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Tragedia nacional ha convertido a todo el país en inminente polvorín


POR: BLAS A. BUENDÍA

Parafraseando al desaparecido ex presidente norteamericano Ronald Reagan: “No existe bestia en el mundo más peligrosa que un ignorante con poder”, el in-dilecto Presidente de México ha mostrado su colapso moral que incurre en uno de los delitos de lesa humanidad al inferir en el desarrollo de millones de mexicanos y ubicarlo como un gobernante de banqueta y pacotilla.

En 2018, 30 millones votaron para encumbrar a Andrés Manuel López Obrador en la Primera Magistratura de la Nación, que al paso del poco tiempo de su sexenio, se puede afirmar que sigue llevando a este país al catastrofismo nacional, destruyendo la economía y orillando a sus connacionales en la ignominia de la pobreza y la vileza del impune genocidio.

El tren desenfrenado de su ineptitud, como bien lo define el Instituto Nacional Electoral (INE), considera al político tabasqueño poseer dos bocas: una adicción para mentir y otra para dividir, que se conjugan en una galería de absurdas obsesiones.

Según análisis clínicos, hacen observar que al Presidente López lo ha invadido el cúmulo de padecimientos de la Anoxia, que es la falta casi total del oxígeno en un tejido que lo desorienta de la realidad.

Es un estado en que la cantidad de oxígeno de las células del organismo no es satisfecha. La anoxia puede ser debida a patología pulmonar (anoxia anóxica); a la disminución o alteración de la hemoglobina que impide la fijación del oxígeno en cantidades suficientes (anoxia anémica); a la disminución de la circulación sanguínea (anoxia por estenosis) o a la incapacidad de los tejidos de fijar el oxígeno (anoxia histotóxica).

Agregándose peligrosamente la Agnosia visual, que se traduce en el lenguaje llanamente de no entender lo que está viendo y diciendo. En lo científico, al Presidente se le ha descubierto no comprender las imagen que lo rodean sin conseguirlo, tratando de encontrar alguna semejanza entre lo que observa y algún objeto conocido para poder darle sentido a esa imagen que nunca había visto antes.

Es decir, sus antagónicos lo tachan de loco al grado de que Andrés Manuel ha creado su propia “Pejelandia”, traducido en el ámbito diplomático, en una república bananera.

Alrededor de los medios de comunicación, experimentan ambas partes que el Presidente no entiende las sensaciones momentáneas, al ver por primera vez una imagen de resonancia magnética o una ecografía, o incluso un cuadro abstracto cuyo título lo induce a esforzarte en reconocer algún objeto en concreto.

La Agnosia visual es un trastorno perceptivo adquirido por daño cerebral, en el que la persona afectada es incapaz de reconocer, a través de la vista, estímulos que antes de la lesión sí podía identificar, a pesar de conservar la sensación visual al menos parcialmente (no hay ceguera) y a pesar de poder reconocerlos a través de otros sentidos, como el tacto o el oído.

Estas personas, particularmente el Presidente de la República, ve, pero no entienden lo que ve, porque el cerebro no llega a construir una imagen global coherente a partir de los rasgos visuales que le proporcionan los ojos.

O porque a pesar de poder construir dicha imagen (percepto), ésta no puede inducido en relación con nada ya conocido, de forma que no se le asigna un significado o una idea sobre qué es o para qué puede servir lo que se está viendo. En el primer caso se habla de Agnosia visual aperceptiva y en el segundo, de Agnosia visual asociativa.

O bien, sus proyecciones afilécticas cuando no conserva ángulos, superficies ni distancias, que aun cuando las detecta, no le generan preocupación, ni inquietud, ni intimidación, lo que ha orillado a la sociedad protestar de forma inmediata ante esa insensibilidad del Ejecutivo.

Es el hecho de que en provincia, la gente brava ya le mienta hasta la madre porque ha visto que a López ya no le interesa su pueblo, pero si lo menciona en sus discursillos demagógicos donde lo califica como “sabio”.

La tragedia nacional ha convertido a todo el país en un inminente polvorín, toda vez que desde cualquier tribuna, ya le gritan “¡abajo el traidor!”. López ha demolido toda esperanza de crecimiento y desarrollo nacional, lo que ha ocasionado el malestar popular sin concederle ninguna tregua al Dictador.

El inseparable jolgorio del mexicano lo ha conducido, asimismo, a despertar de esa “borrachera ideológica”, experimentando un genial y paradójico laboratorio del jacobismo de tersura, aceptando el lenguaje demagógico mañanero que emerge de las frías paredes y salones de Palacio Nacional, cuya actor raya en el extremismo.

López está empeñado en ser de esos demagogos que nunca serán adictos a los Hombres de Leyes, sino su histrionismo lo conduce al extremo de violentar el Estado del Derecho, de pisotear e insólitamente a defecarse sobre la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, como se descifra en las redes sociales: “¡Ya hay vacuna contra Morena, y se pone el seis de junio!”

En la tarde-noche de ese domingo esperanzador, millones de mexicanos saldrán de sus domicilios para vitorear el triunfo electoral que le restará poder al Mesías en el Congreso, reviviendo la polémica parlamentaria abanderada por intelectos próceres abogados de la Patria, que están afligidos por salvar la Independencia de la Patria y mantener a un México libre de abyectas tiranías del in-dilecto presidente.

Etimológicamente, ese término es aplicado a una persona que no es amada, ni apreciada, ni estimada, ni predilecta, ni querida y menos venerada, ya que carece de la dilección, la intención, voluntad o intención honesta y del amor pensativo y extraordinaria prudencia, sin tener el dejo de la decepción o el engaño que afecte a las masas.

López Obrador no es de esos garantes personajes, sino más bien, se le sigue considerando como un fanático por la desintegración violenta, menos por la paz y la concordia entre los hermanos mexicanos.

En un agitador, un revoltoso, un rebelde, un provocador siniestro, un turbulento genocida, un alborotador de bobos y un populista perturbador, un presidente transformado en un auténtico y legítimo traidor a la patria.

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