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Qué pasaría si hoy falleciera Andrés Manuel López Obrador


Los trastornos psicóticos son trastornos mentales graves que causan ideas y percepciones anormales. Las personas con psicosis pierden el contacto con la realidad. Dos de los síntomas principales son delirios y alucinaciones. Los delirios son falsas creencias, tales como la idea de que alguien está en su contra o que la televisión les envía mensajes secretos. Las alucinaciones son percepciones falsas, como escuchar, ver o sentir algo que no existe.

La esquizofrenia es un tipo de trastorno psicótico. Quienes sufren de trastorno bipolar también pueden tener síntomas psicóticos. Otros problemas que pueden causar psicosis son: el alcohol y ciertos medicamentos, tumores cerebrales, infecciones del cerebro y un ataque cerebrovascular (ACV).

El tratamiento depende de la causa de la psicosis. Puede incluir fármacos para el control de los síntomas y psicoterapia. La hospitalización es una opción para los casos serios en los que una persona puede ser peligrosa para sí misma o para los demás, aunque en el caso del Caín de Macuspana, ya le es ajeno porque presume que “ya no se pertenece a él mismo”, sino que ante su crueldad de sentirse superior, más que Dios, se dice “pertenecer a la Nación”, como si fuera un ejemplar de feria pueblerina.

Para el sicólogo Juan Bosco Abascal-Carranza, de tendencia religiosa derechista, al recomendar el libro El mexicano que desafió a la revolución, de su padre Salvador Abascal Infante, acusa en entrevista que el “prejidente” –que para él no es su presidente-, desde sus años de lucha política, tuvo la buena suerte de contar con un extraordinario ejército de votantes que jamás soñó que lo convertirían en un omnipotente político.

“No quiere votantes, quiere fieles. Es una secta que se alimenta de fieles, porque si alguien se atreve a criticarlo, a denostarlo, o tan simplemente a cuestionarlo, los califica de ser traidores; ‘estás conmigo o en contra de México’. ¡Sácate, eres de lo peor! Seguramente eres de la mafia del poder. Al peje no le interesa el bien de México. A él le interesa la sumisión de México”.

En el fragor de la batalla política, millones de mexicanos establecieron controversias con los llamados chairos, quienes cuan zombis han “entregado hasta el tafanario” por el simple hecho de defender lo indefendible, no dan cuenta que están equivocados porque con López Obrador, sumándose los últimos seis sexenios, comenzó a ser otro sexenio perdido, porque sus mercenarios avalan todo lo que el mesías les ordena. Solo busca la sumisión de esos fanáticos que tendrán su absolución sacerdotal de su propia secta.

A la sumisión, en el compendio de sinónimos, el Peje Lagarto busca la obediencia, el acatamiento, el sometimiento, la subordinación, el rendimiento de un pueblo que no se respeta a sí mismo, soportando éste, la humillación ante un medieval que se conduce sin escrúpulos.

Lo mismo lo que le advirtió Franco a Hitler, cuando Hitler le pidió su adhesión al nacismo, le dijo Franco a Hitler: “Sí, como no, yo me adhiero. Y también se lo dijo mi padre a Hitler en un telegrama: ‘yo me adhiero a su partido, si usted jura obediencia en fe y costumbres a su Santidad Pio 12’”.

Acusa que los ex priistas, particularmente el llamado “bombero” Manuel Camacho Solís –fallecido el 5 de junio de 2015-, le pidieron que se adhiriera a la campaña de López Obrador, pero inteligentemente le respondió: “Si tú, Peje, firmas y declaras en público tu adhesión a la Doctrina Social Católica, yo me voy con contigo. Nunca volvió, ni me volvió a hablar, ni me envió correos electrónicos, ni WhatsApp, absolutamente nada”.

Morena -añade en la víspera del concurso electoral de julio 2018-, carecía de un candidato definido, pero todos suponían que el Peje era el “destapado” debido a su constante lucha de 18 años en la brega política. (18-18). Pero el Peje se convirtió en un candidato, quien no solo esperaba la fidelidad de los electores que fueron por montones, sino que le dieron poderes, digamos, extra-normales.

Los votantes –refirió- querían no solo a un ídolo, sino que a éste se le rindiera pleitesía. Se convirtieron fieles obedientes y a ciega. Recibió la ovación y aplausos que logró gracias a su tenaz trabajo a su favor, no para la solución de los problemas del país, sino para la satisfacción de su megalomanía y de su narcisismo, de ser él su propio líder.

Además, sus acólitos, son el peor basurero de la partidocracia. Solo basta imaginar que si se muriera hoy el Peje, Morena que aglutina a los peores ex priistas y a los peores sanguinarios narcotraficantes, en el entorno de esa parafernalia de la muerte, se sumaba un intelectual supuestamente ortodoxo pero con un historial pecaminoso, José Alfonso Suárez del Real y Aguilera.

“Suárez del Real se convirtió en un jefe mafioso en el control de la trata de blancas, denunciado por las propias víctimas que se atrevieron a delatarlo ante las autoridades locales y federales, pero ante el enrarecimiento del clima político, no hubo mucho escándalo saliendo airoso con un premio que le dio el ‘prejidente’, como secretario de Cultura del Gobierno de la Ciudad de México”, que posteriormente fue promovido como secretario de Gobierno de la Ciudad de México en sustitución de Rosa Icela Rodríguez, a quien el sistema del gobierno obradorista, la utilizó como “la mil usos”.

Entonces, ¿en manos de quién quedaría el país en caso de la muerte del Peje?, cuando esa pandilla de criminales fue también gratificada con la amnistía, sería el desenlace de la institucionalidad de la nación en creciente desmedida hasta sufrir las consecuencias del fenómeno de la anarquía de políticos coludidos con las Mafias del Poder.

“Si esa pandilla de criminales tomara el poder, la Cosa Nostra mexicana entraría a una espiral dañina para la unión de los mexicanos. Esas camarillas que tanto odiaban al PRI, y que fueron expulsados por el tricolor por sus actitudes de traición, al partido Morena les cayó del cielo por el simple hecho de que ahí no solo tendrían la garantía del fuero, sino un pragmatismo desolador convertido en la institucionalidad del crimen organizado.

¿¡Odio al PRI…!?, ahhhh, pero los priistas que ya bautizó el MALO, a esos sí les besa los pies, es verdaderamente absurdo y sumamente indignante, la faceta de entreguismos mutuos de sus permanentes y ciegos seguidores.

A la sociedad le urge transparencia que emane desde el propio Congreso de la Unión y de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, para que ninguna horda retome el poder en sus manos en caso de que falleciera el Peje, porque mucho más que el MALO, esa horda sería multiplicado por miles que él solito, como persona, pudiera representar.

Los mexicanos no votaron por el bien común, sino que sufragaron por la Cultura de la Muerte que es la que avala toda la izquierda, comenzando por la izquierda de Morena donde están las máximas abortistas del país.

En pocas palabras, es escatológico lo que está viviendo México en un sistema de gobierno y de partidos que bien lo definiría Mario Vargas Llosa: “En México prevalece la Dictadura Perfecta”.

La crisis constitucional no solo está a la vuelta de la esquina, sino que ya es parte de la cotidianidad de México, al que un fascista utiliza la maldad como mecanismo de separatismo y segregación, una escisión que el Sindicato de Gobernadores del norte de la República mexicana, ha creado una estrategia para renunciar al Pacto Federal, y establecer la autonomía de otra República sobre la tradicional. México 1 y México 2. El presidente López pretende que México se convierta no solo en una república bananera, sino en un país donde se ido anulando el valor intrínseco de la Constitución y sus leyes, generándose un Establishment de la anarquía.

El mosaico de la unión social se está viniendo abajo, y solo será el elector que asuma su patriótica responsabilidad para la inmediata restauración de la República a través del voto popular a fin de echar abajo el proyecto fascista del Obrador, quien estratégicamente estableció una campaña de crímenes de odio con base a la incontrolable pandemia del Covid-19, que extraoficialmente han muerto más de medio millón de personas de todos los extractos sociales, cuando las cifras oficiales no cuadran con la cruda realidad que vive México.

Una parodia… ¿Y si López Obrador muere esta noche?

Gerardo Garibay Camarena, editor de Wellington.mx, columnista en diversos medios digitales y autor de los libros “Sin Medias Tintas” y “López, Carter, Reagan”, presentó un artículo en abril de 2009, titulándolo… ¿Y si López Obrador muere esta noche?

Por la importancia de su contenido surgido en redes sociales, el periodista y escritor manipula a su conveniencia un ensayo de lo que sería una parodia teatral, apareciendo para el colectivo imaginario, rayos y centellas, helicópteros, camilleros, médicos, creando un escenario más allá de lo inverosímil, en una noche-madrugada sosiega alrededor de Palacio Nacional.

Son las 21:40 en Palacio Nacional. En una oficina Andrés Manuel López Obrador y dos de sus personas de confianza revisan los detalles de la conferencia mañanera del día siguiente. Afuera, uno de los guardaespaldas espera con la mirada hacia el horizonte.

A las 21:45, por los pasillos de Palacio se escuchan las llamadas de auxilio, mientras una marabunta de mensajes de WhatsApp recorre primero las oficinas y luego los chats de la prensa y la clase política, y las llamadas a los servicios de emergencia amenazan con entorpecer más que ayudar a las labores de auxilio.

A las 21:55 un helicóptero ambulancia del ejército arriba a uno de los patios de Palacio, y se eleva nuevamente casi de inmediato, hacia el Hospital Central Militar. Mientras todavía está en el aire, lo impensable se vuelve confirmación: el Presidente de la República ha muerto.

Desde la misma noche del primero de julio la fantasía de que López Obrador se desvanezca del panorama político ha sido una conversación recurrente en muchos círculos de la oposición, especialmente entre aquellos que consideran que AMLO es el gran villano del México moderno, y que, de no ser por él, México avanzaría con mar calmo y viento a favor en las tibias aguas de la tecnocracia. Están muy equivocados. No. Andrés Manuel no es la causa de la crisis política que vive el país. No, esa crisis no desaparecería si el presidente desaparece.

López Obrador efectivamente está impulsando una serie de estrategias muy peligrosas para libertar política y económica, está centralizando cada vez más el poder en su persona y, de tener éxito, implementará en México un nuevo sistema de partido hegemónico, que tal vez permanezca incluso durante décadas, como lo hizo en su momento el PRI. A pesar de ello, no podemos dejar que el pánico nos impida entender una incómoda pero incontrovertible verdad: AMLO no es el problema, es el síntoma.

El indudable éxito electoral, que le ha permitido convertirse en el mandatario mexicano más poderoso de los últimos 40 años, se debe en parte a los aciertos de él y de su equipo, pero también es producto del desgaste de un sistema político de corte tecnócrata que logró grandes éxitos, pero fue absurdamente inepto para comunicarlos, porque, entre otras cosas, sus dirigentes (en el PAN, en el PRI, en las cámaras empresariales, en la academia y en los medios) no entendieron que hay vida más allá de sus hojas de Excel y sus títulos de economía, no involucraron a los ciudadanos en la modernización del país y no plantearon una visión de futuro con la que las personas se pudieran sentir involucradas.

Si a esto le añadimos la crónica falta de generosidad para superar diferencias de grupo (ejemplificada grotescamente con el pleito entre Meade y Anaya durante la campaña presidencial) o los obscenos niveles de corrupción de quienes convirtieron la impunidad en patente de burla, tenemos la receta del desastre, porque el pueblo perdona la incompetencia, y puede incluso entender la avaricia, pero lo que no tolera es la arrogancia.

Y, más allá de matices, a los ojos de la opinión pública, los tecnócratas lograron el tricampeonato: incompetentes, corruptos y arrogantes.

En un escenario así era solo cuestión de tiempo para que surgiera un vivo con la idea de aprovechar el resentimiento que estaba generando el consenso tecnocrático y canalizarlo hacia sus propios fines. Si no hubiera sido López Obrador, habría sido alguien más, quizás incluso peor.

Los problemas no desaparecerían junto con el presidente. Supongamos que Andrés Manuel se muere hoy en la noche. ¿Cómo amanecería el país al día siguiente? ¿Las personas despertarían de su hipnosis y proclamarían al primer sorbo de su café matutino que aman a Peña, que Anaya tiene carisma y que quieren un nuevo Pacto por México? Por supuesto que no.

Por el contrario, si López Obrador muere, incluso por causas evidentemente naturales, la desconfianza de las personas en el “sistema” y la “mafia del poder” derivaría en la certeza casi inmediata de un atentado, que en el peor de los casos resultaría en violencia a gran escala e incluso en el escenario más moderado tanto a la opinión pública como el propio Movimiento Regeneración Nacional, MORENA, tenderían a buscar opciones más radicales hacia la izquierda, para mantener la cohesión, en especial porque en momentos de incertidumbre el ímpetu de los fanáticos se vuelve decisivo ante la duda de los moderados.

Así que, en una situación como la que describe al inicio del artículo, bien podríamos dormirnos una noche con AMLO como presidente, para amanecernos con la noticia del nuevo presidente Gerardo Noroña. (Esta alucinación sería de risa local).

Lo que es peor, ante un escenario de elecciones extraordinarias, nos encontraríamos políticamente indefensos, porque los partidos se han burocratizado hasta el punto de quedar inertes, porque los líderes de la “sociedad civil” lo son, solo de su bolita de amigos en Polanco, porque las cámaras empresariales se han olvidado de lo que implica asumir un liderazgo más allá de sus temas, porque las voces de la oposición, social y partidizada, en términos generales simplemente no hablan el idioma del ciudadano normal, y mientras sus mensajes se sigan perdiendo en la traducción, es punto menos que iluso soñar con ser competencia para la maquinaria corporativista que se construye desde ese mismo Palacio Nacional.

Por lo tanto, ¿qué pasaría si López Obrador se muere esta noche? Estamos fritos. Sí, hay que trabajar en contra de aquellas estrategias de Obrador que pongan en riesgo lo que hemos avanzado, pero esa es solo la mitad de la lucha, porque la respuesta al dilema de nuestro tiempo no está en el huésped de Palacio, sino en la visión que construyamos de “nuestro México”.

Hablamos de una República moderna, libre y con estado de Derecho, pero eso no enciende el ánimo, porque no se traduce en imágenes ni en sentimientos concretos.

Entonces, ¿cómo se ve nuestro México? ¿Por qué debería la gente tener esperanza en nuestro México? ¿Qué podemos proyectar que sea lo suficientemente poderoso como para que las personas resistan la tentación de los “apoyos sociales” y del cobijo autoritario que les ofrece Andrés Manuel? ¿Por qué habrían de afrontar las personas de a pie las dificultades inevitables en una lucha contra el nuevo partido de Estado?

Tenemos que responder, y rápido, porque algo es seguro: Nadie está dispuesto a marchar -y menos a pelear o a morir a manos de la eventual represión oficialista- en defensa de los organismos autónomos, de las “reformas estructurales”, los consejeros del INE o de los sueldos del Poder Judicial.

Lo peor del caso es que, incluso a estas alturas, aquel diagnóstico de The Economist respecto al gobierno de Enrique Peña Nieto le sigue quedando justito a todo el consenso tecnocrático, ahora relegado a la oposición: no entienden que no entienden. Mientras no entendamos, con o sin López Obrador, el país estará condenado. ¿Entenderemos? (Termina la cita)

Avanzado el tiempo, en víspera de los comicios de junio 2021, México ya comenzaba armar sus estrategias políticas, así como nació el movimiento de FRENA, un ente que no bajó la guarda pretendiendo hacer renunciar a López, de forma aleatoria surgió otro movimiento de “Sí por México” el 20 de octubre del 2020, promovido por las cúpulas de la iniciativa privada.

“Este no es el movimiento de una sola persona, ni de dos, ni de tres; hoy somos al menos 100 organizaciones las que estamos respaldando al ¡SÍ POR MÉXICO!, a cuya movilización finalmente tuvo que adherirse la partidocracia integrada por PAN, PRI y PRD, conformando un bloque democrático ANTI AMLO, para restarle mayoría a MORENA en el Poder Legislativo, cuyas iniciativas de “ley” que ha construido, fueron evolucionando en la ironía de la desfachatez intelectual y hasta académica en detrimento de la sociedad.

La Cuarta Transformación, la famosa 4T, que para infinidad de críticos del sistema la califican como la transformación de cuarta o la cuarta corrupción, alertan que mientras López no dimita al cargo del Ejecutivo federal, México tendrá una economía crónicamente mediocre, sin crecimiento, con un horizonte caótico donde millones de amas de casa, jóvenes y personas de la tercera edad, desilusionados, se multiplicarán y se volcarán en las urnas de junio del 2021, para rescatar a la República que hoy, en manos de López, busca destruir la modernidad de la nación con una fisonomía de terror mesiánico.

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