: “Existen jueces de excelencia, de probidad, de conocimiento, de imparcialidad, de justicia”.
Esos son los impolutos jueces que requiere México y no los afines a la Cuarta Transformación de la Nación, que para millones de mexicanos, solo se trata de un rompecabezas que sigue sin tener “ni pies ni cabeza”, es como del algo que “ahí se va…”
¡Es cuánto!, determinó la Academia de Derecho Penal del Colegio Nacional de Abogados Foro de México.
Para ilustrar a los distinguidos lectores, es menester responder, como un mensaje histórico cultural para las nuevas generaciones, “¿quién se atrevió a redactar nuestra Constitución Política? La respuesta es muy sencilla.
A finales de 1915, Venustiano Carranza convocó a un Congreso para que elaborara una nueva constitución. Los congresistas se reunieron en la ciudad de Querétaro y el 5 de febrero de 1917 proclamaron la nueva Constitución que ha permanecido vigente hasta la fecha, pese de sufrir los embates y ambiciones políticas de los personajes que han ocupado la Silla del Águila de Palacio Nacional, como es el caso de Andrés Manuel López Obrador pretende desaparecer nuestra Carta Magna y darle “vida” a un bodrio más parecido a una “constitución” del socialismo inculto, proclive al terror
Lo cierto es que el nacionalismo del mexicano es muy sólido y no por berrinche o capricho estaría de acuerdo en llevarse por la marea de los rojillos, toda vez en la reciente historia, en noviembre del año 2012, días antes de que Enrique Peña Nieto asumiera la presidencia, Felipe Calderón intentó cambiar el nombre a México pero fracasó.
Faltaba una semana para que el sexenio del entonces panista llegara a su fin, cuando propuso al Senado de la República cambiar el nombre oficial del país, de Estados Unidos Mexicanos a sólo México. la vox populi sentenció que el nacionalismo del mexicano se impuso porque es totalmente inquebrantable, y se consideró que México no es laboratorio de ideologías pendejas.
Hablando del conservadurismo, el Artículo 16 de la Constitución Política de los Estados Unidos, advierte claramente de cualquier asonada que podría sufrir la Carta Magna de Carranza.
Artículo 136.- “Esta Constitución no perderá su fuerza y vigor, aun cuando por alguna rebelión se interrumpa su observancia. En caso de que por cualquier trastorno público, se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se restablecerá su observancia, y con arreglo a ella y a las leyes que en su virtud se hubieren expedido, serán juzgados, así los que hubieren figurado en el gobierno emanado de la rebelión, como los que hubieren cooperado a ésta.
Así que de la rebelión que se acusa, propiamente es la que emana de la incipiente Cuarta Transformación, ésta bazofia traicionera no podrá imponerse al sólido espíritu de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos Federal, documento histórico que forjaron grandes intelectuales que gracias a sus iniciativas, se promovieron en la República las garantías individuales, los derechos constitucionales, la soberanía nacional y la separación de los Poderes Legislativo, Ejecutivo y Judicial, lo que convirtió a nuestra Carta Magna en la primera en contar con derechos sociales, los cuales fueron el resultado de las luchas revolucionarias de 1910.
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