¡México, sin Andrés Manuel!
Ahora resulta que con música, la guerra intestina de la política mexicana se basa con la composición de corridos que incitan a la violencia y a la crispación social, con la utilización del grupo musical Molotov.
“El PRI gobierno te está extorsionando, y ellos viven de lo que tú estás pagando; “Y si te tratan como a un delincuente, no es tu culpa, es culpa del presidente;
“Ay que arrancar el problema de raíz, y sacar al PRI de nuestro país;
“Esa gente que está en la burocracia, a esa gente que se roba nuestra lana;
“Yo por eso; “Me quejo y me quejo; “Porque en México no somos unos pendejos; “¡Qué no guachas!;
“Que la gente del gobierno, esos putos que se están enriqueciendo;
“Ya no votes por las ratas del PRI, que solo quieren joderte a ti; “Ya no votes por las ratas del PRI, que solo quieren joderte a ti
“Porque si no sabías esos pinches votos son para los putitos del PRI”, puntualiza la melodía de protesta que a todas luces es promovida por la nueva mafia en el poder que encabeza el primer cabecilla de la nación, Andrés Manuel López Obrador.
La violencia verbal denota que la narco mafia del poder de la izquierda Morena del AMLOCO, éstos ya se sienten los grandes perdedores de las elecciones de este domingo seis de junio. Por eso, la dinámica existencia de la violencia verbal.
¡México, vota por la Alianza "Va por México", integrada por PAN-PRI-PRD, para salvar a Nuestro Queridísimo País que está siendo gobernado por el Traidor a la Patria y narcotraficante Andrés Manuel López Obrador, salvadoreño de nacimiento.
El asesino y narco comunista López Obrador, NO es mexicano. ¡Alertas, compatriotas!
Lo anterior es el sentir de un pueblo agraviado, de un pueblo convulsionado por el hartazgo en que está sumergido desde hace muchas décadas, que con mensajes banales y subliminales, es engañado sistémicamente y no hay fuerza moral ni espiritual que lo salve de este dilema.
La analogía del terrorífico publicista del genocida Adolf Hitler, Joseph Goebbels, recobra el “entusiasmo” de quienes pretenden mantenerse en el poder constitucional a través de la vía democrática.
Solo que para ese alemán, que también estuvo involucrado en uno de los peores genocidios del siglo XX, precisaba: “Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades, son culpa de nuestros opositores, y hacer que nuestros simpatizantes se lo repitan en todo momento…”
Y cierto. ¡México estaba mucho mejor, sin López Obrador!, que para muchos, entenderían también a un ¡México, sin Andrés Manuel López Obrador!
Las redes sociales -que han sido vehículo de las más importantes ciencias de la comunicación contemporáneas-, se ubican como un eslabón estratégico para alertar a la sociedad de los constantes peligros que emergen de las cloacas más oscuras del quehacer político mexicano.
Mira esto mexicano. Las próximas elecciones del 6 de junio, no serán tan comunes como todas las pasadas, porque marcarán el antes y el después, serán un parteaguas en la vida política de México. Aquí, veremos si se confirma esta dictadura populista rapaz, o los mexicanos recuperamos la democracia real.
Con su habilidad en el engaño, el pejelagarto identificado como Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, paulatinamente ha ido dominando a todas las instituciones democráticas autónomas y republicanas.
Por ejemplo, la Comisión Nacional de Derechos Humanos –que hoy en día se trata de la Comisión Nacional de Desechos Humanos-, perdió toda credibilidad y su funcionalidad republicana para la que fue creada y concebida en defensa del pueblo oprimido y desprotegido.
Hoy -advierten críticos- defiende al gobierno morenista para mutuo propio soslayando los más elementales derechos humanos, pero para el pejelagarto, otra de las instituciones que busca destruir su estructura que la distingue por su autonomía, es la del Instituto Nacional Electoral (INE).
Porque –sentencian- dominando al INE, dominará a su placer y antojo, una “democracia” convertida en la boñiga de la política mexicana, que lastimosamente es también manipulada por el grupúsculo pejista oclocrático de López Obrador.
De tal suerte que sería el jaque mate a la democracia, encaminando a México a convertirse en un país bananero, ya no en una “República”, sino en una ración poblacional dominada por la anarquía y el narco crimen organizado.
Este escenario ha sido contemplado por diversos politólogos, solo que una en especial, la ex diputada priista Beatriz Pagés Llergo, alertaba desde principios de abril 2021, que la orden estaba dada: matar al INE. Por eso los nuevos sicarios de la democracia Mario Delgado, Ricardo Monreal, Salgado Macedonio, Ricardo Salinas Pliego y otros, preparan el terreno para llevar a cabo su ejecución.
Para López Obrador es absolutamente indispensable ejecutar al actual árbitro electoral. Lo es para poder desconocer los resultados electorales del seis de junio, en el muy probable caso de que Morena pierda la elección.
La visita del presidente de Bolivia, Luis Arce, tuvo ese propósito. Arce vino a poner a disposición del presidente mexicano la fórmula electoral que ha permitido a los actuales dictadores latinoamericanos reelegirse una y otra vez en el cargo. Arce mismo es producto de un fraude preparado por el aristocrático indígena Evo Morales.
Por eso, el tabasqueño salió en defensa del boliviano y exigió a la Organización de Estados Americanos, la OEA, “respetar la voluntad del pueblo boliviano y la democracia”.
Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Bolivia comparten lo que algunos llaman “dictadura electoralista” y lo que menos necesitan es un INE autónomo e independiente del Ejecutivo.
Más allá de buscar la renuncia de Lorenzo Córdova o de cualquier otro consejero lo que pretende el régimen es desmantelar el sistema electoral actual para sustituirlo por otro que les permita manipular las elecciones a su antojo y así detentar el poder indefinidamente.
Para ello, López Obrador necesita hacer varias cosas. De acuerdo al recetario bolivariano tiene que sustituir la Constitución de 1917 por otra que le permita controlar las elecciones, introducir normas y ordenamientos para simular democracia e institucionalizar el fraude.
Las iniciativas que presentó el diputado de Morena Sergio Gutiérrez Luna en 2019 para eliminar los Organismos Público Electorales (OPLES) y recortar de nueve a tres años la presidencia del INE, se quedan cortos ante lo que recomiendan los estrategas electorales de Evo Morales.
El diputado Pablo Gómez ha sido más franco: “Nosotros lo que vamos a proponer es cambiar todo el andamiaje y los métodos. Queremos que desaparezca el Consejo General del INE”.
Y efectivamente se trata de tirar el andamiaje democrático para implantar un sistema que le permita a Morena ganar con el menor número de votos, aumentar el número de diputados y senadores, cambiar las circunscripciones, eliminar los candados constitucionales a la sobrerrepresentación, tener el control del padrón electoral para poderlo falsificar libremente y emitir arbitrariamente credenciales para votar.
Una maquinaria electoral donde el ciudadano se convierte en una simple marioneta para simular democracia. “Votas, pero no eliges”. Asesinar al INE es estratégico para que el seis de junio sobreviva el régimen y pueda quedarse abierta la puerta a lo que viene. El órgano electoral es el último obstáculo -la Corte ya está doblada-, a la tiranía pejista.
Eso explica el tamaño de la ira del oclócrata y dictador López en contra de los consejeros que decidieron aplicar la ley para poner un alto a la arbitraria candidatura de Félix Salgado Macedonio, impuesta desde Palacio Nacional.
¿Quién es el INE para oponerse a los designios presidenciales y dejar fuera de la jugada a quien debe ser gobernador para seguir operando -en representación del gobierno- a favor de los grupos delincuenciales en Guerrero?
La ferocidad de la reacción gubernamental parece indicar que los consejeros afectaron con su decisión intereses muy importantes y que las cosas no se van a quedar así. Por eso Macedonio recurre ahora al levantamiento popular para oponerse a lo que calificó como las “arbitrariedades” del INE.
En este marco oclocrático, estamos como país ante el absurdo. Vemos a la delincuencia hecha gobierno, a la máxima autoridad ordenando a las hordas quemar instituciones porque no le gusta la aplicación de la ley. México puede estar ante un inminente autogolpe de Estado que pondrá fin a la democracia.
Si bien a todos los mexicanos no les asiste la razón de su propio marasmo masoquista de auto someterse a un régimen que solo les ofrece migajas cuando los zánganos hijos del pejelagarto los convirtió inexplicablemente en multimillonarios, en tierras mexicanas se observan patéticos cuadros de una pobreza que lacera, donde deambulan personas de la tercera edad demandando una dádiva para sobrevivir.
Frente a este desolador esquema, la politóloga Beatriz Pagés había vaticinado una ¡Guerra!, donde esta es la primera vez que México lleva a la silla presidencial a su propio exterminador. Esta es la primera vez que un presidente declara la guerra a su propio país.
Con la frase amenazante: “O están conmigo o están en mi contra”, López Obrador nos revela, por fin, su verdadera intención. Que utilizó la democracia para asaltar el poder e imponer una dictadura y que ahora ha llegado el momento de que los mexicanos decidan si están a favor o en contra de la felonía del jefe de los “Siervos de la Nación”.
Uno de los ideólogos más radicales de la 4T, el guatemalteco Epigmenio Ibarra, se encargó de convencer al Presidente de iniciar la ruptura. “Revolución que no se da prisa puede fracasar”, “apuremos el paso”, le dijo al mandatario en un video. Luego, advirtió a los adversarios del régimen: “¿Qué se creían, que lo de la ‘Transformación de México’ era solo una frase, un eslogan publicitario? Estos días –sentenció– estremecen y estremecerán más aún a México y al mundo”.
López Obrador y sus fundamentalistas han tomado, entonces, la decisión de acelerar la “Revolución”, de poner en práctica planes y proyectos radicales que habían permanecido ocultos, que los habían diseñado clandestinamente desde la campaña y que ahora, justo a unas semanas de las elecciones del seis de junio, están decididos a ejecutar.
¿En qué consiste ese proyecto revolucionario? En pasar de la democracia a la dictadura. En dar al presidente cada vez más poder y facultades.
En amenazar a la iniciativa privada -como lo dijo Taibo un día– con expropiaciones. En anular la autonomía del INE, para controlar las elecciones.
En limitar las redes y el internet, como se hace en China y en Cuba, y dar un golpe mortal a las libertades.
Por eso, no se tome tan a broma lo que dijo Obrador sobre la necesidad de que solo existan dos partidos políticos. El partido de los liberales y el de los conservadores, para luego, poner a los reaccionarios en la cárcel y dejar vivo solo al de él.
Lo que está anunciado el presidente y sus fanáticos, es que se disponen a hacer lo necesario para impedir que Morena pierda las elecciones. Que estarían dispuestos a cancelar los comicios de 2021, si no hay condiciones para que ganen. Casi estaban por lograrlo, pero desviaron su atención con quitar al Presidente Consejero.
Pero hay algo que no tenemos derecho a olvidar: quienes hoy ocupan el poder no son políticos, no creen en la política, por eso no gobiernan. Son agitadores y transgresores que han utilizado siempre la violencia para obtener lo que quieren. La oclocracia en su apogeo.
No nos sorprenda si un día, desde la “mañanera”, el presidente comienza a separar lo democrático de lo electoral. Así como divorció –para ocultar el fracaso económico de su gobierno– crecimiento, de desarrollo, así también puede salir con la idea de que las urnas no son necesarias para vivir en democracia.
Obrador conoce que la crisis económica y sanitaria, provocada por él mismo, puede devorar en cualquier momento su popularidad, cosa que ocurrirá este domingo seis de junio. Así que ya empezaron a juntar las armas. Si hay que incendiar al país para culpar y perseguir a los enemigos del presidente, lo harán.
Frente a este escaparate resurge del lodo político, el fantasma de José de León Toral, aquel fanático cristiano que asesinara al reeleccionista Álvaro Obregón, en un incidente que fue considerado “un magnicidio”, perpetrado en el restaurante La Bombilla, del barrio de San Ángel de la Ciudad de México, el 17 de julio de 1928 a las 14:20 de la tarde, hora del centro de México. La víctima fue el presidente electo de México, el general Álvaro Obregón Salido, quien iba a empezar su segundo mandato sobre el país, el cual debía iniciar el 1 de diciembre de 1928 y concluir el 30 de noviembre de 1934.
El asesinato de Obregón marcó un punto de inflexión importante en la política mexicana del siglo XX, dando comienzo a la etapa histórica conocida como Maximato
El general Obregón fue el último presidente de México que buscó su reelección y su magnicidio el único caso entre los mandatarios electos del país.
La especulación sobre los motivos de su asesinato, incluían intereses políticos de grupos anti-reeleccionistas, del presidente de México Plutarco Elías Calles, de Luis N. Morones -secretario de Industria, Comercio y Trabajo-, y de grupos religiosos inconformes con las políticas anti-eclesiásticas del gobierno.
El México roto de hoy tiene claras huellas dactilares. Los Epigmenio Ibarra, los Ackerman, los Taibo, los Bartlett, han logrado influir en un presidente fatigado que ya no piensa con claridad, que tiene miedo al fracaso y que acepta llevar al país a la violencia con tal de imponer el triunfo de su “revolución”, la 4T.
La paz y estabilidad corren peligro con un mandatario cada vez más irritado, enojado consigo mismo, con la ineptitud de los colaboradores que él mismo nombró, con el divorcio de quienes se sienten decepcionados o traicionados, decidido a mentir, a negar la amenaza de una crisis devastadora que puede convertir a la 4T en cenizas y escombros.
Un presidente que, para hacer triunfar su proyecto, tomó la decisión de declarar la guerra a los mexicanos, y que de entre ellos, estaría por resurgir un José de León Toral, o bien, otro sicario al muy estilo de Mario Aburto Martínez, quien asesinara al político sonorense Luis Donaldo Colosio Murrieta, en Lomas Taurinas, Tijuana, Baja California, el 23 de marzo de 1994.
Ante la valentía o cobardía de millones, podría surgir otro magnicida para que los políticos de la neo-izquierda lopista, dejen de desorientar y crispar a toda la nación en aras de eterizarse en el poder presidencial.
Y eso surgiría porque México no estaría dispuesto en seguir viviendo en un régimen de desgracias y un Ejecutivo que día, mañana y noche, violenta el espíritu legal y la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Así que la moneda está en el aire, y este domingo seis de junio, los mexicanos valorarán hasta dónde llegarán y apreciarán su libertad, para rechazar que México sea convertido en un país bananero y comunistoide, donde solo los ladrones “hacen gobierno” robándole su poca riqueza quienes tienen un modus vivendi honesto.
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